El Oviedo nos ha marcado el camino con un gran partido a domicilio, en Eibar, y será nuestro rival si el Sporting hace la machada contra el Español. ¿Derby en la final por la tercera plaza del ascenso? Ojalá. Crucemos ... los dedos por esa inédita épica del fútbol asturiano. Ahora, sin embargo, debemos aparcar la rivalidad y pensar exclusivamente en nuestro complicado duelo.

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Los 'play-offs' no se nos dan bien. Si a eso le sumamos que nos tocó un trasatlántico y la derrota en la ida por 0-1 el panorama, podemos concluir, no es halagüeño para Cornellá. Sin embargo, quizá precisamente por todo esto, debemos darle la vuelta a la tortilla, al menos en el plano teórico, y hacer de la adversidad virtud. ¿Cómo? Pues, ya que tenemos todo en contra, liberar la mente, soltar las piernas y saltar al campo del Español a hacer el partido de nuestra vida. Jugar con alegría, intensos, ofensivos, aguerridos como si tuviéramos a Malta enfrente y solo nos valiera hacer doce goles. Quizá sea ese el único camino. Atacar como los ingleses. Empujar con fuerza de cilúrnigos. Tanto control y pase, tanta estrategia defensiva, tantas órdenes posicionales, tanto se ha abigarrado el fútbol español que ha acabado por aburrir a las baldosas. Tenemos la tormenta perfecta para romper en mil pedazos todas esas milongas y simplemente jugar al fútbol. Esa puede ser nuestra mejor receta. Cierto es que tenemos enfrente un equipo de primer nivel, con dos grandes artilleros –les bastó un misil en El Molinón para hundir nuestro submarino–, pero no es menos cierto que si planteamos un partido a la rutinaria usanza, conservador, tímido, en busca y captura del error, tenemos el 95% de opciones de quedarnos en Segunda. Solo cabe en tal caso agarrarse a una pájara de los pericos, bastante poco probable.

Si algo aprendimos en El Molinón, pese al digno partido, es que tenemos la pólvora mojada. Cinco buenas ocasiones, con dos delanteros en el campo, cero goles. Analizando errores, vimos también otro clamoroso: la clásica pérdida del partido en la sala de máquinas. Con un solo medio, por bueno que sea Roque, y un defensa incrustado en el centro del campo, último capricho canario, la batalla está perdida. El gran talento de nuestra plantilla, repetimos una vez más, está en la medular y ahí debemos reinar con un sólido trivote. Léase Rivera-Roque-Varane, con dos extremos y Campu para rematar. Quedarían Nacho, Villalba, Otero, Mario y Pablo, por ejemplo, para refrescar la segunda parte. Trivote para no perder el balón al tercer pase como nos pasó tantas veces en El Molinón. Trivote para dominar. Trivote para marcar nosotros el ritmo. Y, dicho esto, ¡al ataque! Como si no hubiera mañana. No lo hay si fracasamos.

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