El de ayer es un día especialmente triste para Avilés. Ha fallecido uno de nuestros vecinos más ilustres y que más lejos ha llevado el nombre de nuestra ciudad por todo el mundo: Enrique Rodríguez Cal, Dacal II. El dolor que sentimos al conocer la ... noticia se ha extendido también al mundo del deporte en general, y del boxeo en particular.

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Dacal se va cincuenta años después de convertirse en leyenda subiendo al podio en los Juegos Olímpicos de Múnich 1972 para recibir la medalla de bronce, la única presea obtenida por la delegación española en aquellos Juegos y la primera en la historia del boxeo español. Hasta ese momento, sólo ocho españoles habían logrado una medalla en unas olimpiadas. Una gesta que quedará marcada para siempre, con letras de oro, tanto en la historia del este deporte como en la de Avilés, ciudad a la que siempre ha estado muy unido.

El pasado mes de septiembre, toda la ciudad se involucró en el mayor homenaje realizado nunca a un deportista en Avilés. Un reconocimiento público plagado de figuras destacadas del mundo del deporte que finalizó en el pabellón que, desde aquel día y por decisión unánime del Pleno municipal, lleva su nombre: «Polideportivo Enrique Rodríguez Cal, Dacal II». Allí también se ubica desde entonces la escultura que rinde tributo a su figura, creada por el artista Amado González Hevia «Favila».

Dacal nació en Carreño, pero tuvimos la suerte de que, siendo muy joven, con motivo del traslado de su familia a Avilés, uniera su destino a nuestra ciudad. Fue en la Pista de la Exposición, en las instalaciones de la Asociación Atlética Avilesina -a la que el propio Dacal siempre se refería siempre como «el club de toda su vida»-, donde se comenzó a forjar la leyenda. Ahí comenzó una brillante carrera granada de intensos entrenamientos y grandes veladas de boxeo.

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El secreto de nuestro querido Dacal fue mantener siempre una entrega y respeto incondicional hacia su deporte, un firme afán de superación, una tenacidad diaria y un ejemplo de comportamiento ético deportivo, que lo convirtió en referente de los valores humanos en el deporte.

De Dacal nos quedará siempre, además de su enorme legado deportivo, su compromiso vital, peleando hasta el final contra una enfermedad que le ha hecho despedirse mucho antes de lo que todos y todas queríamos. Gracias a su actitud ante la vida, Dacal consiguió la mayor medalla que puede lograr un deportista, una persona: el cariño, el reconocimiento y la eterna admiración de su pueblo, como se ha visto estos últimos meses.

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No olvidaremos su carácter, su carisma, su cordialidad, su espíritu solidario y su compromiso con la sociedad. Su legado permanecerá entre nosotros y nosotras, y en nuestra memoria guardaremos siempre el respeto, y la admiración que le profesamos.

Dacal fue un adelantado del olimpismo español, un icono del boxeo nacional y una leyenda del deporte asturiano y avilesino. Nunca dejaremos de recordarle para que también las próximas generaciones conozcan la dimensión de su gesta deportiva y vital. Descanse en paz.

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