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ILUSTRACIÓN: DANIEL CASTAÑO

George Floyd, las razones de un símbolo

La protesta que mantiene en vilo a EE. UU. y recorre el mundo tuvo como detonante una muerte cruel, pero sus razones van mucho más allá. Los datos reflejan la profundidad de una brecha social que ni siquiera la elección del primer presidente negro en la historia del país logró cerrar

Bárbara Parreira

Martes, 9 de junio 2020, 02:45

El pasado 25 de mayo, George Floyd, un afroamericano de 46 años, murió asfixiado por un policía en Minneapolis. Con una rodilla presionando su cuello hasta que dejó de respirar. Mientras, otros tres agentes observaban sin apenas mover un dedo. Su mujer, Roxie Washington, lo recordará siempre como un buen hombre, un padre que quería lo mejor para su familia. En su entorno era conocido como 'Big Floyd', un 'gigante amable'. En los años noventa le habían ofrecido una beca para jugar al fútbol en la Universidad Estatal de Florida, pero al no haber terminado la escuela, Floyd tuvo que emprender otro camino. Se mudó de Houston a Minneapolis en busca de un futuro para él y su familia. «La diferencia entre mi hermano y yo es que yo tuve más oportunidades que él. Dos cosas que tenemos en común: los dos vinimos de abajo y nuestros nombres serán recordados para siempre», afirma su amigo Stephen Jackson, ex jugador de la NBA. Aunque Floyd no pretendía ser recordado. «Lo único que quería era ser un buen padre. Era lo único de lo que hablaba». Pero no verá crecer a Gianna, la niña de seis años que tras la muerte de su padre gritó 'mi papá cambio el mundo'.

El vídeo de ocho minutos en el que quedó recogida la agonía de George Floyd tardó apenas unas horas en conmover al mundo y desatar la frustración contenida de la comunidad negra de Estados Unidos. Sus últimas palabras fueron «no puedo respirar», convertidas ahora en un lema de la protesta. El delito que le costó la vida fue utilizar un billete falso. Floyd, que había perdido su empleo como guardia de seguridad por la crisis del coronavirus, pagó con él un paquete de cigarrillos. La policía fue alertada y procedió sin contemplaciones a detener al sospechoso, que acabó esposado y con el agente de policía Derek Chauvin presionando con su rodilla sobre el cuello de Floyd hasta arrebatarle su último aliento. Mientras esto ocurría, otros tres agentes observaban la escena casi sin inmutarse.

Gráfico. Repaso histórico a las muertes que han desencadenado protestas raciales en Estados Unidos.

Chauvin afronta una petición de condena de 40 años por homicidio de segundo grado; los otros tres han sido imputados con cargos por complicidad. Pero lo que toda la comunidad negra tuvo claro de inmediato al ver el vídeo es que los cuatro agentes no habrían actuado igual si en lugar George Floyd quien hubiera suplicado bajo la rodilla del agente hubiera sido un blanco. Este tipo de brutalidad policial hacia un ciudadano negro no es un caso aislado en Estados Unidos. La muerte de Floyd ha sido sólo otro detonante de las tensiones raciales ya existentes. Al mediático caso de Floyd le antecede toda una cronología de muertes como las de Amadou Diallo (1999), Oscar Grant (2009), Trayvon Martin (2012) y Michael Brown (2014). Todos menores de 25 años, con pinta de sospechosos para la policía, pero que en realidad no habían cometido ningún delito. La muerte de estos jóvenes también desencadenó manifestaciones e incluso violentas protestas.

La secuencia se repite periódicamente: el sentimiento de discriminación, la brutalidad policial, las protestas, la ira de la comunidad negra y la polarización política. En plena crisis sanitaria y en pleno año electoral, la muerte de Floyd ha desatado una nueva y poderosa ola de disturbios que se ha expandido por dentro y fuera del territorio norteamericano. En Estados Unidos han sido más de 350 ciudades en las que se han producido manifestaciones simultáneas. Inglaterra, Nueva Zelanda, Brasil y numerosos países europeos, entre ellos España, también han visto manifestaciones en sus calles. Personalidades de todo el mundo han mostrado su indignación y solidaridad a través del grito 'Black Lives Matter', popularizado a través de las redes sociales. Políticos, deportistas, celebridades y policías han hincado su rodilla en el suelo para protestar y pedir perdón por la crueldad cometida por Chauvin.

Vídeo. Agresión del policía a Floyd.

No falta quien ve en el panorama actual el recuerdo de la movilización que tuvo lugar tras la muerte de Martin Luther King en 1968. Pero son las cifras, más allá de los símbolos, las que explican la causa y las dimensiones de esta crisis. Según datos recopilados en un estudio de la American Community Survey (ACS), los afroamericanos conforman menos del 14% de población de Estados Unidos frente al 15% de la población hispana y el más del 70% de los blancos no hispanos. Sin embargo, el 23% de las víctimas de los homicidios en intervenciones policiales son afroamericanos. Las estadísticas también indican que ser negro en Norteamérica también supone 3 veces más probabilidades de recibir un disparo que una persona de cualquier otra etnia. Además, por un delito de las mismas características –como puede ser portar una mínima cantidad de droga–, la persona de color tiene 5 veces más posibilidades de ser encarcelada. Un ejemplo reciente, que refleja la desigualdad racial en las detenciones, se encuentra en los informes del Departamento de Policía de Nueva York (NYPD): más del 90% de los arrestados por incumplimiento de las normas de distanciamiento social en el mes de mayo eran personas afroamericanas o hispanas, solo el 9% eran blancos. Un argumento recurrente que justifica la dureza policial hacia esta minoría es que la mayor parte de los asesinatos de policías son llevados a cabo por criminales negros. Sin embargo, un artículo del Washington Post, basado en datos del FBI, muestra todo lo contrario: en el 52% de los casos en que un policía es asesinado, el agresor es de raza blanca.

