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Nos estaremos precipitando en dar por liquidada la pandemia que tantos estragos lleva causados en todo el mundo? A nadie le gusta amargar la alegría a los demás, pero la realidad continúa siendo preocupante. Había ganas de recuperar la normalidad y de celebrarla, es lógico. ... La euforia se observa en las calles y, lo que también es importante, empieza a estimular la economía.
La presidenta de la Comunidad de Madrid, la señora Ayuso, que no se para en mientes, ya se ha apresurado a levantar la prohibición para que los niños disfruten los recreos sin mascarillas. Muchas voces la están acusando de irresponsable. Viola la ley que nos obliga a todos y ella ha querido apuntarse ese tanto que alegrará a sus futuros votantes si se cumplen sus expectativas de eterizarse en la política. No son solo las autoridades sanitarias las que se echan las manos a la cabeza.
Los expertos y las cifras nacionales e internacionales reclaman justamente lo contrario. El virus continúa amenazando. En España mismo asistimos a un aumento de los contagios y las muertes después de unos meses a la baja. Y en la mayor parte de los países desarrollados se retoman las medidas de precaución. La variante del coronavirus Delta se está revelando más contagiosa que las anteriores. En el Reino Unido los contagios diarios rebasan los 50.000 y la previsión es que se dupliquen. En Marruecos, sin ir más lejos, un país donde el problema viene siendo abordado con mucho rigor, han anunciado que cancelan todos los vuelos con el Reino Unido, los Países Bajos y Alemania, de donde temen que puedan llegar nuevos portadores. En Italia ya han decretado que para trabajar es imprescindible presentar el certificado de vacunación. Lo mismo que ordenan el alcalde de Nueva York y los gobernadores de algunos estados.
La Administración federal, que ve con enorme preocupación cómo la cifra de contagiados no baja de los 70.000 diarios, ha retirado a los estados de Utah, Carolina del Sur y Arizona la competencia sobre sanidad pública, que los gobiernos republicanos no cumplen rigurosamente. Y la preocupación en la Casa Blanca ahora son los niños, muy expuestos al contagio. Siguiendo instrucciones expresas del presidente se trabaja en una vacuna infantil y en un tipo de agujas más finas, para hacerles menos daño. Se trata de ejemplos entre los que hay que incluir la saturación que vuelven a registrar los hospitales británicos. Ante este panorama, los científicos coinciden en que lo último para evitar el mal es renunciar a las mascarillas y retomar las aglomeraciones.
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