Empieza el año con el adiós a una dama tan ninguneada como esencial, tan inútil como imprescindible hurtada a la juventud. Quien valora haberla conocido, se la roba según la práctica de añorar un ayer negado al futuro porque los tiempos piden más consumo que ... ciudadanía; el mercado lo exige y la escuela, fiel servidora, ajusta su oferta a la demanda: humanizar es secundario frente a producir. El tiempo, recurso escaso, tiene otra prioridad; les decimos ciudadanos, pero les dejamos salir al mundo en pos de una supervivencia acaso lujosa, pero ignorante de la vida buena.

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Cada vez que un titular mediático eleva la nada al nivel de problema, un experto inventa un salvavidas sucedáneo que expulsa saberes de visión global y análisis por inútiles y alejados del día a día, olvidando que habitualmente las soluciones implican distancia y reflexión para trascender lo inmediato y romper el vicioso círculo, impulsivo, irreflexivo, de acción-reacción. Apena que quien traga sin masticar raciones virtuales de filosofía biliar por vía cutánea, ignore a Sócrates, no sepa apreciar la música kantiana, el placer epicúreo, desconozca a Marx o la ética tomista. El Rubius, Paula Gonu y demás oradores sagrados del más allá virtual, campan a sus anchas por el acá real iluminando el mini cosmos juvenil con su basto -que no vasto- saber basura de digestivos mensajes.

Quede la filosofía para noches nostálgicas de colegas y alcohol, reserve hueco para añorar viejos amores y deje el día para amantes bandidos, ladrones de alma, corazón y vida. Es la diferencia entre redes que atrapan y las que sostienen; cuanto más complejo es el mundo, más simple nuestra mirada. Quizá alguien confunde al búho de Minerva, símbolo del saber, que alza el vuelo tras la noche, con su eclipse mental. En fin, no descanse en paz... la Filosofía.

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