El Principado, dos décadas sin suerte

Cuando la lluvia de millones pasó de largo por Asturias en el Sorteo de Navidad, quedándose en un tímido orbayu de 350.000 euros que no llegó a calar, los más optimistas -aunque ya van quedando pocos- llamaron a la calma: que no cunda ... el pánico, que queda El Niño. Que tiene menos glamur, sin bombos gigantes, sin frikis disfrazados de langostino impertinente, sin 'señor de la mano' para devolver bolas díscolas y generar teorías de la conspiración, pero que reparte dinero contante y sonante, del que tapa agujeros y paga la hipoteca. 200.000 euros al décimo el primer premio, que no está nada mal. Pero no. Desafiando a la estadística después de años esperando por el diluvio de billetes prometido, Asturias no vendió ni el primero, ni el segundo, ni el tercero y se tuvo que conformar con algunas terminaciones -en el Real Club de Tenis de Gijón tocó lo puesto, como en otras instituciones, la administraciones saben que vendieron terminaciones de dos y tres números...- y la felicidad de degustar unos roscones que los reposteros de la región bordan y en los que siempre toca sorpresa. Así que el Principado cierra las fiestas bien de hojaldre y brioche pero mal, muy mal, de suerte. Una suerte que apenas se dejó ver en 2016, cuando se vendió en Gijón un único décimo del primer premio y que no es indiscutible desde hace casi dos décadas. Porque el último 'gordo' de El Niño se remonta diecinueve años atrás, a 2001, cuando -esta vez sí- cayó de manera íntegra en Oviedo. la administración número 23 de la capital, 'El gallo de oro', ubicada en El Cristo, repartió por entonces 8.400 millones de pesetas. Más de 50 millones de euros.