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E. Bonet
Sábado, 7 de diciembre 2024, 13:19
Francia se ha convertido en un país ineludible para los narcotraficantes en Europa. Tanto su extensa franja marítima en el Atlántico y el Mediterráneo como la banalización del consumo de drogas alimentan el interés de las mafias. Aunque los brutales ajustes de cuentas en Marsella ... entre los DZ Mafia y los Yoda hacen correr ríos de tinta, las autoridades galas también insisten, con escaso éxito, en la responsabilidad de los consumidores. «Cuando uno se fuma un porro en su salón, está alimentado estos focos de inseguridad», criticó en 2019 el presidente francés Emmanuel Macron tras impulsar una nueva multa de 200 euros para los consumidores de cannabis.
A pesar de haber defendido tres años antes una legalización de la marihuana, Macron cambió rápidamente de posición, para apostar por el mismo tipo de políticas que sus predecesores, más bien de corte represivo, con el fin de frenar el avance de la droga. No obstante, eso no ha modificado la tendencia, y el consumo no para de crecer. Cerca de un 15% de los franceses adultos reconocía haber consumido algún tipo de droga ilegal a lo largo del pasado año, según un estudio del Observatorio Francés de las Drogas.
El tipo de sustancia adictiva más consumida, dejando de lado el alcohol y el tabaco, es el cannabis. De los 22 millones de consumidores que hay en la Unión Europea, cinco millones de ellos viven en Francia. El país cuenta, asimismo, con 600.000 personas que toman cocaína -al menos una vez al año- y otros 400.000 se decantan por drogas sintéticas, como el MDMA o el éxtasis.
Esta fuerte demanda se ve reflejada en una amplia red de puntos de venta en el territorio galo. En este sentido, se contabilizan más de 3.000 zonas de ese tipo, que suelen ser lugares de rivalidad entre bandas y focos de gran violencia.
Además del elevado consumo y del negocio que representa, Francia interesa a los narcotraficantes por su geografía. De hecho, es una de las puertas de entrada de la cocaína procedente de Sudamérica a Europa, a través del puerto de Le Havre, pero también con las conexiones áreas con la Guyana, uno de los territorios de ultramar franceses.
Esta actividad delictiva ha tenido durante décadas una gran repercusión en la frontera franco-española, «pero en los últimos años hemos constatado una mayor importancia de los puertos del norte de Europa, como Amberes o Róterdam. Eso ha repercutido en una presencia en territorio galo de la Mocro Maffia neerlandesa», explica la economista Clotilde Champeyrache.
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