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NOELIA A. ERAUSQUIN
GIJÓN.
Viernes, 4 de marzo 2022, 00:59
Hace poco más de una semana tenían una vida normal en Gostómel, una localidad de 17.000 habitantes a treinta kilómetros de Kiev. Trabajo y vivienda, los niños iban al colegio, jugaban al fútbol... Ayer, al bajarse del coche en Gijón, se habían convertido ... en refugiados. Sergey y Lilia Katrechko, con sus hijos Igor, Artem y Mark, de 13, 10 y un año, respectivamente, son los primeros ucranianos que han podido llegar al Principado tras escapar de la guerra.
Huyeron el primer día, tras escuchar las sirenas y sentir cómo las bombas caían cerca de su casa. «Los niños estaban muy asustados. El mediano lloraba temblando y me dijo: papá, tenemos que salir», explicó Sergey. Ninguno habla español y apenas chapurrean algo de inglés, pero decidieron venir hacia Asturias porque aquí viven amigos de la familia. Precisamente, una de ellas, Anastasia Zhythyk, ejerció de traductora para comprender el relato de quien deja todo atrás en apenas unas horas.
Gostómel es un pueblo pequeño, pero militarizado y con un aeropuerto cerca, un objetivo estratégico para el ejército ruso. «Tuvimos suerte de salir, nuestra casa está arrasada por los bombardeos», señaló Sergey, que cree que eso les ha salvado la vida. Allí han dejado al resto de sus familiares, entre ellos, a sus padres y a su hermana, que tuvo un bebé hace solo un mes. Les cuentan que el pueblo está devastado, no hay comida y escasea el agua, la electricidad se corta. Le han mandado un vídeo en el que se ve el impacto de uno de esos ataques en una vivienda cercana.
Ellos se fueron el mismo día que empezó la guerra. El viaje les ha llevado una semana entera. Abandonaron Ucrania por la frontera de Hungría prácticamente con lo puesto. El recorrido, dicen, no ha sido muy difícil, pero lo peor está dentro de sus cabezas, «siempre pensando en la familia que se quedó allí».
Lilia apenas podía hablar. Nada más salir del coche las lágrimas le llenaron los ojos, mientras besaba al pequeño Mark. Ante un cartel que les daba la bienvenida, su mirada trasladaba a la vez gratitud, alivio y tristeza, mientras que Igor y Artem permanecían serios, en una tensión que solo rompieron para hablar de fútbol. El más pequeño recitaba los equipos de La Liga, del Real Madrid a la Real Sociedad, pasando por el Atlético o el Barça. «Lo sabe todo del fútbol español», aseguraba su padre, y los chavales le pedían orgullosos que enseñara las fotos de su otra vida, sonrientes sujetando un trofeo.
Expoacción, la organización que trae cada verano a Asturias a niños ucranianos con el programa 'Vacaciones en paz', les ayudó a llegar y les dará alojamiento y asistencia. En un primer momento se quedarán en Oviedo, en Ovida Centro Intergeneracional, que ha cedido treinta plazas. Luego, se les buscará un piso.
Ellos han sido los primeros, pero por el camino vienen decenas de familias más. El presidente de Expoacción, Jorge González, calcula que este fin de semana se superará la treintena de personas. En un coche viajan dos adultos y ocho niños. Espera que en Tráfico hagan la vista gorda. «Si les dijese que sí a todos los que me llaman tendríamos 1.500 personas en 15 días», afirma, «pero eso ya le compete a las autoridades». De momento, desde la asociación solo se están comprometiendo con aquellos que tienen alguna relación con ella, la mayoría familias, pero también esperan que puedan venir niños solos, sobre todo, si consiguen una salida segura para un centenar de pequeños de un orfanato de Járkov. De ahí que agradezcan el apoyo de la sociedad asturiana, a la que piden alojamiento, ropa e, incluso, colchones, porque tienen alguna vivienda cedida sin mobiliario.
«Solo queremos que se pare la guerra», comenta Sergey a modo de despedida, antes de salir para Oviedo a descansar.
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