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Acceder al dinero nunca ha sido fácil, al menos para la mayor parte de la gente. Los entendidos dicen que tiene sus días contados. Las tarjetas bancarias y los sistemas telemáticos para manejar las cuentas lo están dejando fuera de uso. En algún país nórdico ... ya está fuera de circulación.
Aquí, en España, todavía no se ha llegado a tanto, pero es evidente que el efectivo cada vez resulta más prescindible, por supuesto avalado del correspondiente saldo bancario. Los simples teléfonos móviles facilitan comprar, pagar, transferir u otras operaciones para las que muchos todavía no estamos tecnológicamente preparados. Todo será cuestión de tiempo, desde luego.
Mientras, en España 637.500 personas no pueden manejar el dinero con la fluidez que requiere, porque no tienen acceso a ganarlo -que ese es otro problema- o a algún tipo de servicios bancarios que les permitan extraerlo o ingresarlo. Los bancos españoles alardean de que tienen más puntos de acceso a sus servicios -1,52 por cada mil habitantes- que la media europea. Pero sin duda una de las consecuencias de la llamada España vaciada es que ha dejado a los núcleos urbanos poco habitados sin acceso a este servicio, al igual que a los buzones de Correos.
Asturias, con una gran dispersión de la población, no aparece en las estadísticas como una de las regiones más afectadas. Pero sus núcleos rurales son reducidos y no se tiene en cuenta que una buena parte de los habitantes viven en caseríos y sufren tanto o más este problema. Hablar de la Asturias vaciada no es exagerar. Muchas veces los vecinos tienen que trasladarse decenas de kilómetros para acceder a una sucursal bancaria, cuya atención es cada vez más limitada, o a un simple cajero que -cuando no está inutilizado temporalmente por diferentes razones- les permita sacar efectivo. Esto obliga a las familias a algo tan poco recomendable como guardar dinero en casa, lo que siempre supone un peligro. Unido a otras tantas razones para escapar a las ciudades, donde los servicios son más normales, nada puede sorprender que los pueblos se vayan quedando vacíos y especialmente despoblados de jóvenes, que por mucha vocación rural que sientan se dan cuenta muy pronto de que la vida en el medio rural es más difícil.
Hay continuas advertencias del problema que genera el vaciado de una buena parte del territorio español. La primera medida es comentarlo menos por los políticos y ser conscientes de que buena parte de la solución requiere dotar a esas zonas de servicios, desde bancarios hasta informáticos, que permitan a sus habitantes vivir con las mismas comodidades que los demás. No parece fácil, desde luego, ni se observa ninguna actuación eficaz desde los gobiernos para resolverlo.
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