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G. Maese / I. Villar
Gijón
Domingo, 21 de julio 2024
La comunidad jesuita despidió en la localidad vallisoletana de Villagarcía de Campos al padre Manuel Laínz Gallo, fallecido con 101 años y que pasó gran parte de su vida (61 años) en Gijón. Fue profesor de la Universidad Laboral e investigador en el ámbito de la Botánica, dejando como legado a la ciudad, en 2004, un extenso herbario con miles de pliegos en los que están representadas el 90% de la flora ibérica –una de las más ricas del territorio iberomediterráneo solo por detrás de Turquía– y especies del resto de Europa, norte de África y América.
Propiedad de la Compañía de Jesús, pero con su uso cedido al municipio, desde hace dos décadas este herbario fruto de cientos de salidas a la naturaleza –muchas al entorno de los Picos de Europa– y de intercambios con expertos de todo el mundo se custodia y gestiona en el Jardín Botánico Atlántico. Pero además el padre Laínz también cedió al Ayuntamiento una biblioteca botánica formada por más de 3.500 libros, revistas, separatas, manuscritos y epistolarios. El depósito de todos estos documentos se completó en 2017, cuando el jesuita abandonó la comunidad del colegio de la Inmaculada, donde había estado viviendo desde 1978, para trasladarse a Villagarcía de Campos, donde acaba de fallecer.
El actual conservador de colecciones del Jardín Botánico, Luis Carlón, dedicó su tesis a este herbario y al trabajo desarrollado para su elaboración por el padre Laínz, a cuyo funeral asistió ayer en Valladolid. «En términos geográficos tiene un valor muy importante para el territorio que él consideraba coloquialmente 'su barrio', que es toda la cornisa cantábrica y su prolongación hasta el Duero, incluyendo todo el norte de Portugal. Es un herbario muy rico, con representación de toda la flora vascular y helechos de ese territorio». Aparte del valor intrínseco de esta colección botánica, Carlón destaca del jesuita «su manera de trabajar, que era muy rigurosa. En una época en la que no había la tecnología con la que trabajamos ahora, ponía mucho afán en comprobar hasta el último detalle». Explica en este sentido cómo «con la bibliografía, puedes encontrar una planta en la montaña y llegar a la conclusión de que corresponde a una determinada especie. Pero en botánica es imprescindible contar con muestras de referencia para comparar. Y él se aseguraba de tener ese material de cotejo a través de intercambios de muestras con otros investigadores de toda Europa, para tener el material original. Llevó la comprobación a unos extremos entonces muy difíciles». El conservador del Botánico destaca también, en una época en la que todo está digitalizado, el «valor histórico» de ese herbario, cuyos datos siguen siendo consultados hoy en día «por estudiosos de todo el mundo».
Natural de Santander, donde nació en mayo de 1923, el padre Laínz ingresó en la Compañía de Jesús en 1939, realizando su noviciado, juniorado y magisterio entre Carrión de los Condes y Salamanca. Se ordenó sacerdote en Comillas, donde además entre 1945 y 1956 estudió en diferentes etapas Filosofía, Teología y Ciencias Naturales. A la Universidad Laboral de Gijón llegó en 1956.
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