d. fernández / m. moro
Lunes, 5 de junio 2017, 07:36
Según el último censo de residentes en el extranjero, 2.750 ciudadanos nacidos en elPrincipado residen en el Reino Unido.O lo que es lo mismo, en la región hay cuarenta concejos con menos población que los asturianos que residen en las islas. La mayoría de ellos lo hacen en Londres, ese crisol de culturas a orillas del Támesis que es, desde hace décadas, la capital británica.«Lo bonito de esta ciudad es su diversidad y convivencia», relataba ayer a EL COMERCIO desde su domicilio en el Sudeste londinense la gijonesa Patricia Rodríguez.Ella, como el resto de la comunidad asturiana que reside en esta ciudad, vivía ayer«contrariada» las horas posteriores al ataque terrorista en el Puente de Londres, en el que resultaron muertas siete personas y, al menos, 48 heridas, de las que 21 se encuentran en estado«crítico».
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«Por un lado estamos decepcionados, con sensación de indefensión.Pero por otro que no podemos bajar la guardia, que no podemos vivir con miedo ante el terror», afirmaba Patricia Rodríguez para explicar esa lucha de sentimientos en la que se encuentra la ciudad tras el atentado.Actriz de profesión, reside desde hace doce años en Londres.Vive con su pareja en el sudeste de la ciudad y todos los días pasa por el Puente de Londres, donde se produjo el ataque terrorista de la noche del sábado. «Es una zona en la que siempre hay mucha gente.No solo turistas, sino ciudadanos que van a su trabajo o al centro de la ciudad», explica.
La premier británica Theresa May advirtió ayer, a cinco días de las elecciones presidenciales, de que «hay mucha tolerancia con el extremismo en este país». Parece una declaración de intenciones de cara a un futuro próximo, en la que se barrunta un endurecimiento de la política de inmigración y un mayor control en sitios clave, como aeropuertos o estaciones. Una advertencia que no gusta a Patricia.«Estoy totalmente en contra de estigmatizar a nadie.Creo en la política de refugiados y tenemos que seguir ayudándolos», dijo.
«El puente estaba tomado»
A Patricia, el atentado le cogió en casa. APablo Romero, a poco más de tres kilómetros y medio de donde se produjeron los atentados: en Covent Garden.Es agente artístico y reside en la capital londinense desde hace dos años.Había acudido, junto a Patricia Cuesta, responsable de la coordinación artística de la Ópera de Oviedo, a una función en la Royal Opera House, ubicado en el corazón de este emblemático barrio londinense. «Nos enteramos al salir de la función. Empezaron a llegarnos mensajes y vimos mucho revuelo por las calles», comentó este avilesino.
Pablo y Patricia habían diseñado un plan perfecto para pasar el sábado.Primero acudir a la ópera, luego cenar algo y tomar una copa en la zona del LondonBridge, donde ocurrió el ataque terrorista.«Pero nos asustamos y decidimos volver a casa», relata el avilesino.
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Pero les fue muy complicado.Porque la policía había cortado el metro, los autobuses apenas circulaban, al igual que los taxis...«Estaba todo saturado», añade.«Al final logramos coger un autobús.El recorrido le hacía pasar por la zona y ya vimos que estaba todo acordonado y el tráfico era lentísimo», explica. «Hubo mucho caos, mucho desconcierto», añadió PabloRomero.
Ayer, ya con lo vivido en la noche digerido, este avilesino explicó como los londinenses, como el resto del país, han intentado mantener su ritmo habitual.«Es lógico que haya cierto temor, pero no se han quedado en casa.Saben que no puede caer en la psicosis, que no podemos dejarnos condicionar por estos hechos», insistió.
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Marina Palacios se encontraba en un festival de música en la otra punta de la ciudad cuando ocurrió el atentado. Y como muchos de los londinenses se enteró de lo ocurrido vía redes sociales. Lleva año y medio residiendo en Londres, donde trabaja en una tienda en el centro de la ciudad y desde donde atendió ayer la llamada de EL COMERCIO. Pese a que la ciudad estaba ayer tomada por la Policía «se escuchan muchos helicópteros y hay muchos controles», dijo, lo cierto es que para ella «ha sido un domingo más.La gente no se ha encerrado en sus casas y ha salido a la calle como un día más. Se niegan a doblegarse ante el terrorismo».
