fotoilustración: el correo / asistida por ia

Nishimura Mako, una maestra de cortar dedos de la mafia japonesa

Perfil ·

La única integrante femenina de la Yakuza revela su experiencia en el crimen organizado

Sábado, 4 de mayo 2024, 18:40

Imaginen que entran en un casino japonés y les seduce la idea de jugar al Oicho-Kabu, una variedad de apuesta que consiste en levantar tres cartas numeradas que han de sumar una cantidad lo más cercana posible a nueve. Sus reglas imponen la prohibición ... de llegar a veinte, una cifra fatídica. Pero descubren la primera y resulta que es un ocho (ya, en japonés), la siguiente vale nueve (ku) y la tercera, tres (za). Sí, han leído bien, ya-ku-za. El azar ha convocado al Maligno por antonomasia en el país oriental. La Yakuza es una banda del crimen organizado con más de tres siglos de oscura historia. La investigadora italiana Martina Baradel acaba de descubrir una curiosa excepción en sus rígidos códigos. Hace treinta años una mujer fue invitada a participar en esta mafia formada sólo por hombres. Nishimura Mako, de 57 años, se integró en esta comunidad cerrada y misteriosa y hoy, ya madura, sigue viva para contarlo.

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Las pesquisas de Baradel han dado a conocer a una persona de apariencia frágil y menuda con una convulsa experiencia. Hija de un matrimonio de funcionarios, fue criada en un ambiente estricto ante el que reaccionó de forma airada. Aquella adolescente rebelde se unió a una de las bandas de motoristas o basozoku que, en los setenta, emulaban a los Ángeles del Infierno yanquis enseñoreándose de las autopistas. En ese ambiente conoció a un miembro de la Cosa Nostra nipona. Pronto se especializó en sus prácticas habituales, caso de la recaudación por servicios de protección, la captación de muchachas para ejercer la prostitución o la estafa.

La joven se integró en su estructura, fuertemente jerarquizada, siguiendo sus peculiares ritos. Vestida con ropa masculina, llevó a cabo el 'sakazuki', ceremonia en torno al licor de sake que simboliza la recepción formal en el grupo y, asimismo, se autoinflingió el 'yubitsume', la amputación de partes del dedo meñique de la mano izquierda, una especie de castigo que se aplica cuando el afectado incurre en errores graves como algún tipo de ofensa. Era tan resuelta y hábil en el uso del cuchillo que se prestaba a seccionar las falanges de sus compañeros. Esa facultad le proporcionó el apodo de 'la maestra en cortar dedos'.

El cine difunde costumbres ajenas y lejanas, pero también acostumbra a mistificar otras. En el imaginario colectivo permanece el imaginario extraordinariamente violento de la Yakuza en la película 'Black Rain' de Ridley Scott. ¿Cómo olvidar la testa de Andy García, que interpreta a un agente norteamericano desplazado a Tokyo, cortada de un solo tajo de espada? La realidad, al parecer, no es tan sádica y esta organización es legal y actualmente la mayoría de sus negocios se mueve en ámbitos de dudosa naturaleza. La extorsión, el contrabando y la gestión de clubes de alterne han sigo algunas de sus habituales fuentes de ingresos, y en los últimos tiempos se han añadido otros como el tráfico de inmigrantes, la expedición de falsos permisos de residencia o el alquiler de apartamentos para extranjeros.

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Quedó embarazada de un miembro de otra banda y entonces se planteó el abandono de la delincuencia

Mako se desenvolvió en el tráfico de drogas sintéticas y montó una red comercial paralela que supuso su expulsión de la comunidad. Además, quedó embarazada del miembro de otra banda y entonces se planteó el abandono de la delincuencia. Pero, como sucede con los mareros centroamericanos, sus numerosos tatuajes de origen pandillero la delataban y provocaban el rechazo social. Contrajo matrimonio con su amante, alumbró otro hijo y, al final, la pareja se divorció. No pudo volver sobre sus pasos porque los antiguos camaradas se negaron a reincorporarla a sus filas.

No perdió la cabeza, literalmente, por sus desacertadas decisiones. La ex delincuente asegura que se puede abandonar la organización y que la dificultad para desligarse depende, fundamentalmente, de la voluntad de sus jefes. La Yakuza es una entidad piramidal en cuyo vértice superior se halla el 'kumicho' o líder supremo, aunque hoy se halla sometida a un proceso de atomización. Además, el progresivo proceso de acoso policial ha disuadido a las nuevas generaciones. Según algunos cálculos, hace 30 años la mafia japonesa sumaba 180.000 miembros distribuidos en 107 células autónomas, mientras que en la actualidad no supera los 25.000 insertos en 25 formaciones.

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Procesada y encarcelada

El crimen organizado dispone de oficinas y su ubicación es de dominio público. Nadie puede imaginarse algo así en el caso de la N'drangetha o la mafia kosovar, por ejemplo, aún más poderosas, aunque clandestinas. Esa peculiar identidad se explica, según los especialistas, con los tradicionales vínculos mantenidos con la clase política y el intercambio de favores. La acusación más grave está relacionada con su implicación en la elección en 1987 del primer ministro Noboru Takeshita. Esa conexión parece permanecer y se refleja en su relación con el tráfico de licencias administrativas en ámbitos tan diversos como la hostelería y la construcción.

Mako fue procesada y encarcelada por sus delitos. Tras salir de prisión, halló trabajo en una empresa de demolición. Además, ha creado una ONG para la reinserción social de, como ella, antiguos miembros de la Yakuza. Ni siquiera su larga historia los ha resguardado del descrédito. Ese rechazo explica que algunos bares japoneses impidan la entrada de borrachos y miembros de organizaciones criminales. Los descendientes de antiguos samuráis despojados de su oficio han vuelto a perder su reputación.

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