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La ardua labor de encontrar un sitio para aparcar, que en ocasiones llega a ser prácticamente imposible, no solo es capaz de desesperar los nervios de los conductores, sino que también agudiza el ingenio. Es, por este motivo, que las diferentes maneras de «guardar un sitio» a un coche, se han convertido en un tema de candente actualidad.
Una de las prácticas más comunes tiene como protagonistas a los peatones, pues es habitual que, a la vista de un hueco libre para aparcar, una persona se baje del coche y ocupe el sitio hasta que el conductor logre ubicar en él su vehículo. Esto puede ser necesario porque el usuario en cuestión sea más rápido a la hora de llegar, o porque el conductor precise realizar diferentes maniobras. En ese momento, es crucial impedir que otro usuario se haga con el preciado aparcamiento.
Pero se trata de una práctica que, aunque habitual, no está recogida por la ley, por lo que puede generar diferentes problemas en torno a la validez o no de este tipo de reserva. «Mientras exista refugio, una zona peatonal o algún otro espacio adecuado, los peatones no podrán permanecer detenidos en el arcén ni en la calzada, ni aunque sea a la espera de un vehículo, ya que para subirse tendrán que esperar guarecidos a que este se encuentre a su altura», recoge el Código Vial.
En este sentido, la práctica que sí encuentra trabas es la que se refiere a los coches que ocupan dos plazas al aparcar en medio de las mismas, impidiendo que otro usuario pueda hacer uso de ellas. En estos casos, llamar a la grúa estaría justificado, ya sea porque el conductor quiera reservar el lugar que queda a su lado a un segundo vehículo o porque quiera impedir la cercanía de otro usuario.
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