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Sábado. Cuatro de la tarde. Cinco gijoneses –tres hermanos, una madre, una esposa– están de tertulia en los cafés tras haber comido al aire libre en una finca de San Miguel de Arroes (Villaviciosa). Han escuchado disparos desde hace un rato. La zona es coto ... de caza. Ha sucedido más veces. Los tiros se van acercando. Dos hermanos se levantan y miran a través del muro que hace de lindero con una amplia pradera. Varios cazadores están apostados esperando que los perros saquen al jabalí de una zona boscosa. Al final, asoma un ejemplar a la carrera que enfila las de villadiego ceñido a la susodicha frontera. Uno de los miembros de la batida dispara. Se abroncan entre ellos, el bicho se libra de la quema. ¿Y los humanos? Milagrosamente, también. Unos minutos más tarde, el mismo grupo atraviesa a sus anchas la finca vecina, propiedad privada con vivienda, casualmente, sin sus dueños dentro. ¿Se imagina usted estar viendo la tele y que pasen unos tíos con una escopeta frente a su ventana?
Domingo. Llamas a la Guardia Civil. Preguntas por la legalidad de lo vivido. Todo es legal, explican.Tanto disparar entre casas (siempre que no se apunte hacia ellas) como adentrarse en propiedades ajenas como pedro por su casa. El fin, arguyen, es abatir una alimaña y en él se presuponen implicados todos, cazadores y vecinos, pues de lo contrario la plaga de jabalís reinante, cierto es, seguirá destrozándolo todo. Ahora bien, surgen preguntas:¿Cómo controlan los cazadores que cuando aprietan el gatillo su intento de abatir al bicho no derivará en una peligrosa bala perdida? ¿Cómo es posible hacer fuego, con legalidad plena, rodeado de un montón de casas? ¿Cómo puede ser legal que un tipo con un arma cargada al que no conoces de nada, mucho peor una cuadrilla, desfile delante de tus narices ante tu propia casa?
Lunes. Vuelves al prao, saltas la tapia y compruebas. Al instante descubres un perfecto orificio de bala a media altura, un poco más arriba incluso, en pleno muro. De seguir la bala al otro lado el sábado había cinco personas adultas, pero otras veces las timbas familiares rebasan las veinte y la mitad son niños. Compruebas por tanto que el disparo fue de abajo hacia arriba, de frente a la finca propiedad de quien habla. Vuelves a llamar. Te indican que quien debe responder es el Seprona de Villaviciosa, cuyo número no está operativo hasta el martes. Pero adelantas la pregunta: ¿Es normal tener un orificio de bala a media altura del muro de la finca? «No, no es normal». La respuesta tranquiliza. O no. Según se mire. Queda pendiente otra llamada. Entretanto, una reflexión. Sí a cazar jabalís; no a hacerlo entre casas. Parece lógico, ¿verdad? En 2023, la caza dejó 14 muertos y 23 heridos en España. ¿No habrá que revisar algo?
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