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La cifra de cautivos en manos de Hamás varía cada día y el Ejército israelí confirmó este viernes la identificación de 229 personas. Esto suponen 229 razones para repensar la entrada por tierra y negociar su liberación, tal y como exigen cada día las familias. ... La última gran movilización se celebró en Herzliya, junto a Tel Aviv, y allí los allegados de los cautivos prepararon una larga mesa para la cena del Shabat (día sagrado de los judíos) con tantas sillas vacías como seres queridos permanecen en manos de Hamás dentro de los túneles de Gaza.
La mediación de Qatar ha logrado hasta el momento la liberación de cuatro personas, pero ahora Hamás exige un alto el fuego como condición previa a próximas concesiones. El primer ministro del emirato dijo que las negociaciones «progresan» y que tiene esperanzas de que «pronto se logrará un gran avance», pero sobre el terreno sólo hablan las armas. Los bombardeos han borrado barrios enteros de la Franja y hay más de 7.000 palestinos muertos, la mayoría mujeres y niños. Los bombardeos también habrían acabado con la vida de al menos cincuenta de las personas capturadas el 7 de octubre, según un escueto comunicado lanzado por el brazo armado de los islamistas el jueves.
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Hamás cuenta desde 2012 con una oficina en Doha, ciudad en la que otros movimientos islamistas como los talibanes también operan bajo la protección de Qatar. Los grandes líderes políticos palestinos como Khaled Meshaal o Ismael Haniya pasan allí largas temporadas y serán importantes en unas conversaciones en las que ambos bandos deben dar garantías de que respetarán cualquier acuerdo temporal de alto el fuego.
Los problemas se acumulan en la mesa de un Benjamín Netanyahu, que está en el centro de las críticas por el colosal error de seguridad que permitió a Hamás superar la verja de separación, masacrar a más de 1.400 israelíes y llevarse a más de 200 como rehenes. El primer ministro mantiene un perfil público bajo y la mayoría de sus apariciones son junto a los mandatarios occidentales que acuden a mostrarle su apoyo. A los militares les repite cada día que la entrada por tierra a Gaza para destruir a Hamás «está muy cerca», pero la orden se retrasa.
El alcalde de Herzliya, Moshe Fadlon, se dirigió a las familias de los cautivos para decirles que «Israel vive sus horas más difíciles y debe actuar para liberar a todos los rehenes lo antes posible, sanos y salvos. Ésta debe ser la prioridad de quienes toman las decisiones en el país».
Entre las familias se sienten los nervios, el cansancio, la tensión acumulada y la enorme incertidumbre. «No sabemos nada, no tenemos pruebas de vida, nadie nos informa, no formamos parte de las negociaciones… Necesitamos que el Gobierno los traiga de vuelta ya mismo. Israel tienen que hacer lo que sea, sin condiciones. Cada minuto que pasa va en nuestra contra. Si fueran sus hijos seguro que harían algo», denuncia Shalhav Kimhi, tía de Ron Scherman, soldado de 19 años capturado por Hamás.
Los ministros del Gobierno siguen el ejemplo del bajo perfil impuesto por Netanyahu y cada vez que han intentado acercarse a las familias de las víctimas del 7 de octubre han tenido problemas. El último en ser increpado en público fue el responsable de Salud, Uriel Menachem Buso, quien tuvo que darse la vuelta cuando trataba de visitar a heridos en un hospital. El personal sanitario le recibió a gritos como «no permitiremos que entres porque habéis destruido el país» o «tenéis las manos manchadas por la sangre de 1.400 personas». En los primeros días de la guerra, la ministra de Transportes, Miri Regev, vivió una situación similar en otro centro sanitario.
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