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Mejor comenzar por la conclusión: El Musel no volverá a recuperar jamás la autopista del mar. No es una afirmación gratuita. Lo saben perfectamente y ... desde hace años tanto los prebostes portuarios como los padres de la política regional. Lo saben ellos y lo sabe hasta el avezado quiosquero de la esquina de mi calle. Sólo hay una remota e imposible alternativa: que el Gobierno de Barbón 'monte' una naviera pública que establezca su sede en el puerto de Gijón. Así, sí. Una empresa privada, de esas que aspiran a ganar dinero, nunca volverá.
Por aquí han pasado varias, incluida la Brittany Ferries y en dos ocasiones, la primera de ellas ya en el siglo pasado. Su opción no llegó a ser ni considerada. Entonces sí era factible. Europa (y sus dineros) apostaban por ese modo de transporte. Ahora, las autopistas del mar han salido de la agenda europea y, además, El Musel está fuera del corredor multimodal del Atlántico del que forman parte 15 puertos y 34 terminales. Ahí de España sólo figura Bilbao. La suerte está echada.
Todos los puertos del Norte ya han encontrado su acomodo. Por eso llama la atención el interés el interés político y empresarial en mantener viva una llama que no existe, cierto es que con la complicidad de alguna naviera en la cabeza de todos que, por lo que ha quedado claro a lo largo de los años, busca más propaganda que objetivos. Se exigen ahora por parte de Foro dineros a Barbón en el próximo presupuesto regional para volver a estudiar la viabilidad de la citada línea marítima. En nueve años desde que se cerrara por última vez se han hecho infinitos. Quizás el objetivo no sea otro que subvencionar algún chiringuito con análisis de mercado tan absurdos como inútiles. Cuando se clausuró en setiembre de 2014, el movimiento de vehículos en su último año no había llegado a la cuarta parte del inicialmente previsto. Eso sí, en el mes de julio de 2017, José Llorca, por entonces presidente de Puertos del Estado, decía en Gijón que con la autopista del mar «no estamos mareando la perdiz» y le auguraba una pronta reapertura. El tiempo, es evidente, le está dando la razón. Ya no hay ni perdices.
Barbón puede verse obligado de introducir una partida para 2024 por aquello de la aritmética política. Hará muy bien. Incluso, para hacer amigos y en un gesto de generosidad con Gijón puede amplia la partida dineraria a millones de euros. Es igual. Será como prever un gasto para una autopista a Marte. Igual es ya el momento de matar a la perdiz del señor Llorca y dar por sentado que El Musel, por lo que sea, que se sabe pero no se dice, ha perdido este barco y si quiere sobrevivir después del deseado fin de la guerra de Ucrania y el transbordo de carbón, deberá hacerlo con otros criterios comerciales, incluso sin concesiones de terrenos a empresas haciendo la competencia a la futura ZALIA, que algún día, y nunca mejor dicho, llegará a ver la luz.
Vale ya de hacer rayitas en el mapa entre El Musel y Nantes. Marte queda muy lejos.
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