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Nervios, incredulidad y tranquilidad. Por ese orden, esta es la sucesión de sentimientos que acompañan a los afortunados ganadores de la Lotería de Navidad. Los nervios, y también la emoción, llegan en el momento en el que los niños de San Ildefonso cantan el premio o cuando una llamada informa a los más despistados. La incredulidad se traduce en un «¡Pero si yo pensaba que nunca tocaba!» y la tranquilidad, superado lo anterior, es esa sensación de comprobar que el premio, sea cual sea, ofrecerá cierto desahogo en los años venideros. Hacienda se lleva un 20%, sí, pero casi todos los que han pasado por ese trance que todos querríamos para nosotros coinciden en que lo de levantarse todos los días para ir a trabajar se encara de otra manera. Así lo cuentan algunos de los asturianos que han sido premiados en los últimos años.
Ángel Martínez Repinaldo lo recuerda mientras disfruta de unas vacaciones. «Me acabo de poner el bañador porque voy con mi nieta a la piscina. Para eso sí que ha servido el premio de la Lotería», bromea el propietario de Casa Repinaldo, en Candás, donde el año pasado cayó un cuarto premio que repartió 35 millones. Un año después, su día a día no ha cambiado. «Seguimos trabajando 14 horas diarias», apunta el hostelero que, pasados los 50, reconoce que el décimo que llevaba no le ha dado para jubilarse. No obstante, a las puertas de la Navidad ha cerrado el negocio y se ha cogido unos días de descanso que, si bien antes del premio solían durar 10 días, «ahora se pueden alargar un poquito más». Se nota que ya degusta esa sensación de tranquilidad que el premio del sorteo ha dejado en su familia y recuerda que el último 22 de diciembre la alegría trajo también a su mente recuerdos de épocas peores. «Salía de un momento complicado porque me habían engañado en un negocio que tuve en Gijón y estaba superándolo», recuerda.
También en una situación difícil recibió la noticia un joven tapiego de 33 años que prefiere mantener el anonimato. El año pasado ganó 100.000 euros gracias a una participación de cinco euros que su madrina le había comprado en Villalba (Lugo) y que resultó premiada con el Gordo. A este comercial le cogió la noticia en el hospital de Jarrio, donde llevaba días ingresado por una operación intestinal. «Llamó mi madrina y me dijo que me había tocado. Me quedé a cuadros, pero yo no lo recuerdo con mucha alegría en ese momento porque estaba realmente mal. Luego sí», aclara entre risas quien esos días se convirtió en 'el chico al que le tocó la lotería', para el personal del centro. Una vez fuera siguió siendo el mismo de siempre. «Hacienda se llevó 20.000 euros antes de cobrarlos y el resto está prácticamente en el banco. Hay que juntar, como las ardillas. Le compré un coche a mi hermana y me di algunos caprichos. No te haces rico pero estás más respaldado», dice.
En la misma idea incide Ángeles Laverde, a quien en 2006 le tocaron 50.000 euros de un tercer premio gracias a un décimo comprado a «a última hora» en el centro comercial Los Prados,de Oviedo, donde trabajaba. Esta candasina, que no se reconoce muy jugadora de la Lotería de Navidad y que ese año solo llevaba ese décimo, fue un poco más afortunada en cuanto al tema de Hacienda, porque de aquella se llevaba un porcentaje más bajo del premio. «Con dos hijos estudiando, te puedes imaginar a dónde fue a parar la mayor parte del premio», apunta Laverde quien, además, había compartido la suerte con su hermana. «El dinero te viene genial, pero ni dejas de trabajar ni dejas de tener preocupaciones», analiza doce años después. Echando la vista atrás, asegura que no se lo podía creer, «siempre pensaba que la Lotería no tocaba y me tocó». Recuerda que fue una alegría muy grande y que cuando se enteró no se atrevía a mirar el número. Luego fue a una cafetería del centro comercial y, cuando vio a la los periodistas, prefirió ser discreta: «Me preguntaron si me había tocado, dije que no y me fui». Agradecida por la suerte, Ángeles Laverde asegura que sigue siendo muy poco jugadora y se pregunta qué pasaría si el premio hubiera sido más elevado. «Muchas veces lo pienso y creo que no sabría que hacer. No me gustaría que mi vida cambiase. Yo quiero seguir como estoy», reflexiona.
El tercer premio que había caído en Oviedo también salpicó a Avilés. En la cafetería Coral, en concreto, se vendieron varias series de las que su dueña, Dulce María Barcia, se quedó con un décimo. El pasado sábado hablaba de ello desde el propio establecimiento porque no ha dejado de trabajar. «Si me hubiera pasado ahora, con la edad que tengo, igual me podía plantear jubilarme, pero en aquel momento era imposible», afirma. En su familia es su marido el más aficionado a jugar a la lotería, pero ella asegura entre bromas que, si hubiera sabido que le iba a tocar, «hubiera jugado más aquel año». No obstante, aquel día lo recuerda con una alegría tremenda «y sin poder moveme de la cafetería» entre atender a los medios y recibir visitas.
Algo parecido le pasó a Florentino Mañana, 'Tino El Roxu'. Este año se cumplen 30 años de aquel 22 de diciembre en el que el Gordo cayó en su sidrería 'El Roxu' de Gijón. Jubilado ya, no olvida aquel momento en el que llegó el presidente de la peña Jiménez, que tenía la sede en su establecimiento, y se echó a llorar. «Yo tenía un décimo y no dejé de trabajar. La lotería me permitió seguir con mi negocio y comprarme un piso. Además, nos vino bien porque mucha gente compró pisos por la zona y aumentaron los clientes», rememora. Ahora, jubilado, disfruta de sus amigos de siempre mientras juega a los bolos. Y es que a no ser que llevemos un décimo del Gordo o un buen ramillete de décimos de algún otro premio, el dinero viene más que bien, pero quizás no dé para retirarse.
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