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El anuncio de que el Gobierno de Estados Unidos aumentará un 25% los aranceles a Canadá y México, y un 10% a los productos de China, parece tratarse únicamente del comienzo de unas nuevas 'guerras comerciales' por parte de Donald Trump, no muy diferentes a ... las que ya propició durante su primer mandato. El presidente republicano ha confirmado que a esta subida le seguirá la aplicación de gravámenes extraordinarios a bienes procedentes de la Unión Europea y otras tasas sectoriales a productos farmacéuticos, chips, acero, aluminio o cobre, entre otros.
«Los aranceles nos harán muy ricos y muy fuertes». ha declarado Trump, relativizando los costes de un proteccionismo de esta envergadura para el empleo nacional, la economía y el comercio en el bloque de América del Norte. «Creo que podría haber algún trastorno temporal, de corto plazo, y la gente lo entenderá», confió a los periodistas en una rueda de prensa en el Despacho Oval durante la noche del viernes, en víspera de la aplicación de los nuevos impuestos.
Lo entienda o no, lo cierto es que la población estadounidense sí parece en alerta ante el presumible aumento de precios en los mercados. Trump adelantó en noviembre sus intenciones y en diciembre las estadísticas de consumo revelan un sustancial incremento de compras de ordenadores, pantallas o frigoríficos, artículos tradicionalmente importados de México. También las empresas han hecho acopio de reservas mientras los sectores nacionales más potentes, como los del automóvil y la energía, han insistido al Gobierno para establecer exenciones parciales ante el temor al desabastecimiento o un aumento desmesurado de los precios.
Para la industria en general, no solo se trata de los problemas que pueden producirse en las importaciones sino de la reacción de Canadá y México, que pretenden reaccionar con la aplicación de nuevos gravámenes a los artículos estadounidenses. Los expertos consideran de alto riesgo el inicio de un juego de golpes y contragolpes en un mercado enorme que engloba a los tres países –EE UU, Canadá y México– y que se ha mantenido durante más de treinta años a base de acuerdos mutuos. El intercambio comercial de este bloque alcanzó en 2024 un valor superior a 1,5 billones de dólares.
La incógnita radica en cuándo comenzará la guerra, Tanto Trump como su jefa de prensa, Karoline Leavitt, han confirmado que hoy se aprobarán los nuevos aranceles, pero han dejado en el aire si se aplicarán de inmediato o el Gobierno dejará unos días de margen. Todavía están en marcha las conversaciones a varias bandas. Una de ellas reúne a la Administración estadounidense con una delegación oficial canadiense. Otra es la que vincula a los ejecutivos de las grandes empresas de EE UU que buscan presionar al Ejecutivo para que dicte exenciones en determinados sectores. A todos ellos les une el miedo a la inflación y a un parón en el crecimiento económico.
El presidente republicano, en cambio, sí ha adelantado su intención de instaurar tasas también al gas y el petróleo a partir del 18 de febrero, aunque en ambos casos atenuadas. EE UU recibe 4,6 millones de barriles de crudo diario desde Canadá y su propósito es aplicarles una tasa del 10% frente al 25% del resto de importaciones.
Algunos medios especulan este sábado con que Trump prefiera esperar a analizar los efectos de estos primeros gravámenes antes de continuar con la Unión Europea, el gran socio comercial de Estados Unidos, o las tasas sectoriales. El grado de riesgo que el mandatario asume de forzar a otras naciones a doblegarse a sus exigencias bajo la amenaza de maniobrar económicamente resulta muy elevado.
'Los Angeles Times' es este sabado especialmente gráfico. «Podría hacer subir el precio de todo, desde la gasolina y las camionetas pickup hasta los aguacates para el dip de guacamole para las fiestas del Super Bowl», señala el rotativo en su información sobre la estrategia de quien empiezan a apodar como 'el hombre arancel'. Una importante consultora del sector automotriz ha advertido que la industria se enfrenta a un «shock» y anuncia un «invierno arancelario» para el país. Y el gobernador de Ontario, Doug Ford, ya ha anunciado que ordenará retirar todo el alcohol estadounidense de los comercios de esta provincia canadiense. Después de la Unión Europea, Canadá es el segundo mercado de los destilados fabricados en EE UU. A los ciudadanos de EE UU también les pueden resultar notablemente más caros el vino, la cerveza, la madera o los medicamentos. El primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, ha anunciado una respuesta «contundente» por parte de una nación que detenta el mayor índice de desarrollo humano del mundo, es la octava economía más grande y ocupa un lugar destacado en el G7 y el G8.
A los dos lados de la frontera sur, la inquietud crece a medida que se acerca el decreto arancelario. Aparte de la inmigración ilegal o el narcotráfico, muchos ven en las intenciones de Trump un intento de fortalecer la industria del automóvil y del acero nacionales. Ambos sectores consideran que las importanciones masivas desde el país vecino están restando poder a la producción patria, aunque algunos expertos afirman que mejorar su posición mediante un proteccionismo económico perjudicará a una «relación simbiótica» entre EE UU y México de larga duración. Numerosas fábricas comenzaron a abrir en la década de 1960 en territorio mexicano debido a los elevados costos de hacerlo en Estados Unidos. Resultaba más económico producir al sur de Texas y exportar a EE UU. Además, existe un fuerte vínculo cultural y familiar entre los dos países que es mucho menos presente con el vecino del norte, Canadá.
La nueva guerra comercial tampoco sorprende en un presidente como Trump, que en 2018 ya promovió un fuerte aumento de los gravámenes a China. Justificó entonces su política en la necesidad de promover la industria local, reducir el déficit comercial estadounidense y protegerse frente a una hipotética 'invasión' inteléctual de Pekín. También el líder republicano recurrió al argumento de que EE UU había sido «estafado» por sus socios internacionales durante el mandato del demócrata Barack Obama. Una frase que recuerda sobremanera a «la UE nos ha tratado terriblemente» que esgrime ahora para advertir de posibles aranceles a la Unión Europea. «Nos tratan muy mal: no se llevan nuestros coches, no se llevan nuestros productos agrícolas; en esencia, no se llevan casi nada. Y tenemos un tremendo déficit con la Unión Europea», ha recriminado a Bruselas.
Mientras la economía global mira este sábado hacia la Casa Blanca, a la espera de que sea efectiva la orden de su presidente, éste reiteró anoche sus acusaciones a China, Canadá y México como responsables del fentanilo que entrá en Estados Unidos y mata a «cientos de miles» de ciudadanos cada año. Eso, y la exigencia a Canadá y México de que cierren el paso a la inmigración en sus fronteras y acepten las deportaciones de sus nacionales, forman las tres justificaciones de Trump a su entusiasmo por las barreras impositivas. No cuadran estos argumentos con otros explicitados por el propio Trump referentes a que todas estas medidas no deben entenderse como herramientas de negociación. Para él, la cuestión es más sencilla: «Los aranceles no causan inflación, sino éxito»
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