MÓNICA RIVERO
Jueves, 3 de marzo 2022, 03:15
Nosotros estamos bien, no nos falta de nada, lo que nos preocupa es el destino de nuestras familias». Es el mensaje que transmitían ayer los seis transportistas ucranianos que llevan desde el pasado 25 de febrero atrapados en el polígono de Silvota, en Llanera, a causa de la guerra que su país libra con Rusia.
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Ellos son Serhii Yakivets (1964), Oleksandr Kokoulin (1959), Oleksandr Ovcharenko (1983), Dnytro Potak (1973), Yurii Pitel (1965) y Oleksandr Myrnyyi (1986). El día anterior a su llegada a Asturias, Vladímir Putin anunciaba el inicio de una «operación militar especial» en Ucrania y las tropas rusas cruzaban poco después la frontera para invadir el terrirorio. Los primeros bombardeos comenzaban a sacudir las principales ciudades de la nación.
Mañana se cumplirá una semana desde que descargaran el material ferroviario que trasladaban desde Alemania a Talleres Alegría, en la calle Peña Santa del área industrial llanerense. Fue entonces, con el remolque vacío, cuando su empresa les anunció que no podían volver a casa. Sin un lugar donde ir, aparcaron sus camiones en la calle Peña Brava, que recorre de norte a sur el lateral oeste del área. De esas aceras han hecho su hogar temporal. «No queremos molestar», aseguraban los conductores. Tampoco tienen más opciones. «Saben que bombardean los camiones grandes que entran en el país», explicaba Yuriy Kysil, miembro de la asociación Ayuda Humanitaria para Ucrania desde Asturias, quien se puso en contacto con los seis camioneros gracias a la Comandancia de la Guardia Civil de Gijón, para tratar de mejorar su situación. «Nos avisaron de Tráfico, se enteraron de lo que pasaba y estamos intentando echar una mano como podemos», explicaron fuentes de la Benemérita. Los transportistas no hablan español ni tampoco inglés, aunque alguno conoce algunas palabras en alemán, por lo que la presencia de Kysil como traductor al teléfono arrojaba para los ucranianos el primer rayo de luz sobre su situación al poder ponerse en manos de las autoridades. «Toda su documentación está en orden, pero les han dicho que tienen que esperar aquí porque hay problemas para pasar por la frontera», abundaba su compatriota, afincado desde hace 20 años en Villaviciosa.
La historia se ha difundido extensamente entre los profesionales del sector, por lo que no les falta comida y bebida, ni siquiera tabaco. «Necesitan buscar un corredor seguro de retorno» y «cargar mercancía» en otro país europeo, indicó Francisco Méndez, compañero de gremio. Su experiencia en el mundo del transporte le asegura que los ucranianos no podrán volver con las manos vacías, ya que los gastos que tendrán que afrontar en su regreso ascienden a miles de euros. «Un camión puede consumir 32 litros cada 100 kilómetros y los peajes hasta Ucrania son unos 800 euros, es mucho dinero», contabilizó.
Su mayor preocupación, sin embargo, son sus familias, para las que piden acogida. Se han quedado sin datos para hablar por el móvil con sus seres queridos. Las últimas noticias han sido devastadoras: la mujer, hija y nieta de uno de ellos están desde hace días escondidas en el sótano, protegiéndose de los ataques rusos. «Algunos son de provincias del oeste cercanas a la mía, donde hubo bombardeos el primer y segundo día de la guerra en el aeropuerto; somos todos humanos y estaré encantado de tener cualquier posibilidad de ayudarles», ofrecía Kysil, pendiente de conocer si en España hay un programa de refugiados.
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El siguiente paso será encargarse de los trámites con la embajada ucraniana. De momento, la asociación ha conseguido que puedan descansar en una nave dentro del polígono, donde dispondrán de ducha y su primera cama sin ruedas desde su llegada a España, donde les gustaría quedarse junto a sus familias.
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