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En junio el Consejo de Ministros aprobaba el anteproyecto de ley para la igualdad real y efectiva de las personas trans y para la garantía de los derechos LGTBI, conocida como 'Ley trans'. Un anteproyecto que ha levantado una fuerte polvareda mediática y polémicas acaloradas, ... porque discrepan en que se reconozcan por ley determinados derechos a este colectivo.
La identidad es una fuente de problemas en este siglo XXI, que oscilan desde nacionalismos excluyentes, conflictos étnicos, fundamentalismos religiosos, hasta las identidades de sexo y género. Las narrativas sobre la identidad muestran escollos que todavía no hemos superado ni resuelto. Las identidades son producto de adaptaciones a un mundo que se ha hecho muy complejo, donde el poder se ha hecho multiforme y genera resistencias de colectivos que han estado marginados, olvidados y han tenido que permanecer durante mucho tiempo en la sombra, perseguidos y acosados por un discurso hegemónico ciego, que no contempla las diferencias. A veces se piensa que los movimientos de resistencia al discurso hegemónico produjeron identidades, más bien todo lo contrario, cuestionaron éstas. Los loables movimientos feministas, de gays y lesbianas son una lucha por disolver los géneros. Las identidades son sentimientos de afiliación y pertenencia entre los que se consideran iguales, sienten opresión y buscan reconocimiento. El problema es que ahora vivimos en un mundo globalizado económicamente y las identidades se hibridan, se entremezclan, se confunden y tenemos que irnos acostumbrando a respetar, tolerar y vivir con el diferente, que habita en en mi barrio, y cuyo sentimiento de identidad no es el mismo que el mío. Consecuentemente los sentimientos se vuelven contradictorios y tensan unas relaciones que deberían ser armónicas.
Por otra parte, me llama en cierta manera la atención la oposición de una corriente del movimiento feminista a la 'Ley trans' . Creo que puede ser debida a que el movimiento feminista hizo bandera de la disolución del género. Pero es que al igual que la identidad masculina se está reconstruyendo gracias al feminismo, también el feminismo tendrá que revisarse añadiendo las nuevas formas híbridas y complejas: queer, intersexuales, transgénero, etcétera, que cuestionan la esencialización de la categoría de mujer. Ésta identifica el cuerpo de la mujer y su sexualidad con la función reproductiva y pone el énfasis en los peligros (dominación y explotación) que representan las tecnologías de hormonación y quirúrgicas, entre otras, en el cuerpo de la mujer, o del hombre que se siente mujer. Si el alegato de la diferencia femenina pasa por alto el carácter también construido de la identidad del género masculino, entonces este feminismo será incapaz de concebir la autodeterminación libre del género. La desnaturalización feminista del género, según la cual la mujer es el producto de la construcción social de la diferencia sexual, fracasa al no proceder a los análisis deconstructivistas del hombre y de la masculinidad, en cuanto género, que también, reitero, sería un producto construido socialmente. Si no tiene sentido hablar de hombres y mujeres tampoco tendría sentido hablar de feminismo. El debate de fondo gira en torno a dos concepciones distintas: el de un feminismo esencialista, posición conservadora en torno a la maternidad, la reproducción y el respeto a la diferencia femenina, frente a un feminismo constructivista, que articula las diferencias sobre la noción de 'género'.
Es más complicado de lo que parece, porque analizar la identidad en torno al sexo/género, eterniza las viejas oposiciones binarias: naturaleza/ cultura, femenino/masculino, esencialismo/ constructivismo... Y no digamos si analizáramos la identidad dentro del colectivo LGTBI. Al que habría que añadir la Q, acrónimo de 'queer', que sostiene que los géneros, identidades y orientaciones sexuales no están esencialmente inscritos en la naturaleza biológica humana, pueden cambiar con el tiempo y no encajan en determinadas identidades como ser hombre, mujer, gay, lesbiana o heterosexual. Y también la A de asexuales, la P de poliamorosos, la TA de tántricos y todas las posibles combinaciones que se nos ocurran, porque la mente es la que manda y en cuestiones de sexo hay que dejar libre al seso.
Por eso, me parece genial que esta ley haya salido a la luz. Pone a España en la misma órbita de los países más progresistas en reconocimiento de derechos de las minorías. La democracia tiene entre sus cometidos proteger a minorías que se han visto marginadas y han tenido que ocultar socialmente sus sentimientos porque no encajan en categorías caducas.
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