Se muestra, por contra, más pesimista de cara al futuro.Porque cree que tras la oleada de ataques que está sufriendo el país en Westminster el pasado mes de marzo y en Mánchester hace dos semanas «algo va a pasar, van a cambiar bastantes cosas, creo».
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Para Juan Vargas, esos cambios ya han llegado. «La policía inglesa, antes, no empleaba armas de fuego.Y ahora están armados hasta los dientes», asegura este gijonés que emigró a Londres hace dos años y medio.Trabaja como mánager en un restaurante y pese a que está bastante lejos de donde ocurrió el ataque «creo que fuimos de los primeros en enterarnos porque la hija de mi jefa trabaja en la Policía».
Afirma este joven gijonés que «el centro está bajo máxima tensión y las estaciones de metro en alerta roja, pero la gente sigue con normalidad sus vidas».
«Disrrupting». Esa la expresión en inglés que elige el prestigioso horticultor gijonés Carlos Magdalena, para definir la situación de «normalidad anómala» que se vivía ayer por las calles de Londres tras los atentados de la noche del sábado. Magdalena, que trabaja como conservador en los Jardines Reales (Royal Botanic Gardens) de Kew, en la capital británica, explica que los ataques le pillaron en su casa londinense. «Me fui a la cama a las doce de la noche sin saber qué me iba a encontrar al despertar. Tuve que madrugar para ser entrevistado en un programa del Channel 4 sobre mi libro recién publicado El Mesías de las plantas (The Plant Messiah) y cuando llegué al estudio de televisión me di cuenta de esa sensación de normalidad anormal. Hay que medir mucho las palabras para hablar de estos temas tan delicados en plena recta final de la campaña electoral». Una sensación que siguió experimentado a lo largo de toda la jornada dominical: «Estuve paseando por el centro y la ciudad no está parada. La población no se ha quedado en casa. La estación de Waterloo estaba llena de gente y se podía ver a una muchedumbre cruzando por el puente de Waterloo. Sí que había un poco más de presencia de Policía por la calle y en el metro uno sí estaba más pendiente de lo habitual de quien se te sentaba al lado, pero por lo demás no hay mucho histerismo por lo sucedido».
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El gijonés, que en los últimos años ha sido incluido en la lista de los 1.000 londinenses más influyentes (junto a los españoles Ana Botón, Miriam González o Tamara Rojo), reconoce que «la paranoia» que se instauró en Londres fue mucho peor después de los atentados yihadistas de julio de 2005. En cualquier caso, reconoce que cuando se producen este tipo de ataques indiscriminados contra la población civil «siempre tienes la sensación de que podría haber estado tú entre las víctimas».
No solo los asturianos que residen en Londres vivieron de forma intensa las horas posteriores al atentado.También desde Asturias quienes tienen negocios en la capital británica.Es el caso, por ejemplo, de los cocineros Marcos Morán y NachoManzano.El primero es propietario de Hispania, «que está a un kilómetro» delLondonBridge, aunque no estaba abierto cuando ocurrió el ataque. «El sábado y el domingo cerramos», explicaba ayer Marcos Morán desde Asturias. Cree que este tipo de acciones puede hacer que el Gobierno británico endurezca algunas de sus políticas, pero «no podemos asustarnos. No podemos vivir con miedo, eso tiene que ser lo último».
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NachoManzano tenía que estar en Londres el sábado.Era el invitado en una boda, pero al final no acudió. Es propietario de dos restaurantes y ayer, desde Asturias, reconoció a EL COMERCIO que «esto no pinta bien.Todos estamos padeciendo esta lacra».Espera que la actual situación de inestabilidad no sirva para dividir, «todo lo contrario, debemos estar unidos más que nunca porque mañana puede tocarnos a nosotros».
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