No es fácil para ningún adolescente llegar a su graduación, pero Shawn Jackson y su padre lo disfrutaron poco. Unos 20 minutos después de que el director de la escuela le estrechase la mano con una felicitación, el joven de 18 años estaba tumbado en ... la acera desangrándose. Su orgulloso padre, Renzo Smith, de 36 años, se convirtió en la otra víctima mortal de un tiroteo que dejó otros seis heridos en una estampida fatal.
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Los anhelados birretes rodaron por el suelo. Mujeres en tacones con bebés en brazos y niños a los que los disparos sorprendieron sin la mano de sus padres salieron huyendo en todas direcciones. En su desesperación una niña de 9 años fue atropellada por un coche. Todo el mundo corría hacia el parque Monroe, justo en frente, donde el pánico se contagió a los cientos de personas que no sabían ni por qué corrían. El ulular de las ambulancias ahogaba los gritos y llantos de familias que intentaban revivir sobre el pavimento a los heridos. Un joven del tamaño de un hombretón rompió en sollozos incontenibles, mientras una mujer intentaba guiar su respiración para que recuperase la calma. Sobre la cera, togas ensangrentadas, birretes abandonados y tacones rotos. La caótica escena ocurrió frente al Teatro Altria de Richmond (Virginia), donde los estudiantes que acababan de recibir el diploma se reunían con sus familias para la sesión de fotos.
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Mercedes Gallego
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«¿Es que ya no hay nada sagrado?», se preguntó indignado el jefe de Policía Rick Edwards. «Este debería haber sido un espacio seguro, pero alguien decidió traer pistolas y una lluvia de terror a nuestra comunidad».
Ese alguien puede ser Amari Pollard, otro joven de 18 años detenido este miércoles bajo sospecha de ser el que disparó al menos ocho balas para acabar con el adolescente recién graduado con el que tenía una disputa, según la Policía, que ha descartado un asunto de bandas. Se desconoce cuál era la rencilla, pero el jefe de Policía indicó que duraba un año.
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Para entonces el director del instituto Huguenot, Robert Gilstrap, ya lamentaba sobre el escenario que dos de los estudiantes no habían podido llegar hasta la ceremonia de graduación por haber perdido la vida bajo las balas a lo largo del curso escolar, y un tercero falleció en un accidente de coche. Jaden Carter había sido asesinado en el mismo campus escolar en enero pasado, mientras que la otra víctima de la violencia se disponía a coger el autobús cuando le abatieron a tiros.
La epidemia parecía incontenible. Horas antes de este tiroteo tres estudiantes habían muerto en otro distrito escolar. «No vamos a permitir que la violencia armada defina a nuestra ciudad», se rebeló el alcalde Levar Stoney en conferencia de prensa. «¡Sanaremos, nos recuperaremos, esto no nos destruirá!».
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Para cuando le detuvieron, Pollard aún llevaba consigo las dos pistolas utilizadas en el tiroteo. Le acompañaba otro joven también armado, que fue puesto en libertad al considerarse que no participó en el incidente, lo que deja toda la carga sobre Pollard, para el que se pide un castigo ejemplar.
A Shawn Jackson, fotografiado sonriente en una brillante toga verde con rayas amarillas, minutos antes de que se le apagara la sonrisa para siempre, sus compañeros le recordaban como alguien sociable y popular al que le gustaban las fiestas, orgulloso de haber conseguido acabar el curso escolar pese a haber tenido que superar «algunas adversidades» que de pronto palidecieron.
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