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Recuerdo que allá por el año 2007 hice un viaje de estudios a Holanda con alumnos de bachillerato. Una noche, después de cenar, estaba previsto en el itinerario recorrer algunas calles de Ámsterdam. Entre otros lugares visitamos, alineados en fila en las calles estrechas, la ... zona de luces rojas a lo largo del canal Oudezjids Archerburwald. Sentí vergüenza ajena y fue una experiencia lamentable pasear con mis alumnos por este barrio de prostitución. Las mujeres se mostraban en sus escaparates de cristal ligeras de ropa. Algunas, al ver que mirábamos como si se tratase de objetos de museo, nos sacaban la lengua; otras, al observar la hilaridad y los ojos de sorpresa de las chicas y los chicos, cerraban las cortinas de su habitáculo. En Holanda la prostitución está legalizada. Eso significa que, en teoría, la ley convierte a las prostitutas en trabajadoras del sexo a todos los efectos. Cuentan con Seguridad Social, descansos, vacaciones pagadas, derecho a tener pensión de jubilación y, claro, pagan impuestos. La Constitución holandesa prohíbe obligar a ejercer cualquier actividad a la que la persona se niegue. Regular la prostitución pretende acabar con los proxenetas, la trata y la prostitución forzada.
Viene a colación la anécdota porque el pasado 23 de septiembre se celebró el Día Internacional Contra la Explotación Sexual. En España se abordó hace poco el problema de la prostitución, que se encontraba en un estado de alegalidad. El Congreso admitió en su día a trámite una proposición de ley, presentada por el Grupo Socialista, que pretende abolirla. La propuesta contó con el apoyo de Unidas Podemos y el Partido Popular. Se aprobó con 232 votos a favor, 38 en contra y 69 abstenciones. Los partidarios del abolicionismo creen que promulgando una ley se podrá erradicar la prostitución. Algunos son partidarios de regularla, como ocurre en Holanda. Otros piensan que habría que despenalizarla.
El debate en torno a si la prostitución es objeto de delito o no se abordó en el año 1875. El movimiento abolicionista tuvo su origen en países protestantes, después se internacionalizó. Las normas que se promulgaron al respecto en los distintos países variaban según los gobiernos y dieron lugar a la arbitrariedad y la injusticia ejercidas por la llamada 'Policía de las costumbres'. La represión se ejerció contra el sexo femenino y el cliente no arriesgaba nada al contratar el servicio. La venta del placer sexual constituía un delito para la mujer y no se reconocía el derecho de una persona adulta a prostituirse. Esta situación, un tanto paradójica, hizo que en Francia el ministro del interior E. Comles, en 1903, redactará un informe en el que decía que «la prostitución no entra en los cuadros delictivos y no puede ser juzgada más que por la conciencia individual». La Policía de costumbres fue abolida porque sus caprichos y detenciones arbitrarias, en la mayoría de los casos iban unidos a los oscuros intereses de los poderosos. En 1949 varios países adoptaron un convenio que estipulaba: «Será objeto de sanción toda persona que concierte la prostitución de otra, la induzca a prostituirse o la corrompa con el objeto de prostituirla, aún con el consentimiento de la persona que se prostituye». En 1963 la legislación española modifica el Código Penal de 1950. Desde 1963 a 1995 la ley fue claramente abolicionista, porque no hacía diferencia entre si la mujer da su consentimiento o no, y no penalizaba a quien se prostituía, pero sí al proxeneta. También se sancionaría lo que se denomina 'la tercera locativa', esto es, los establecimientos que ofrecen servicios sexuales. En 1995 se produjo un cambio sustancial en el Código Penal que despenalizaba el proxenetismo y la tercera locativa. Por lo que en el fondo legalizaba el derecho de terceros a lucrarse de las prostitutas y transformaba a los que las reclutan en 'empresarios'. Tan solo contemplaba sancionar a quienes inducen a menores o discapacitados, porque no tienen capacidad de autodeterminarse sexualmente. También se sancionaría a quienes inducen mediante el engaño o abusando de una situación de necesidad.
Por otra parte, convendría destacar que las mujeres a las que obligan a prostituirse son 'supervivientes', un concepto que refleja mejor su situación que el de 'víctimas'. Decía Linda M. Alcoff, en su magnífico libro 'Violación y resistencia', refiriéndose a las mujeres que han sufrido violencia sexual, que el término víctima suele ser estigmatizante. Sin embargo, 'supervivientes' es un término de resistencia. El concepto de 'víctima' es útil para calificar a quienes padecen desigualdad e injusticia, pero mantiene connotaciones vinculadas a lo jurídico y encaminadas a buscar culpabilidades personales. Sin embargo, no describe la estructura de la esclavitud sexual, porque el daño se ejerce no solo hacia las esclavas sexuales, sino también a la comunidad y a las familias de estas personas. El elemento estructural es el patriarcalismo, la educación de los varones y la insensibilidad social al problema.
El asunto es complejo: ¿qué hacemos, abolir o regular? Pues bien, desde mi punto de vista les diré que estoy de acuerdo en abolir, pero no la prostitución en sí (se equivocan de término en la proposición de ley) que me parece harto difícil mientras exista demanda, sino la esclavitud sexual (que es otra cosa) bajo la forma que actualmente conocemos. La hipocresía del derecho vigente hace que ante la falta de protección por parte del Estado, muchas prostitutas son 'protegidas' por proxenetas, cuyo oficio es ser tratante de esclavas, a las que obligan a prostituirse bajo coacciones y violencia; las explotan, las golpean si no sacan dinero suficiente o las matan para dar ejemplo. Eso es distinto a que una mujer se prostituya libremente, sin coacción, seleccionando a sus clientes y pueda vivir de ese trabajo si lo ha elegido. Ahora bien, si regular consiste en lo que vi en Ámsterdam en el barrio rojo, me parece una hipocresía, pues sería una actividad inscrita en el sistema que no va a la raíz del problema. Pero prohibir abocaría a las prostitutas a la clandestinidad. La prostitución solo desaparecerá cuando haya un cambio de conciencia moral y las personas no piensen en comprar o vender el placer sexual. ¿Se conseguirá?
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