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El día que ponía fin a este año de los desastres llegaba a término la vida de una mujer maravillosa. Alvarina. Tenía 97 años, las ... manos ajadas y secas, los cabellos blancos y la piel arrugada y débil, pero probablemente pensara que la actual pandemia no era, ni de lejos, lo más duro que le había tocado vivir. Había nacido en plena cuenca del Nalón en una familia humilde y trabajadora que no tenía más recursos que los que aportaba el extenuante trabajo minero del padre y el cultivo de la tierra y la cría del ganado de la madre. Una familia pobre y numerosa que vive la esperanza de la República y que no duda, cuando se produce el golpe de estado en julio de 1936, en movilizarse en su favor. Una familia ya rota desde aquellos días, en que es evacuada a la Unión Soviética junto con su hermano Belarmino en uno de los barcos que partieron del Musel. Allí permaneció 20 años, viviendo las terribles penalidades de la II Guerra Mundial, mientras los que quedaban en Blimea sufrían la más atroz represión. Detenidos y torturados fueron su padre y su madre, llevados a prisión por ayudar a la guerrilla. Detenidos, torturados y encarcelados fueron sus hermanos y hermanas, que fueron naciendo y creciendo sin conocer a Alvarina. Como lo fue a mediados del año 50 el que poco tiempo después se convertiría en su compañero inseparable: Manolo 'Otones'.
No es de extrañar que a su vuelta a Asturias y tras comprobar que la sañuda persecución dictatorial no había desaparecido dos décadas después del final de la guerra, se comprometiera de nuevo y se enamorara de aquel joven comunista que con solo 31 ya tenía sobre sus espaldas 9 años de cautiverio. Otones sale en libertad condicional del Penal de Burgos el 16 de diciembre de 1961 y el día 23 se casa con Alva en Blimea. Desde entonces es una larga vida de amor y de militancia comunista, que discurrió entre la lucha por la libertad, la cárcel de él y las visitas de ella y la escapada a Bilbao para sobrevivir, a donde los veranos iban a verlos sus sobrinos, esos pequeños a los que quisieron como los hijos que no pudieron tener.
Cuando Otones se jubiló, compraron un pequeño piso en Eladio Carreño y allí cerca de la playa transcurrieron sus últimos años. Una vida por fin apacible. Ella siempre discreta y cariñosa, colmando de atenciones a Manolo tras sus problemas cardiacos y de dulzura a todos los que la conocimos. Firme, tierna y callada pero con una permanente sonrisa en los labios, su ausencia se dejará notar en una sociedad que no debiera sepultar bajo el silencio a esas pobres mujeres que prefirieron la dignidad del sufrimiento a la indignidad de consentir un régimen opresor. El día que finalizaba el año moría en Gijón una mujer que hubiera tenido que ser titular del periódico. Alvarina. No te olvidaremos.
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