Con las normas anticontaminación dictadas por Bruselas se está poniendo el foco especialmente en el automóvil, cuando la industria automotriz ha sido la que más ha invertido en controlar las emisiones contaminantes. De hecho, muchos fabricantes se van a adelantar en años a la fecha marcada de 2035 para dejar de fabricar motores térmicos. Los negacionistas del automóvil, y de ellos en Gijón hay varios que quieren erradicar los vehículos del centro de la ciudad, se olvidan del concepto que significa conducir un coche. Este invento, que sirve para desplazarse y disfrutar, es la segunda compra más importante en una familia después de la vivienda, e implica tener acceso a la libertad. La libertad de movimientos para desplazarnos donde queramos y cuando queramos sin tener que depender de nada más. Esa libertad, como la de encender la calefacción para no pasar frío en invierno que también emite contaminación, tiene un precio, y es el precio del progreso. Evidentemente hay que controlar las emisiones y se está haciendo para dejar a nuestros hijos un planeta mejor, pero no se puede prohibir y limitar el uso del automóvil basándose en ideologías populistas, que incluso van en contra de sus principios porque están coartando el espíritu de libertad que significa conducir un automóvil.
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