La peseta, símbolo y moneda de España durante 130 años, ha dejado de tener valor legal ya que el pasado 30 de junio se agotó el plazo para canjearlas en el Banco de España. A partir de ahora, sólo tendrá un valor numismático para coleccionistas ... y, también, sentimental para algunos. Mirando al pasado, la peseta comenzó su andadura un lejano 19 de octubre del año 1.868 y dejó de ser la moneda oficial el 31 de diciembre del año 1998, momento en el que fue sustituida por el euro. No obstante, siguió circulando con plena legalidad durante un tiempo, hasta el 28 de febrero del año 2002, momento a partir del cual ya sólo circuló el euro. En aquellos momento el cambio invariable y definitivo se fijó en 1euro igual 166,386 pesetas.

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La peseta, al igual que muchas otras monedas y billetes, como el dólar, la libra esterlina, los francos franceses, etc. siguió el esquema del sistema métrico decimal, es decir por múltiplos de 10 y 100, aunque también había monedas de 2 pesetas o reales de 25 y 50 céntimos. Los reales eran aquellas monedas que tenían un agujero en el centro.

A lo largo de esos 130 años, tanto en moneda como en billete, las pesetas reflejaron símbolos de las distintas épocas y distintas vicisitudes políticas e históricas de España. Como, por ejemplo, tiempos de repúblicas y monarquías, guerras civiles, mandato del general Franco y reinado de Juan Carlos I, el mundial de fútbol del 82 e, incluso, la entrada en la UE. Decía Milton Friedman, líder de la monetarista Escuela de Chicago y Premio Nobel de Economía del año 1976, que la inflación era un impuesto silencioso que socavaba el valor del dinero y que suponía un ataque frontal a los pequeños ahorradores y en el caso de España, teniendo en cuenta la inflación habida en todo el periodo de vida de la peseta, una peseta de 1868, sería equivalente a 455 pesetas del año 1998. Dicho de otro modo si unos padres, hubiesen tenido la tentación de guardar una fortuna en el colchón con las primeras pesetas y sus herederos hubiesen seguido haciendo lo mismo, ahora no tendrían nada. Ese es el poder corrosivo de la inflación.

Incluso la peseta llegó a coexistir con otras monedas, como fue el periodo de enero y febrero de 2002, en los que también circulaba el euro. Durante la guerra civil la fuerte demanda de cobre y níquel, junto con el descontrol y caos total en el que estaba sumergido el país, hizo que muchos municipios, provincias o incluso sindicatos y organizaciones obreras se lanzasen a imprimir sus propios billetes, los cuales no contaban con ningún respaldo serio detrás. Es decir, el billete no decía aquella mítica frase de que «El Banco de España pagará al portador la cantidad de...», a lo cual seguían las firmas del cajero y el interventor de dicho organismo. Lugares como Herencia, Pozoblanco, Alcañiz o el Consejo de Asturias y León, imprimieron sus propios billetes, con el resultado que todos sabemos ya que nuestros 'belarminos' al acabar la contienda civil tenían un valor exactamente de cero.

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La implantación del euro, puesta en marcha bajo la idea del canadiense Robert Mundell, Premio Nobel de Economía del año 1999 y creador del concepto de ZMO (Zonas Monetarias Óptimas), supuso la integración de España en el euro, con lo cual perdió la posibilidad de manejar el tipo de cambio de su moneda, devaluando o revaluando la misma, lo cual puede ser algo muy útil en determinados momentos para impulsar el comercio exterior o potenciar el turismo. No obstante, teniendo en cuenta que salvo el excepcional periodo económico 2003-2007 en el cual hubo superávit, en España es habitual convivir con escandalosos déficits públicos, si no estuviésemos en el euro el tipo de cambio estaría en torno a 1 euro igual a 500 pesetas, lo cual hubiese alejado al país irremisiblemente de Europa. Además, la entrada del euro aportó una enorme comodidad ya que en las transacciones comerciales internacionales, en los viajes como turista al extranjero, etc. resulta muy útil no tener que efectuar cambio alguno lo cual simplifica las gestiones, elimina los costes cambiarios y hace desaparecer la incertidumbre respecto al tipo de cambio dentro del área euro.

Curiosamente, algo con un valor simbólico tan fuerte como la peseta, apenas tiene representación en la calle, salvo la excepción de una escultura en Estepona. En cambio a nivel popular es común que se llame a alguien 'pesetero' para describir su afán por el dinero, pero nunca he oído decir a nadie que es un «eurero».

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Con la desaparición de la peseta «se va la rubia más deseada».

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