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De plata se ha investido, como atributo, la Semana Santa de Gijón en respuesta a una presea oficial, de idéntico metal, tan merecida como necesaria. ... Se dice una 'semana', aunque, los hechos lo atestiguan, fueron más de veinte días de un programa afinado, riguroso, seguido con una disciplina espartana. No faltó tampoco la incertidumbre vestida de lluvia, que atragantó día a día el vivir de las esperadas procesiones. Quizás esa Medalla de Plata de Gijón obligaba a hermanos y cofrades a un esfuerzo suplementario, a una agonía jornada tras jornada suplicando por una apertura del cielo entre las nubes que permitiera salir con dignidad a las calles los iconos de la Pasión y de la Gloria. No siempre hubo tanta fortuna, pero la tristeza y las lágrimas también son parte de la pasión. Sin dolor, no hay alegría. Sin pena, menor es la posterior algarabía. Al final, con la celebración del Cristo resucitado, estoy seguro, os queda a todos la satisfacción del deber cumplido. Fue la de 2024 una Semana Santa muy diferente, cargada con una amplia mochila de simbolismos y de hitos que quedarán grabados para siempre en su particular destino. Hubo, por primera vez, pregón juvenil y, también, contando con la generosidad municipal, una presentación oficial en la Colegiata de San Juan Bautista trufada con una exposición de parte de las riquezas de las dos hermandades (Misericordia y Vera Cruz) y de la cofradía del Santo Sepulcro, sin olvidarse del increíble concierto del Coro de Voces Jóvenes del Conservatorio de Música de Gijón, todo ello previo al pregón en San Pedro, que contó con el estreno del inclusivo lenguaje de signos. Novedades, en fin, a sumar a ritos religiosos que tienen su visualización en la calle, pero que se cocinan entre un selecto colectivo de entusiastas que, lo puedo constatar, abandonan su vida durante casi un mes para entregarla, cómo no, a su fe, a sus creencias, pero, también y como elemento no menor, a su ciudad, a Gijón. Hubo incertidumbre, mucha incertidumbre, curiosamente caída del cielo. Tras un luminoso Domingo de Ramos, salieron en seis días algunos pasos. Otros, demasiados, no tuvieron tanta suerte. Lo sabéis, el cielo así lo ha querido. Gracias Ignacio, gracias Juan, gracias Alejandro. Muchas gracias por haberme permitido ser vuestro pregonero, pero, sobre todo, por dejarme entrar en vuestro mundo, que puede parecer muy cerrado, pero que, al contrario, no puede ser más claro y diáfano. Algún día, estimado Juan, igual me decido a poner el hábito nazareno para procesionar con vosotros, codo con codo. Como dije con motivo de mi pregón: ¿y por qué no? Tu invitación es tentadora. Esta Semana Santa, el 'judío burlón' del paso de la Coronación de Espinas hizo de las suyas, pero no ganó la partida. Acabó, como hace casi noventa años, ardiendo bajo las llamas de su propia miseria. Volveremos a tener 'moñinos' en Gijón, no lo dudo. Hermanos y cofrades: la Medalla de Plata os espera. Felicidades.
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