La ACS también recoge en sus informes las condiciones del sistema penitenciario estadounidense, en el que se encuentra el 25% de los presidiarios del mundo. Entre la población carcelaria, los afroamericanos sí son mayoría. Por cada cien mil ciudadanos negros, 1.549 están entre rejas, frente a los 272 por cada cien mil personas blancas. Otro dato llamativo recogido por la NAACP (National Association for the Advanced of Coloured People) es que la mayoría de los fallecidos a causa la brutalidad policial son jóvenes menores de 30 años. La frecuencia de estos acontecimientos ha convertido las muertes en intervenciones policiales en la sexta causa de fallecimiento entre los jóvenes de raza negra. En otro estudio realizado en 2018 por la misma asociación, se recogieron datos sobre las conductas racistas en las diferentes esferas de la sociedad norteamericana: más del 70% de los entrevistados afirmaban que desde la elección de Donald Trump en 2016, la gente estaba siendo más abiertamente racista. Desde que Trump está en el poder, el Departamento de Justicia ha abierto sólo una investigación entorno a conductas policiales que violan la Constitución; mientras que en el primer mandato de Obama se realizaron quince y durante el de George W. Bush, doce.

Vídeo. La situación de la población negra en Estados Unidos.

La causa de los disturbios y los saqueos que han estallado en Estados Unidos está lejos de limitarse solo al asesinato de un hombre negro a manos de un policía blanco. Es apenas la punta de un iceberg del sentimiento de injusticia y discriminación que la comunidad negra considera amparadas por instituciones gubernamentales que perpetúan el racismo en el sistema social estadounidense. Tener antecedentes penales reduce en un 50% las posibilidades de que una persona consiga empleo en Estados Unidos. En consecuencia, la cárcel se ha convertido en sinónimo de pobreza y, con ello, la imposibilidad de acceder a una vivienda digna, a una educación mejor o a una atención sanitaria de calidad. La esperanza de vida de una persona de color es todavía 3 veces más corta que la de un blanco. En un documento del Joint Economic Committee el Congreso señaló que a pesar de que los afroamericanos hayan mejorado su estatus socio-económico en los últimos cincuenta años, siguen teniendo «menos oportunidades para lograr buena salud, influencia política, prosperidad y seguridad que otros estadounidenses». De hecho, el sueldo medio de la población negra es de 41.692 dólares, mientras que el de los blancos supera los setenta mil. En los últimos 50 años, la tasa de desempleo de los negros no ha dejado de ser el doble que la de los blancos. Y aunque Donald Trump se felicita por la caída del desempleo a mínimos de los afroamericanos, los gráficos de enero de 2020 todavía mostraban que su tasa del 6% era casi el doble de la del desempleo de los blancos, del 3,1%.

Cierto es que en las últimas décadas se han multiplicado escritores, artistas, atletas y músicos negros que se han convertido en superestrellas en sus respectivos campos. El siglo XXI incluso vio la elección del primer presidente de raza negra, Barack Obama, pero su llegada a la Casa Blanca no alcanzó para disipar las conductas racistas en América ni acabar con las muchas brechas la población negra aún siente que la separan de la igualdad real de oportunidades. La Declaración de Independencia de los estados unidos declara que «todos los hombres son creados iguales», pero la población afroamericana aún siente que esta proclamación está lejos de la realidad.

La aprobación de la Decimotercera Enmienda en 1865 abrió el paso a la abolición de la esclavitud y garantizó la libertad para todos los estadounidenses, con la excepción de criminales. Más de cuatro millones de personas, que antes eran parte del sistema de producción de los estados del sur, fueron liberadas. Pero la economía del país necesitaba recuperarse de estas pérdidas. Tras la Guerra de Secesión, los afroamericanos empezaron a ser detenidos por delitos menores como deambular o mendigar. Una persona que era arrestada no tenía derecho a la aplicación de la Decimotercera Enmienda; era sentenciada a trabajo esclavo para la recuperación económica. Años después, durante el mandato de Richard Nixon, el Gobierno, alentado por el temor a la criminalidad de los afroamericanos, elaboró nuevas políticas de encarcelamiento que se han ido transformando a lo largo del tiempo, pero que aún siguen vigentes en gran medida. Ni la Decimotercera Enmienda, ni el fin de la segregación, ni la elección de un presidente negro han terminado con la brecha racial.

«George Floyd no debería estar entre los fallecidos. No murió de condiciones de salud comunes. Murió de un mal funcionamiento de la justicia penal estadounidense», declaró el activista Al Sharpton en un emotivo discurso durante el funeral de Floyd. «Lo que le ocurrió a Floyd es algo que ocurre todos los días en este país en la educación, en la salud y en el día a día de la vida americana. Es hora de que nos levantemos en nombre de George y digamos: Quitad vuestra rodilla de nuestros cuellos». Estas son las razones que han hecho de George Floyd un símbolo.

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