Venía siempre que podía a Asturias. A ver a su familia a Piedras Blancas, a pasear por Salinas o a acercarse a tomar algo a Candás. Una o dos veces al año regresaba a casa, no directamente a la suya, puesto ... que ya nació en Bélgica, pero a una tierra que sentía como propia después de que sus padres decidieran emigrar buscando un futuro mejor. Lucile García Villanueva, o Lucila, como la llamaban en casa, era una de las dos policías que patrullaban por la localidad de Lieja la mañana del martes cuando un hombre, en permiso penitenciario, las atacó por la espalda con un cuchillo y les arrebató sus pistolas. Disparó a ambas con sus propias armas hasta acabar con su vida y también mató a tiros a otro joven que estaba en un vehículo. Después, el agresor se atrincheró en un instituto donde finalmente fue abatido tras herir a otros cuatro agentes. Las autoridades belgas investigan el suceso como un posible atentado yihadista, ya que el atacante gritó «Allah akbar» (Alá es el más grande, en árabe ) y tenía vínculos con islamistas. Todo indica que se radicalizó en la cárcel.
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Lucile tenía 53 años y perdió la vida cuando hacía apenas un mes que se había casado en segundas nupcias con su pareja desde hace catorce años, otro policía. Madre de un hijo de 31 años, Boris, y orgullosa abuela de la pequeña Lana, dedicaba gran parte de su tiempo libre a ayudar a los demás. De hecho, era la responsable en Lieja de la organización sin ánimo de lucro 'Padres de hijos víctimas de la carretera', puesto que ella misma perdió a uno, Axel, que sufrió un accidente hace una década tras salirse de la vía. En 2013, justo donde se produjo el siniestro, la organización colocó un cartel en memoria del fallecido,aunque como ella aseguró entonces, «más por su aspecto preventivo, porque esta carretera nacional es peligrosa». «Nuestros pensamientos van evidentemente hacia su marido y el hermano de Axel, que se ven brutalmente inmersos en un profundo dolor y para los que su ausencia será dura de soportar», afirmó ayer el presidente de la organización, Alain Moreau, que recordaba también de Lucile «su sonrisa, su amabilidad y su voluntad de involucrarse».
En Asturias, preparando su viaje a Bélgica, su primo, Casimiro Villanueva, rememoraba también cómo la tragedia se ha cebado con esta familia, ya que su hermana Isabel falleció de forma prematura hace seis años, «y a pesar de todo, Lucile no perdía la sonrisa, era tan jovial».
Los padres de la agente, Eduardo García e Isabel Villanueva, que rondan los 90 años, emigraron a Bélgica en los 50 junto a la hermana de ella y su marido. Allí trabajaron en el Grupo Prayón, líder mundial en la producción de fosfatos, y al contrario que muchos asturianos, que regresaron al Principado al jubilarse, ellos siguieron en Bélgica. De hecho, continúan viviendo en la localidad de Trooz, en la provincia de Lieja, en la que se criaron Lucile y sus hermanos mayores: Isabel, Ana y Eduardo.
Allí una de ellas puso una peluquería, en la que Lucile ayudaba con frecuencia, aunque de forma tardía sintió la vocación de entrar en la Policía, cuerpo al que accedió en 2010. «No quería quedarse en casa. El marido de una hermana era policía, tenía una sobrina funcionaria de prisiones y en el entorno había más policías», señaló su primo, que la quería «como a una hermana». «Solo nos llevábamos seis meses y cuando venía salíamos juntos. De chavales, mis amigos estaban locos por ella», recordaba.
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«No se lo merecía», manifestaron a medios belgas algunos de sus amigos de Soumagne, la localidad en la que residía. «Vamos a intentar apoyar a su marido lo mejor que podamos», añadían.
Lucile García era también una cara muy conocida para los aficionados más radicales del Standard de Lieja, ya que era uno de los agentes que vigilaba habitualmente la grada III del estadio Maurice Dufrasne, una en las que se colocan los ultras del equipo belga. De hecho, muchos seguidores del conjunto dedicaron ayer palabras de apoyo y recuerdo a los familiares de la policía. El club también trasladó sus condolencias y, en las redes sociales, subió una imagen de su escudo con un crespón negro.
Soraya Belkacemi y Lucile García eran «mujeres, madres y policías maravillosas. No hay palabras suficientes para describir la emoción que embarga a todos nuestros colegas», afirmó Christian Beaupère, jefe de la Policía de Lieja, para el que «el objetivo del asesino era atacar a la Policía».
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La desgracia también ha perseguido a la familia de Soraya Belkacemi, la otra agente abatida. De 45 años, era madre de dos gemelas de trece, huérfanas de padre, otro agente fallecido hace ya más de una década.
La tercera víctima, Cyril Vangriecken, era un joven estudiante de 22 años que iba a graduarse de magisterio en las próximas semanas. Viajaba como copiloto en el coche que conducía su madre, que lo llevaba a la escuela en la que tenía que depositar su trabajo de fin de estudios. El centro ha aplazado los exámenes que debían celebrarse ayer en señal de duelo.
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Los homenajes se sucedieron desde el martes en distintos puntos de Bélgica. El más emotivo fue el que tuvo lugar en la plaza del Ayuntamiento de Lieja, en el que se concentraron un millar de personas, entre ellas algunos de los compañeros de las víctimas, tanto agentes de policía como estudiantes de la misma escuela universitaria en la que cursaba su carrera el joven abatido.
Además, Bernadette Hennart, madre de Soraya Belkacemi, protagonizó uno de los momentos más emocionantes, ya que quiso rendir homenaje a su hija y visitó el lugar en el que se produjo el ataque, las puertas del cafe 'Les Augustins', en el céntrico bulevar de Avroy. Allí, con lágrimas en los ojos y sin soltar un rosario, rezó ante el altar improvisado con flores, velas e incluso algún juguete que se ha instalado en la zona.
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Por otro lado, la Policía de Montgomery, encargada de las comunas de Etterbeek, Woluwé-Saint-Pierre y Woluwé-Saint-Lambert en Bruselas, en la que residen numerosos funcionarios de las instituciones comunitarias, ha convocado para el viernes un homenaje en honor a Lucile García, ya que estuvo destinada en esa zona hasta 2016, aunque pidió el traslado para trabajar cerca de casa. La asturiana se encargaba de gestionar la circulación en una zona especialmente conflictiva a la hora de entrada al trabajo, ya que sirve de enlace entre algunas de las zonas residenciales más conocidas de la capital belga y el barrio europeo.
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