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Académicos a la greña

Académicos a la greña

Pocos científicos se hacen ricos; su patrimonio es su notoriedad. La ciencia es una tarea que exige confianza entre colegas y la desconfianza arruina su fama y su gloria, que también son objeto de competencia

Carlos Nores

Oviedo

Jueves, 23 de junio 2022, 02:18

Johan Beringer, decano de Medicina de la Universidad de Würzburg, hombre prestigioso por sus investigaciones y su praxis médica, fue víctima de una especie de broma que lo llevó a la tumba. Se dice que era famoso, terco y arrogante, con facilidad para granjearse enemigos. ... Como médico también estaba interesado en los objetos naturales curiosos. Cuando todavía se discutía la naturaleza y el origen de los fósiles, los buscaba, estudiaba y clasificaba en la caliza conchífera de los alrededores de su ciudad. A partir de 1724 comenzaron a aparecer fósiles cada vez más llamativos, con figuras de pájaros, ranas, arañas, insectos; incluso algunos con inscripciones en hebreo, una de las cuales formaba la palabra Jehová. Tan importantes parecieron los hallazgos que se originó un activo comercio de tales curiosidades, llegando a constatarse unas dos mil 'piedras figuradas'. El propio Beringer publicó dos años más tarde un libro titulado 'Lithographia Wirceburgensis' donde daba a conocer sus descubrimientos y solicitaba la colaboración de los especialistas para que le ayudasen a investigar el fenómeno. La leyenda dice que cuando apareció un fósil con su propio nombre se descubrió el engaño: según unos ni esta prueba lo sacó de su obstinación, según otros lo llevó a denunciar a las autoridades el engaño y según todos acabó muriendo a causa del disgusto. Lo cierto es que tres jóvenes que le habían vendido los fósiles fueron acusados de fraude. Ante el juez culparon a una cuarta persona de haberles inducido al negocio, que, a su vez implicó a dos profesores de la universidad que habían urdido el plan para desacreditar a Beringer «porque era soberbio y les despreciaba». El que apareció como principal promotor de la trama fue nada menos que Johann von Eckhart, discípulo y colaborador de Leibniz, padre de la investigación prehistórica en Alemania, que dividió la Prehistoria en las tres épocas que aún hoy se distinguen: la Edad de Piedra, de Bronce y de Hierro. Beringer consideraba que Eckhart era un oportunista, además de un «envidioso sabelotodo», que siempre quería ser la primera figura en todas partes. Choque de trenes. El burlado Beringer trató de recuperar todos sus libros para destruirlos, de manera que los que sobrevivieron son cotizados ejemplares de bibliófilo y las 'piedras figuradas' se pagan hoy en el mercado mucho más caras que los fósiles auténticos. La leyenda también dice que la vergüenza sufrida llevó al pobre médico a la tumba poco tiempo después. La verdad es que murió a los 73 años, catorce después de descubrirse el pastel.

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