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Cuando hacíamos teatro hace más de seis décadas, contra todo, porque no teníamos ni dinero ni locales, y contra todos, porque no nos dejaban movernos ni la censura ni la sociedad de autores, se acercaban hasta nosotros animadores de nuestros bajos instintos, pues así los ... consideraban una parte de aquella sociedad bien pensante de cerrado y sacristía. Bastantes años después, le oí decir a Fernando Fernán Gómez que la consideración social de los cómicos no había mejorado mucho desde los tiempos en que no los dejaban entrar en las ciudades, como gente de mal vivir, colocando un mojón en los caminos para situarlos a una legua. De ahí viene lo de 'cómicos de la legua', aunque algunos dicen de la lengua. Allá ellos.
Entre los que venían a hacer tertulia con nosotros figuraba un alemán llamado Ernesto, de cuyo apellido no me acuerdo y además lo escribiría mal a estas alturas. Era culto y odiaba, según él, el nacionalsocialismo. Pero cuando un día lo invitamos al teatro Jovellanos para ver 'Anna Frank', interpretada por Julieta Serrano, una joven actriz que con el tiempo fue degenerando hasta convertirse en chica Almodóvar, Ernesto rechazó la oferta diciendo que demasiados judíos. Al alemán le habían replicado las neuronas de su genética, o su cultura, y se fue a tomar el viento fresco hasta la Atalaya, y ver si desde allí se divisaban las costas británicas para bombardearlas con la mirada.
Cuenta el gran escritor Fernando Aramburu, residente en Hanover, que los alemanes por lo general aborrecen el ajo, y no es precisamente por el olor que desprende. Aramburu indagó entre sus vecinos para descubrir que el ajo era condimento indispensable entre los judíos, y los delataba el olor de sus guisos y el aliento de las personas. El autor de 'Patria', cuyo valor no solo se le supone, les respondió que no había olor más apestoso y repugnante que el antisemitismo. El infortunio hace que los aires viciados de muchos que hablan y escriben, al referirse a los judíos lo hagan con orín de mofeta. No importa que a unos un judío les haya dado el Nuevo Testamento para que gocen una eternidad, y en el bando contrario a otros 'El capital', para que el paraíso lo establezcan aquí. Lo que ocurre es que lo primero nadie lo ha probado y lo segundo se ha probado que es mentira. Yo gozo estos días con el cine de los hermanos Marx, Woody Allen, Billy Wilder, Polanski, William Wyler, los hermanos Cohen, Hedy Lamarr y Barbra Streisand, que es fea pero tiene una voz bellísima.
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