Triste adiós a un director ejemplar

Se nos ha ido el que nunca se iba, escribía el domingo en la redes sociales un periodista de EL COMERCIO solo unas horas después del fallecimiento de su infatigable director, un brillante profesional y magnífica persona que se dedicó en cuerpo y alma a ... la misión que le fue encomendada con la pasión y la entrega propia de los periodistas de raza. Conmocionado por la repentina pérdida de Marcelino, pude certificar la magnitud de la huella humana y profesional que deja en esta ilustre cabecera con los comentarios expresados por una Redacción vapuleada por la cruel desaparición de quien se vaciaba cada día para dar lo mejor de sí mismo y de quienes trabajaban a sus órdenes. Marcelino formaba parte de esa vieja estirpe de periodistas que vive con intensidad el trabajo en la Redacción y que entiende que la primera obligación de un director es la ejemplaridad en el esfuerzo. Conozco esa sensación porque es una cualidad que abunda en los periódicos de Vocento. Ambos tuvimos algún maestro en común que nos inculcó esa forma responsable de entender el liderazgo. En la Redacción de EL COMERCIO, Marcelino lo dio todo y estaba en todo. Tristemente, aún le quedaba mucho que ofrecer.