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Honestidad, profesionalidad y dominio del método. En esas tres virtudes se sustenta la pintura de Ramón Prendes, un pintor singular nacido en Gijón en 1950 que el martes dijo adiós a la vida dejando dolido, huérfano y enmudecido al mundo del arte. Mares, cielos, ... horizontes y elementos verticales alimentaron la armonía de la paleta de un hombre que encontraba la belleza y la habitaba. Vivía en la casa de El Bibio que en 1920 construyó Manuel del Busto, abuelo de la que fuera su mujer, Paloma del Río, y del también desaparecido pintor Javier del Río, y allí, entre música oriental, entre el silencio y con el gusto del eremita, trabajaba el pintor que perdió a ambos en un breve lapso de tiempo.
Prendes había viajado a Sevilla para estudiar Arquitectura en 1968; allí conoció a Javier del Río y ambos decidieron que su pasión eran los pinceles, que querían ser pintores. Fue en el corazón de los Picos de Europa donde tomaron esa decisión, porque era la naturaleza otra pasión, compartida también por quien fue su galerista, Amador Fernández. Fue uno de esos artistas vinculados a Cornión, admiradores todos ellos de Valle y Piñole, de Aurelio Suárez, de Carmín y Antonio Suárez.
Compusieron un grupo que es fundamental en el arte contemporáneo asturiano, al que Ramón Prendes aportó una plástica colorista, poética y onírica de raíces figurativas. A él, más que el resultado, le interesaba el proceso para llegar. Lo suyo era trabajar en el presente y «evitar cualquier condicionante que se entrometa en ese instante donde se funden vida y cultura».
Era desbordante la imaginación de un hombre que acumulaban piedras, fósiles y elementos extraños recogidos en las playas en su estudio y que realizó su primera exposición en 1975, con el añorado Javier del Río. Tuvo buenas críticas aquel estreno de quien anteponía, solía decir, la sinceridad a la belleza y que decía no preocurse por el destino de sus obras. Pero entre sus destinos, colecciones públicas como la del Museo Casa Natal de Jovellanos, que cuenta con dos piezas con su firma. Se trata de una composición en técnica mixta sobre papel que fue donada por el autor y un óleo adquirido para la colección municipal en 2003.
Padre de dos hijos, esa hermosa casa que Del Busto construyó para vivir él fue su hogar y el punto de inspiración para su obra, siempre singular, única y cautivadora.
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