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OSKAR BELATEGUI
Sábado, 16 de septiembre 2017, 05:00
En San Sebastián, al contrario que en Cannes, serán bienvenidas las películas producidas por plataformas de internet y las series de televisión. José Luis Rebordinos aboga por adaptarse a los nuevos tiempos y no comparte los temores de los exhibidores franceses, que, asustados ante la ... inclusión en Cannes de producciones de Netflix, lograron que el festival se comprometiera a que todas las cintas seleccionadas se vean después en cines.
José Luis Rebordinos (Rentería, 1961) entró a trabajar con 17 años en la Kutxa como botones. A los 19, fundó un cineclub en su pueblo y mientras ascendía laboralmente se quemaba las pestañas delante de la pantalla devorando miles de películas. Tras diez años en la caja de ahorros pidió una excedencia para ocuparse del área del Cine en el Ayuntamiento de San Sebastián y dirigió la Semana de Cine de Terror. De ahí dio el salto a hacerse cargo del principal acontecimiento cultural que se celebra en el País Vasco, el Zinemaldia. 'Rebor', como le llaman quienes trabajan con él, es, pues, un cinéfilo con formación empresarial, que en sus siete años al frente del festival ha conseguido aumentar el presupuesto hasta los casi 8 millones de euros actuales. Sin horas para dormir, el capitán de una nave que enrola a 650 personas no pierde nunca la sonrisa mientras aguarda a las entrellas en la puerta del María Cristina. Su afán por cuadrar las cuentas no le impide devorar la última película coreana de culto.
La séptima edición que comanda Rebordinos inicia así una nueva era. En la sección oficial se verán dos episodios de ‘La peste’, serie dirigida por Alberto Rodríguez (‘La isla mínima’), y en Zabaltegi competirá ‘La vergüenza’, otra serie también de Movistar. Los casi 3.000 espectadores del Velódromo se carcajearán con ‘Fe de etarras’, la nueva comedia de los autores de ‘8 apellidos vascos’ que solo se verá en Netflix.
– ¿Cómo vivió la polémica en Cannes?
– Con mucho respeto. Cannes es el festival más importante del mundo y respeto muchísimo en lo personal y lo profesional a su director, Thierry Frémaux. Pero cada festival, cada país, tiene sus circunstancias. Yo intento traer las mejores películas posibles. Y unas las veremos en salas y otras en dispositivos electrónicos. Buscamos lo mejor de lo audiovisual, no juzgamos si después se va a ver en una pantalla de cine. No nos corresponde discutir la legislación administrativa que determina las ventanas de exhibición.
– Rompe con toda una tradición cinéfila de ver las películas en las salas.
– Yo prefiero que el cine se vea en salas, pero muchas de las películas que he visto en mi vida ha sido en televisión. Es muy fácil hablar desde una gran ciudad con salas en versión original. Gracias a la VOD (vídeo bajo demanda) hay gente en un pequeño pueblo que puede ver más cine que nunca. La eclosión de las plataformas puede hacer que algunas películas no se vean en salas, pero las van a llevar a más público.
– Esta edición marca entonces un antes y un después.
– Es un festival que empieza a marcar una tendencia, una evolución de algo que se venía atisbando. El Zinemaldi es un reflejo de los tiempos, una fotografía del momento del cine. Un puzzle donde tiene cabida del cine ‘mainstream’ al más radical. Y después juzgáis vosotros, la crítica.
– Habla incluso de cine para dispositivos electrónicos. Es usted un provocador.
– No es ninguna provocación. Se dice que los jóvenes no van al cine, pero ven más audiovisual que nunca. Mucho más del que veíamos nosotros, pero de otra manera. No hay que ponerse nerviosos, yo soy optimista. Las cosas encontrarán su hueco. Habrá leyes proteccionistas para que las cosas no se vayan de madre. Ahora estoy revisitando la primera temporada de ‘Twin Peaks’. Y la disfruto en casa. También fue un gran cambio el paso del mudo al sonoro, la llegada del color, la televisión...
– ¿No teme que los exhibidores se molesten porque los festivales sean un escaparate de Netflix?
– Es que no vamos a ser un escaparate de Netflix ni de Amazon. La exhibición francesa y Canal Plus presionaron para que no hubiera pelis suyas a competición en Cannes. ¿Pero a alguien le parece sensato que tengan que pasar tres años para que una película pueda exhibirse en una plataforma, como ocurre en Francia? Yo hablo con distribuidores internacionales y están encantados con la aparición de Netflix. Porque les ayuda a financiar las películas, incluso las que se exhiben en salas. El DVD y el vídeo han desparecido, a mí, que soy coleccionista, me da mucha pena. Ha cerrado el último videoclub de San Sebastián. Pero es que los tiempos van cambiando. Lo que sí hay que conseguir es que todas las descargas sean legales. La piratería se ha vendido como algo progresista y a mí siempre me ha parecido lo más retrógrado.
– ¿Va a molestar ‘Fe de etarras’?
– Creo que no. Yo soy de los que piensan que al humor hay que ponerle muy pocos límites. Y el de ‘Fe de etarras’ es un humor en el fondo bastante blanco, poco malvado, aunque con sus cargas de profundidad. Este comando de ETA chapucero y ridículo, a la espera de cometer un atentado durante el Mundal de 2010, igual puede molestar a alguien, pero a mí me divierte mucho que nos riamos de ETA.
– Explíquese.
