![El Congreso de EE UU que está por llegar](https://s3.ppllstatics.com/rc/www/multimedia/2023/12/02/211220-k9qE-U210897483331JUG-1200x840@RC.jpeg)
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Ocurre cada vez que Donald Trump aparece en escena. De repente, muchos congresistas se acuerdan de su familia y deciden ponerla por encima del trabajo. Para las elecciones del año que viene son ya 37 los que han anunciado que no se presentarán a la ... reelección.
«Si no tienes un golpe de estado en tu currículum no te molestes en solicitar el trabajo», escribió en una columna el editor jefe de 'The Bulwark', una página de noticias conservadoras antiTrump, que ayer mismo abría su portada con un artículo titulado «No estás lo suficientemente alarmado».
En los casi tres años transcurridos desde que el magnate abandonase la Casa Blanca en helicóptero con el ceño fruncido y sin saludar a su sucesor, sus intentos de alterar el resultado de las elecciones para perpetuarse en el poder se han convertido en la Biblia del Partido Republicano. El negacionismo electoral es ahora un requisito imprescindible para obtener su beneplácito. Una prueba de bautismo sin la cual no solo no se forma parte de su club sino que se entra en zona minada.
A poco más de un mes de que empiece en Iowa la eliminatoria de los republicanos para definir quien le representará frente a Joe Biden en noviembre del próximo año, las empresas de sondeos dejan pocas dudas de que Trump será el candidato elegido. En la media nacional recogida en 'fivethirtyeight.com', el expresidente tenía el pasado viernes el 60% del voto frente al 12.6% de su rival más cercano, Ron DeSantis. En Iowa ese margen bajaba hasta 27 puntos y en New Hampshire a 25. En cualquier caso una contundente ventaja y muy por encima del margen de error.
En 2019 un análisis del 'Washington Post' revelaba que casi el 40% de los 241 diputados republicanos que estaban en el cargo cuando Trump llegó al poder dejaban el puesto. Pocos se atrevieron a decir abiertamente los motivos por temor a ponerse a tiro de su furia, ya que retirarse del Congreso no significaba necesariamente retirarse de la vida política. El congresista de Michigan Paul Mitchell, que entonces tenía 62 años, fue uno de los valientes, tan «asqueado» –en palabras suyas– con el «infantilismo» y la «mezquindad» del clima político que prefería dedicarse a su familia. «¿Crees que alguno de nosotros esperaba que nuestro trabajo empezara cada mañana con mirar la lista de tuits?», preguntó retóricamente al rotativo de la capital.
Los representantes de la Cámara Baja son más vulnerables a presiones que los senadores, porque sus cargos se renuevan cada dos años frente a los seis del Senado, y dependen de distritos más pequeños. Las bases de Trump viven pendientes de los mensajes de su líder, a menudo en clave, que interpretan como órdenes, ya sea para asaltar el Capitolio o para votar por quien les diga. Como consecuencia solo dos de los diez diputados republicanos que votaron a favor de su segundo 'impeachment' por su papel en la rebelión del 6 de enero de 2021 sobrevivieron a los retos de primarias que impulsó. Eso incluyó a Liz Cheney, la hija del poderoso vicepresidente de George W. Bush, que dio por bueno perder el escaño porque tiene sus propias ambiciones presidenciales entre el ala antiTrump del partido conservador.
No todos los diputados que se retiran en este ciclo son republicanos. De hecho, esa es una de las sorpresas del análisis publicado el pasado fin de semana por 'The New York Times'. De los 30 diputados en retirada, 20 son demócratas y 10 republicanos, pero de entre los demócratas una docena lo hace para presentarse a otro cargo público, incluyendo el de presidente de EE UU, al que aspira en primarias Dean Phillips, sin que nadie piense que tiene oportunidad alguna de batir al mandatario actual.
Dado que los demócratas tienen actualmente la mayoría en el Senado, 12 diputados aspiran a formar parte de ese grupo de legisladores más selecto e influyente, como un ascenso en su carrera. Lo preocupante son los ocho que se retiran de la vida pública, pese a que su partido tiene buenas posibilidades de recuperar el control de la Cámara Baja dentro de un año.
La polarización del país anticipa cada vez márgenes más estrechos y elementos más radicales que convierten al Congreso en un ring de boxeo de insatisfacciones y jornadas interminables, por no decir en un circo. La expulsión del congresista de Long Island George Santos, el viernes, requirió de tres intentos pese a estar enjuiciado criminalmente por haber fabricado su propia biografía y extorsionado a los donantes de campaña. «Me gusta el trabajo, pero con la política que conlleva ahora no vale la pena», dijo a 'The New York Times' Earl Blumenauer, un demócrata de Oregón que anunció su retirada el mes pasado tras más de un cuarto de siglo en la Cámara estadounidense.
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