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El urbanismo asturiano ha perdido a uno sus principales capitanes, Ramón Fernández-Rañada Menéndez de Luarca (Oviedo, 1943). A los 80 años se apagó este lunes la vida de un arquitecto extremadamente inteligente, trabajador y tenaz en sus convicciones que blindó con lucidez y visión ... de conjunto, y de futuro, la costa asturiana de la especulación y la masificación como autor del Plan de Ordenación del Litoral Asturiano (POLA) -reconocido con el Premio Europeo de Urbanismo en 2006- y del Plan Territorial Especial del Suelo no urbanizable de Costas de Asturias (PESC) -Premio de Urbanismo Español en 2017-. Un maestro que configuró urbanísticamente Gijón, Avilés y Siero a partir de la década de los ochenta; gran estudioso del monte Naranco -en los noventa redactó un plan especial- y experto en la zona rural. Actualmente colaboraba en el diseño del Plan General de Ordenación de Oviedo. Intervino, además, en la vida social y política del país, como fundador de la Junta Democrática de Asturias.
«Era un referente en materia de urbanismo en Asturias, España y Europa, con premios que lo acreditaban», elogió ayer su compañero de equipo en la revisión del planeamiento ovetense, Víctor García Oviedo. «Un paisano de la profesión», añadió, de mente brillante y comprometido: «Todo lo que tienen los grandes genios». Por tanto, reivindicó que Asturias ha contraído una deuda con él y que Oviedo le debe un homenaje.
Con esa «cabeza privilegiada», una enorme curiosidad por diversas disciplinidas, lector voraz y un sentido del humor enorme, y muy particular, Fernández-Rañada proyectaba con mucha intensidad sin pensar en guardar los planos. Le apasionaba su profesión y cuidaba minuciosamente los detalles. Activo hasta el final, solo le apartó de la Arquitectura su ingreso en el Hospital Universitario Central de Asturias (HUCA) hace unas semanas. Su estado de salud se complicó este fin de semana y falleció de madrugada.
El funeral se celebrará este martes, a la una de la tarde, en la basílica de San Juan el Real. La capilla ardiente para dar el pésame a su viuda, María Elena Lobato de Blas, está instalada en el tanatorio de los Arenales. Por allí, para arropar a su familia, desfilaron este lunes numerosas personas; entre ellas el alcalde, Alfredo Canteli, y el concejal de Planeamiento, Nacho Cuesta.
Su fallecimiento ha provocado una marea de muestras de tristeza en toda la región. Todo elogios hacia su trayectoria. El presidente regional, Adrián Barbón, lo definió este lunes como el «principal ideólogo» del urbanismo asturiano y recordó, de su etapa como alcalde de Laviana, la labor del ovetense en el diseño del Plan General de Ordenación Urbana de Laviana que fue aprobado por unanimidad». «Un urbanista de referencia», añadió el alcalde, «y una de las mentes más preclaras en la planificación del territorio de Oviedo y Asturias».
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Criado en Oviedo, era el cuarto de cinco hermanos de una familia con mentes brillantes: su hermano Antonio (Oviedo, 1939-Madrid, 2022) fue una eminencia en el mundo de la física. Desde muy pequeño, Ramón mostró enormes dotes para el dibujo, formándose en el estudio de Eugenio Tamayo. Una habilidad especial a la que dedicó su vida. A los 17 años, a inicios de la década de los sesenta, dejó Oviedo para formarse en Arquitectura en Madrid. Dentro de las aulas siempre destacó como un excelente alumno. Pasaba de curso sin ninguna dificultad y con notas sobresalientes. Compartió estudios con Arturo Gutiérrez de Terán y más tarde despacho y numerosos proyectos. «Era muy especial, una gran persona y como todos tenía sus pecularidades. Es de las dos o tres personas más cualificadas en materia urbanística de Asturias», le definió.
Tras terminar los estudios de Arquitectura, luego se especializó en Urbanismo y Restauración de Monumentos en Glasgow y Roma. De mente despierta, se formó también en Filosofía y luego en Sociología. En esa etapa universitaria se vinculó a movimientos de izquierdas; primero, en 1963, en el Sindicato de Estudiantes Universitarios Madrileño, entonces un hervidero antifraquista. Llegó a presidir la Junta Democrática y luego la Platajunta, pero finalmente decidió cerrar esa etapa en la política, aunque no abandonó su activismo social, pensando que la forma de cambiar la sociedad era a través del urbanismo y no la arquitectura. Entre sus batallas, en este caso perdida, la conservación del Palacete de Concha Heres.
A su vuelta, tras su etapa en el extranjero, comenzó una trayectoria prolífica en su tierra. En los años ochenta, apenas el 5% del suelo tenía el planeamiento aprobado. Fernández-Rañada, además de ser el gran artífice del urbanismo de Gijón, Avilés y Siero, ha trabajado en los planes de Cabranes, Sariego, Sariego, Riosa o Nava, en planes regionales y en el proyecto de protección paisajística de la Ría de Villaviciosa, la propuesta de ordenación del campus de El Milán y del campus de Gijón.
«Era una persona muy inteligente, muy lúcida y con un gran sentido del humor. Comprometido y valiente en la época de la transición y un gran urbanista», indicó Miguel Casariego, decano del Colegio de Arquitectos de Asturias, al tiempo que destacó esa destacada carrera como urbanista. Fernández Rañada también participó activamente en la mejora de la profesión. De 1975 a 1978 fue presidente de la Delegación de Oviedo del Colegio Oficial de Arquitectos de León y Asturias. De aquella época se acordó ayer el arquitecto Javier Calzadilla. Fueron contrincantes en las elecciones a la presidencia. Ramón le ganó por un voto. Bromaban con eso años después. «Hemos vivido muchas cosas juntos desde las juntas directivas del colegio con Galicia, León y Asturias; ha dejado una excelente huella y en la región deja documentos urbanísticos muy importantes». El Plan General de Oviedo, sin culminar, será su último legado.
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