No solo se ha perdido su cita con Robert De Niro en Madrid para servirle un menú exclusivo para viajar a la frontera entre Polonia y Ucrania para ayudar a los refugiados que huyen de la guerra, sino que tras conseguir un permiso especial y pasar diferentes controles, ha entrado en territorio ucraniano para llevar comida y materias primas a quienes más lo necesitan. Desde las afueras de Leópolis, una ciudad alejada de los combates que es punto de paso para miles de refugiados que se dirigen hacia Polonia, el cocinero asturiano ha contado cómo él y varios voluntarios de World Central Kitchen, su asociación solidaria, repartían comida y materias primas. «Este es nuestro amigo Víctor, el maestro que lleva esta panadería. Me cuenta que es de Cáritas, la dirigen unas monjas que alimentan a gente probre y ahora están también ayudando a los desplazados. Me dice que necesitan harina, yo le he traído 200 kilos y casi se le escapa la risa, porque necesita comprar 10.000 kilos para seguir trabajando», explicaba. «Estos son también los héroes de Ucrania. Hay muchas formas de luchar en la guerra, y esta es una de ellas, asegurarse de que nadie pasa hambre».
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Animándoles a seguir adelante, el chef enseñó las instalaciones. «Tenemos que irnos pronto, porque hay cierto peligro. A pesar de que aquí no hay combates, se siente la tensión en el aire. Sin embargo, las mujeres que trabajan en la panadería están riéndose todo el tiempo. Nos recibieron con una gran sonrisa y me dijeron que me parecía a Santa Claus. Es triste saber que hay gente sufriendo en Kiev y en otros lugares del país. Este es uno de los puntos dentro de Ucrania en el que estamos intentando ayudar, no solo en la frontera. Mientras veamos que es seguro, les traeremos comida. Tuvimos que pasar muchos controles, esto es una situación de guerra y quieren asegurarse de que no somos el enemigo, que no metemos nada extraño en el país. Cada pocos kilómetros nos paraban para ver qué era lo que transportábamos», explicaba.
«Creo que hoy ha sido un día exitoso, recemos por esta gente. Estamos haciendo unas 30.000 comidas, ahora volveremos a Polonia. Estamos a una hora y media de distancia. Esta es la situación. La vida sigue, la gente tiene que seguir comiendo, y en sitios como esta panadería se ve que siguen con las esperanzas intactas», contaba a su seguidores rodeado de vecinos de la localidad. Uno de ellos, que residió en Nueva York durante varios años, se dirigió a él en inglés. «Ya veis, gente. Todos somos americanos, todos somos ucranianos. Todos somos ciudadanos del mundo», se despidió.
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