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Su mirada de águila ya dejaba entrever a un estratega de altura. Sus gestos en el banquillo, mesándose la barba, auscultando el césped, buscando soluciones, le dan a Rubén Albés (Vigo, 1985) un aura que evoca al general que dirige a su ejército ... en el campo de batalla. Pues el fútbol apenas difiere del ajedrez y de las guerras. Es pura estrategia, una adecuada combinación de piezas, armonía en las filas, un bravo acoso al enemigo y el necesario alarde de astucia para quebrarlo, abrir boquetes en sus murallas y, finalmente, derrocarlo. De todo esto sabe el entrenador del Sporting. Lo está demostrando día a día, semana a semana, dosificando fuerzas, lanzando al equipo al ataque, haciendo recambios, manteniendo enchufada a toda la soldadesca. Este cilúrnigo vio en Albés el primer día algo distinto. Le avalaba el prodigioso fútbol del Albacete de hace dos temporadas. No había sido casual. Ha cogido los mimbres tejidos con prisas en agosto y ya está sacando petróleo a una plantilla corta, completada con prisas, pero finalmente eficaz y diversa, lastrada solo por el hándicap del 9. Tocó el Euromillones en El Llano el martes. Y tocó la lotería en la peana del entrenador del Sporting, donde se ha erigido, ¡ya era hora!, un tipo con carisma, personalidad, criterio y arrojo; ese que demostró lanzando al equipo al ataque en Ipurúa pese a ir ganando 1-2 al descanso. Logró el 1-3. Se la jugó, sí. Luego tuvo paciencia contra el Castellón. Hasta doblegarlo. Sus 39 años no son impedimento, acaso más bien al contrario, para que no le tiemble el bastón de mando a la hora de desplegar una vistosa verticalidad.
Publio Cornelio Escipión El Africano fue uno de los más grandes estrategas de la historia. Se leen sus gestas con gusto en la trilogía de Posteguillo. Tres mil páginas donde queda patente el genio de quien ganó batallas en Hispania con lo puesto, de quien ideó cómo combatir a los elefantes en África, mandando a sus tropas dejar pasillos a las bestias justo un instante antes arrollarlas, de quien frenó a Aníbal el Cartaginés. Roma fue ingrata con Escipión, cuenta Posteguillo. Ahora nosotros podemos resarcir a nuestro estratega, a este visionario hombre de fútbol que nos ha traído, de nuevo, un juego alegre y contagioso que da gusto seguir. ¡Te honramos, Publio Cornelio Albés! Iremos todos los sportinguistas contigo a la batalla. No tienes más que dar las órdenes.
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