Loteros de una administración de Leioa (Vizcaya), en pleno festejo. EFE

Un Gordo diseminado por todo el país

El primer premio cae en 39 provincias, el segundo se vende íntegro en Móstoles y el tercero también recorre España de norte a sur

J. A. GUERRERO

MADRID.

Domingo, 7 de enero 2024, 00:54

Casi cuarenta provincias de catorce comunidades. No se recuerda un Gordo tan repartido como el 94974, agraciado con el primer premio del Sorteo Extraordinario de Lotería de El Niño, celebrado ayer en Madrid y dotado con 200.0000 euros al décimo, sin descontar el 20% que se lleva Hacienda. Todo lo contrario que el segundo premio, el 89634, con 75.000 euros al décimo, vendido íntegramente en Móstoles (Madrid). El tercer premio, el 57033 (25.000 euros al décimo) también viajó por España de norte a sur a lo largo de otra treintena de provincias. Con 770 millones de euros, el sorteo del Niño es el segundo más importante de la Lotería Nacional y el que corona la traca final de las fiestas navideñas.

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Los décimos del 94974 esparcieron suerte y felicidad por las calles y barrios de 39 provincias, que en mayor o menor medida resultaron tocadas por la varita de la diosa fortuna. De la A a la Z el listado abarca Albacete, Alicante, Almería, Álava, Asturias, Badajoz, Barcelona, Vizcaya, Burgos, Cáceres, Cádiz, Castellón, Ciudad Real, La Coruña, Cuenca, Gipuzkoa, Girona, Granada, Guadalajara, Islas Baleares, Jaén, Las Palmas, León, Lugo, Madrid, Málaga, Murcia, Orense, Palencia, Pontevedra, Salamanca, Santa Cruz de Tenerife, Sevilla, Tarragona, Teruel, Toledo, Valencia, Valladolid y Zaragoza. Ahí es nada.

Varias administraciones de todo el país hicieron doblete. Por ejemplo, 'La Caprichosa', de Toledo capital, que vendió parte del primer y tercer premio del Niño tras dar el Gordo en el pasado sorteo de Navidad. «Detrás hay mucho trabajo y algo de suerte», aseguraban los hermanos Rodrigo y Carlos Gómez, sus regentes. «La lotería no sólo es vender décimos, es también planificación y muchas horas abiertos para vender mucho», recordaban.

La administración del centro comercial Artea, en la localidad vizcaína de Leioa, también distribuyó parte del 94974 y del 57033. «Aún estamos temblando, estamos que nos salimos de alegría», se congratulaba Jon Urkiola, su exultante responsable mientras celebraba la noticia brindando con champán, «agua de Bilbao», con sus compañeros.

El lotero Valero Gimeno, de la administración 'El Gancho' de Zaragoza vendió 100 décimos del primer premio, 20 millones de euros muy repartidos entre los vecinos del barrio, uno de los más humildes de la capital aragonesa. «Se lo merecen», afirmaba Valero sobre este golpe de suerte, el primero tan grande que da en su vida.

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«No hay mayor satisfacción que el premio se quede en tu pueblo», decía Carmen María Alcaraz, la lotera de la administración número 24 de El Palmar (Murcia), tras haber regado con 2 millones de euros al vecindario.

La mujer contaba que no suele desplazarse nunca a la oficina para seguir el sorteo del Niño, «pero esta mañana tenía un pálpito y después de tomarme el roscón y el café con leche me he venido para acá y ¡mira!». Y, como curiosidad, revelaba que la primera persona que la llamó para felicitarla por teléfono fue el padre del tenista de El Palmar Carlos Alcaraz, que aunque comparten apellido, ni es familia suya ni le había tocado nada. «Llamaba simplemente para felicitarnos porque somos amigos desde hace muchos años», aclaraba.

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Pelotazo en Móstoles

Pero el gran pelotazo del Niño lo dio el pueblo de las empanadillas, la administración número 12 de Móstoles, en Madrid, que vendió íntegramente el segundo premio, el 89634, con 75.000 euros al décimo. La lotera y su hija eran la viva imagen de la felicidad. La mujer, muy creyente, confesaba que había rezado «el rosario entero» para que tocara al barrio. «Se lo recé en Navidad y me ha respondido ahora». Y entre los 'bendecidos' con sus oraciones Niceto y Conchi, él jubilado y ella trabajadora de la limpieza de 65 años. Explicaban nerviosos que con el dinero van a reformar la casa, pagar las trampas «y estirar lo que se pueda para vivir tranquilos». «Se lo merecen. Han estado toda la vida deslomándose a trabajar», decía orgulloso su hijo.

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