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Puede parecer que no hay ninguna relación entre las palabras unidas por la copulativa, ya que, aunque los humanos seamos animales (unos más que otros), silvestres o selváticos creo que, al menos en nuestras latitudes, quedan pocos.
Bromas aparte, de momento, inicio este comentario con ... las medidas economizadoras de energía eléctrica por parte de la gerencia y rectorado de nuestra universidad, ciertamente draconianas, aunque también las comunidades de vecinos se preparan para una suerte de Stalingrado sin más armas que la ropa de abrigo. En la Universidad, donde trabajamos muchos cientos de asturianos y estudian unos veinte mil matriculados, ya sabemos, con detalle, lo que nos toca en despachos, aulas, bibliotecas y laboratorios, con alguna excepción que aún no se precisa y con la salvedad individual de personas con problemas de salud, a las que, supongo, previo certificado oficial, no se les incautará ningún elemento calefactor. Tenemos, de momento, suerte con el tiempo, ya que ha habido una climatología muy buena, con escasos días de lluvia y apenas frío, en lo que va de otoño. Pero, por mucho cambio climático que haya, llegará el invierno y las bajas temperaturas harán molesto y hasta sacrificado, cuando no nocivo para la salud, el pasar horas y horas a unos grados que rozan o tocan los mínimos permisibles.
La Universidad, a la vista de los consumos de los últimos cinco años, quiere rebajar los 17.935 MWh a 14.714, lo que supondría un ahorro de 3.221 MWh, que no son una tontería. Yo intuyo que, si el invierno llega con severidad, el llamado 'teletrabajo' se va a generalizar, porque se labora mejor con manta en casa que sin ella en un centro o departamento universitario. Sé que las medidas son necesarias, porque la situación aún se hará más grave, salvo milagro pacificador, pero vamos a sufrir un gravamen notable en nuestro confort que no creo que ayude mucho a la productividad, por más que se invoque que sabios y literatos de hace siglos trabajaban prolíficamente en estancias que eran neveras.
Intuyo que, cuando ya es notable (especialmente en los horarios de clase que terminan a las 15 horas), aún se incrementará el absentismo del alumnado. Por tanto, igual que ocurrió con la no presencialidad durante la pandemia, no creo que nos esperen buenos tiempos para una docencia e investigación grata y provechosa. Ojalá me equivoque.
En un jardín, casi bosquete, al lado de mi facultad, anidan aves, destacando alguna curuxa que hasta ya tiene nombre para algunos colegas. A veces se comenta que, cualquier día, llegan los jabalíes, si no lo han hecho ya y, por qué no, los lobos. Los osos, por su parte, ya están cerca de Trubia y cualquier día se inscriben en un máster. Nada digo de especies alóctonas y lejanas como pingüinos u osos polares, que podrían aclimatarse, en breve, en los gélidos despachos universitarios (y sé que en otros niveles educativos y en el resto de administraciones y empresas, también se va a pasar frío).
Cito a los plantígrados, ya que el Parlamento Europeo instó el pasado jueves a la Comisión Europea a rebajar, no las temperaturas, sino el estatus de estricta protección de nuestros grandes carnívoros, como el lobo o el oso, cuya recuperación como especies está más que lograda, llegando a la sobrepoblación, a efectos de defender el ganado y máxime -y esto lo veo bien- cuando las legislaciones nacionales sobre indemnizaciones y tutela de la ganadería son tan dispares. Que el tema es sensible, no solo en Asturias (pensemos en el caso del famoso lobo de los Picos de Europa), lo demuestra la votación de esta propuesta: 306 votos a favor, 225 en contra y 25 abstenciones. Aunque la Eurocámara, sensatamente, dice buscar el difícil -aquí lo sabemos mejor que en Bruselas- 'equilibrio' en la adecuada coexistencia de humanos, ganado y grandes carnívoros en las ya sacrificadas zonas rurales, la solución se antoja difícil y el debate, particularmente en las regiones loberas de España, va a seguir muy vivo. Si teníamos conflicto entre el ministerio y la administración autonómica, ahora llega la Unión Europea para sumarse, como no es ilógico, a este debate a nivel continental. La expresión coloquial de '¡menos lobos!', puede volverse un mandato literal. Y en cuanto al oso... Sé que hay que mejorar todo: hábitat, seguimientos, idoneidad de los terrenos, alimentación natural, indemnizaciones prontas y un largo etcétera. Pero volver a antes de 1973 cuando nuestro emblemático carnívoro era especie cinegética, me hiela la sangre más que el frío en la universidad.
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