![Iron Maiden en el Congreso](https://s3.ppllstatics.com/elcomercio/www/multimedia/2023/07/02/meana-kglH-U200683690515PMB-1200x840@El%20Comercio.jpg)
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Hoy voy a ser rancio. Voy a ser 'super repunante'. Voy a surfear la cresta de la 'ola reaccionaria' del gran Garzón. Porque voy a defender que hay que vestirse con decoro en el Congreso de los Diputados (también defiendo que no se puede hacer ... el juramento por cualquier chorrada que se te ocurra, pero eso llevaría otro artículo). El vestir, señores. Eso de entrar en la cámara de representación de los ciudadanos con una camiseta de Iron Maiden, pues no. Es necesario un código de vestimenta, no te digo ya corbata (aunque también), pero una chaqueta y una camisa y unos zapatos, pues sí, es lo mínimo. Porque es una institución. Porque es necesario el respeto a los demás. Porque es un rito, y en los ritos, la forma es el fondo. Con Abascal estoy de acuerdo en muy pocas cosas, pero una es esto que dijo en el Congreso: «Hagan el favor, por favor, de observar a los ujieres, a los policías, a los camareros, a las taquígrafas, que vienen aquí dignamente uniformados y vestidos por respeto a esta institución, a lo que representa y a todos ustedes y que merecen de ustedes al menos el mismo respeto o más».
Chanclas, camisetas de tirantes, Acid Smileys, camisas hawaianas… Pues sí, soy super repunante, porque fuera del chiringuito, es todo muy quinqui, y me recuerda a Chateaubriand: «Los excesos de la libertad sólo conducen a la tiranía; esta, al degradarnos, nos hace incapaces de independencia: Tiberio no devolvió la República a Roma, sólo dejó tras de sí a Calígula». Irene Montero liándose un cigarrito en su escaño es el primer paso hacia el abismo. Los ritos se respetan, porque, como escribía Jean Daniel, la solidez del ceremonial y la fe inquebrantable en él preserva las instituciones. El cargo que uno tiene no sólo se ha de ejercer, también se ha de vestir, porque a ver quién compra el pan a un panadero que vaya vestido de guardia civil, y viceversa, quién respeta a un benemérito que bajo la guerrera lleva una camiseta de Metallica. No es asunto superfluo. Si recuerdan el famoso discurso que suelta Miranda Priestly en 'El Diablo viste de Prada' sobre la industria de la moda, pues eso. El mismo Felipe se cayó del guindo y sustituyó la pana (que en su momento era el código de vestimenta socialista), por una chaqueta en condiciones, como señal de respeto a la disciplina del hemiciclo.
Recuerdo uno de los lemas de la Wehrmacht durante la Segunda Guerra: Wir sind, scheinen nicht (nosotros somos, no parecemos). La cosa es que no sólo eran, también parecían; de hecho, eran los que más y mejor parecían, con aquellos uniformes tan espectaculares como terribles diseñados por Hugo Boss. Cuando tú te crees por encima de las convenciones, en ese estado mental tan adolescente, lo único que consigues es, en la mayoría de los casos, un fracaso, y en otros, una parodia. Pruebe a ir a una entrevista de trabajo con un polo roto. Se trata de convencer, de transmitir confianza, de mostrar que te preocupas lo suficiente como para comprarte una camisa y una chaqueta. Es una cuestión de sentido común. Cuando veíamos al sobradísimo Alberto Rodríguez con sus rastas y sus camisetas chungas teatralizando su representación del proletariat, en medio de la sobriedad y la augusta historia del Congreso, daba un poco de grima. Cuando veíamos a Manuel Castells (un señor tan mayor) con esas camisetas 'teenager' de colores arcoíris y proclamas feministas, yo pensaba que qué bien, ha vuelto el verano del amor y a ver si tiene algún punto de ácido para compartir. Por no hablar de las chaquetas dos tallas más grandes del felizmente tuitero Iglesias. Hay que saber estar, hombre, y algunos ya son 'mayorinos' para no saber. Ética y estética van más unidas de lo que parece. El hábito hace al monje. Anguita se puso una chaqueta. Yolanda Díaz también se viste. Incluso Garzón se compró un traje. Qué lejos parece ya la polémica por el rifirrafe entre Bono y Miguel Sebastián porque este último no llevó corbata con la excusa del calor. Son ya daguerrotipos decimonónicos.
Resulta evidente que el personal quiere llamar la atención, marcar distancia de clase, hacer ver que no son 'casta'. Pero si cobras 7.000 euros al mes más prebendas y coche oficial, todo queda un poco ridículo, un paripé importante. Puedes ser de izquierdas y ponerte una chaqueta para ocupar tu escaño con dignidad, y cuando estés de campaña, te pones la chupa de cuero y banda sonora de Barón Rojo (todo este cuento vale igual para la Junta General del Principado, obviamente). En todo caso, creo que esto también está relacionado con el juramento constitucional (me temo que no puedo pasar de puntillas sobre el tema). El Tribunal Constitucional ha dejado pasar una oportunidad fantástica para regular el asunto. Los famosos juramentos ampliados de Junqueras y demás harka, las muestras de creatividad torticera, todo eso, lo de no ser serio a la hora de jurar, degrada las instituciones, exactamente igual que ocupar tu escaño con unas chanclas. Porque todo es un símbolo que opera sobre la realidad, y si alguien cree que los símbolos no tienen importancia, puede echarle un vistazo a cualquier estudio de Joseph Campbell o Mircea Eliade. Uno se puede cagar en los símbolos, pero estos seguirán en pie mil años después de que haya desaparecido. Ya digo, con este tema soy muy rancio, porque yo, en algún momento, también pensé que estaba por encima de las convenciones, pero el baño de realidad lo bueno que tiene es que te despierta como una ducha de hielo.
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