Fallece José María Toyos, alma durante 43 años de la Agrupación Artística Gijonesa

La Agrupación Artística Gijonesa ha perdido a su 'alma máter'. El corazón de José María Toyos, que presidió la entidad durante más de cuatro décadas, desde 1981 hasta la fecha, se apagó el martes a los 93 años y deja una profunda huella en la entidad, de la que estaba «profundamente enamorado. Sentía vocación por ella», según recordaban ayer quienes mejor lo conocían.

Su primer contacto con la agrupación fue en los años setenta a través de su hija pequeña, Mari Cruz Toyos, que empezó a cantar de niña. El reconocido colaborador de EL COMERCIO Gonzalo Mieres, ya fallecido, apostó entonces por el talento de Mari Cruz y aconsejó tanto a Toyos como a su mujer, Palmira Suárez, entrar en la entidad. El entonces presidente de la agrupación –nacida en 1954– Juan Martínez Rebollar, 'Marty', y Toyos se conocían y 'Marty' lo nombró vicepresidente cuando la agrupación estrenó su primer local en El Llano. Más tarde, al dimitir Rebollar, Toyos asumió la presidencia en funciones y en 1981 ganó las elecciones, unos comicios que, en cuatro décadas, nunca llegó a perder. Con él empezó una etapa de gran crecimiento y promoción con la participación de varios artistas –Gonzalo Anatole y su propia hija Mari Cruz– en populares programas de Televisión Española, como 'Gente Joven'. De su elenco artístico «salió gente muy buena», como Jesús Miguel, José Manuel Iglesias, el tenor Alejandro Roi Victorero (hijo de una prima de Toyos), Carlos Blanco, Mari Sol López o Ceferino Otero. Y hasta la mismísima Luz Casal, quien en un programa de televisión reveló que la primera vez que se subió a un escenario fue en la Agrupación Artística Gijonesa.

El abogado Marcelino Abraira, amigo personal de Toyos y a quien conocía desde crío –«cuando iba a ensayar y salía a cantar en los festivales de los viernes»–, decía ayer orgulloso que «fue él quien levantó la agrupación». Tal fue el éxito, que el local se llenó pronto y Toyos, no sin cierta ambición, buscó otro de mayor tamaño. «Acudía mucha gente y no cabíamos en el salón», rememoraba él mismo en 2018 en las páginas de este periódico. Entonces, en 1985, encontró el local de Severo Ochoa. Era un pabellón «lleno de columnas» que consiguió comprar avalándolo él mismo, ya que la directiva era reacia a tamaña inversión. Para salir adelante y pagar la reforma, comenzaron a funcionar como sala de fiestas los jueves, sabado y domingo, con dos entradas: una por la tarde hasta las once de la noche, y otra de madrugada, hasta las tres de la mañana. «Sin él, la sede actual no existiría», subrayaba Abraira y Paula Guerra, quien asumió las riendas de la entidad hace más de tres años, asentía a su lado, haciendo alusión a las mejoras que se fueron haciendo en dicho edificio. La familia –su esposa Palmira y sus hijas, María Elena y Mari Cruz– recibieron ayer el cálido abrazo de cuantos le querían. Aun con su avanzada edad y pese a una etapa convulsa en 2019 por las discrepancias de algunos miembros de la directiva por la gestión, siguió siendo presidente. «Se va una persona maravillosa, honrada e íntegra», subrayaban sus amigos.

Niño de la guerra, embarcó a Burdeos con su madre y algunos familiares, y después se trasladaron a Cataluña. «Cuando las tropas nacionales subían por Castellón, nos metieron en un convoy con destino Puigcerdá, al lado de la frontera», rememoraba. Pasó dos años en Le Vigan, al sur del país galo, y después regresó a Asturias, a Caravia, con su abuela, a «allendar vaques. Al final, relataba, «logré estudiar con los 'baberos' y sacar Maestría Industrial». Más tarde, trabajó en Ensidesa Avilés. Tuvo un pasado futbolista, habiendo comenzado en el Ceares y pasado después por La Calzada, el Deportivo Gijonés, Arnao y Cudillero. «Con el Deportivo llegué a entrenar en El Molinón, donde ejercíamos de 'sparring' para el Sporting».

La celebración de la palabra, de cuerpo presente, tendrá lugar hoy a las cuatro de la tarde en la capilla del tanatorio de Cabueñes.

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