– Siempre he calificado a ETA de banda fascista y asesina. Hizo mucho daño a este país. Una vez que hemos conseguido darle la vuelta tenemos que intentar la reconciliación y pasar página sin olvidar. Acercarnos a aquellas épocas con humor es bueno. La película se ríe de las tonterías a las que hemos dado tanta importancia: las banderas, los himnos, la pertenencia. Y lo digo con respeto por el que se siente español y por el que no se siente. El problema es cuando convertimos los símbolos en algo básico. En un país lo más importante no es la bandera, sino la educación, la sanidad... El humor ayuda a desmitificar los nacionalismos exagerados. ‘Fe de etarras’ la disfrutará el que vaya con el espíritu abierto.
– ¿Con qué presupuesto cuenta este año?
– 7,9 millones de euros. Las aportaciones públicas constituyen el cincuenta y tantos por ciento y el resto son patrocinios y esponsors. Lo ideal sería tener 9 millones, no para hacer un festival más grande, sino para movernos con comodidad. Aguantamos porque todo el mundo quiere estar en el festival, lo quieren mucho. A partir del año que viene apostaremos por traer prensa internacional. Ya viene mucha industria, 1.500 acreditados. Ahora queremos a la BBC, el ‘Washington Post’... El año que viene celebraremos un encuentro con medios importantes. Mi compromiso como director es seguir cuatro años más.
– Agnès Varda marca un nuevo rumbo en los Premios Donostia.
– En mis siete años como director hemos creado nuevas secciones –Savage, Culinary Zinema– y un nuevo perfil de programación, con cine de género y propuestas más radicales. No me gusta que los Premios Donostia se asocien solo al glamour. Si la mejor actriz del mundo no es hiperconocida dicen que no es un buen premio. Agnès Varda abre un camino en los Donostia a seguir en próximos años. Admiramos profundamente a una señora que a sus ochenta y tantos años sigue haciendo cine con tanta frescura. Dentro de doscientos años se estudiará a Varda.
– San Sebastián reúne la Filmoteca vasca, el Zinemaldia, salas en versión original, Tabakalera, la nueva Escuela de Cine Elías Querejeta... Un edén para cinéfilos.
– Es una ciudad que vive el cine por los cuatro costados. Ha habido una apuesta pública por el cine, una tradición de cineclubs y una empresa privada a la que le gusta el cine y que ha formado a generaciones de espectadores en los Príncipe y los Trueba. Y ahora, Tabakalera. Con 186.000 habitantes no hay nada en el Estado que se le puede comparar. Los que amamos el audiovisual somos muy afortunados de vivir en esta ciudad.
Borja Cobeaga. 'Fe de etarras'
«Hace años en ETA se comía de la hostia». Es uno de los diálogos de ‘Fe de etarras’, la nueva película de Borja Cobeaga coescrita junto a Diego San José, que se estrenará en Netflix el 12 de octubre sin pisar un cine. Antes se verá ante casi 3.000 espectadores en el Velódromo. Los autores de ‘8 apellidos vascos’ –la cinta más taquillera del cine español– dan un paso más allá a la hora de reírse del ‘problema vasco’ y se atreven con una película protagonizada por un comando etarra atrincherado en un piso franco, que espera una llamada para cometer un atentado. Mientras, comen croquetas, juegan al Trivial y, sobre todo, tratan de no empaparse de la marea de españolidad que les rodea al coincidir su espera con el Mundial de fútbol de 2010 que ganó La Roja.
Jon Garaño y Aitor Arregi. 'Handia'
La película vasca más esperada del año reconstruye la vida de Miguel Joaquín Eleizegi, el Gigante de Altzo, que con sus 2,42 metros fue el hombre más alto del mundo a mediados del siglo XIX. Los autores de ‘Loreak’ regresan con otra cinta en euskera de cuidadísima factura, que toma como pretexto un personaje real para reflexionar sobre la realidad y la leyenda, la tradición y el progreso. ‘Handia’ bebe de múltiples influencias de sus cinéfilos directores, de ‘Vacas’ a ‘La hija de Ryan’, y combina el intimismo con la espectacularidad de un filme de época con efectos especiales para recrear a su enorme protagonista. Al igual que ‘Loreak’, que acabó representando a España en los Oscar, ‘Handia’ tiene asegurada una larga carrera internacional.
Manuel Martín Cuenca. 'El autor'
El quinto largometraje de ficción del director de ‘Caníbal’ y ‘La flaqueza del bolchevique’ adapta una novela de Javier Cercas, ‘El móvil’. Su protagonista es un aspirante a escritor que saborea el plato repentinamente amargo de ver a su pareja (María León) recibiendo un premio literario. En busca de inspiración y experiencias que llevar al papel, moldeará y ficcionará su realidad más próxima para escribir el libro que le lleve a la fama, manipulando a vecinos y amigos. «Lo que me encantó de la novela es la ambigüedad de no saber si su protagonista es un completo idiota o un genio en ciernes», asegura el director. ‘El autor’ es un retrato de la osadía y la obsesión que conllevan la creación artística con una interpretación de altura del enorme Javier Gutiérrez.
Fernando Franco. 'Morir'
El título de la nueva película de Fernando Franco, que debutó en 2013 en San Sebastián con ‘La herida’, avisa sobre su intensidad dramática. Marian Álvarez y Andrés Gertrúdix protagonizan este retrato de una pareja ante una situación límite cuando la enfermedad hace su aparición. «‘Morir’ habla de la fragilidad del amor», defiende su director, que toma como lejana inspiración una novela de Arthur Schnitzler. «El reto era confrontar al espectador con contradicciones, intentando que las haga suyas, de tal manera que la línea de la empatía sea quebradiza por no encajar en un molde predefinido». El ganador del Goya al mejor director novel ha rodado en escenarios del País Vasco una cinta que se verá en San Sebastián fuera de concurso.
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