Los coches eléctricos han venido para quedarse, aunque todavía convivirán muchos años con los de propulsión térmica. En estos momentos sus elevados precios, la autonomía en largos recorridos, y la escasez de puntos de recarga, hacen que sea una minoría los compradores que se deciden por este tipo de vehículos, pero con el tiempo, y cuando estos problemas se vayan resolviendo se impondrán en un mercado electrificado.
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De todas formas, la energía definitiva encargada de alimentar las baterías de los coches eléctricos será el hidrógeno. La producción de hidrógeno a partir de energías limpias como la eólica o la solar para alimentar las plantas donde se realice la electrólisis del agua para generar el hidrógeno, será el punto de partida para el despegue de esta tecnología conocida desde hace muchos años.
El problema del hidrógeno es su almacenamiento y distribución a través de las 'hidrogeneras' (gasolineras de hídrógeno), que actualmente existen muy pocas, y las que hay suministran a grandes empresas.
Los vehículos movidos por hidrógeno utilizan una 'pila de combustible' que se recarga en una hidrogenera, y pueden proporcionar autonomías superiores a los 600 kilómetros en uso eléctrico. Un procedimiento barato, porque su origen es el agua, y que será el combustible del futuro.
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