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Durante la campaña electoral que ha llevado de nuevo a Donald Trump a la Casa Blanca, emergió la figura de J. D. Vance, elegido por el magnate para la vicepresidencia justo después de sufrir un atentado. Como si fuera su heredero.
Joven y hecho a ... sí mismo. Vaciado en el molde del modelo americano: niño de una familia sin padre que creció en el 'cinturón de óxido' de Ohio, una de las zonas industriales más azotadas por la crisis. De ese pozo, con talento y esfuerzo, llegó a la Universidad de Yale y se hizo rico con las nuevas tecnologías. Además, sirvió en el Cuerpo de Marines en la guerra de Irak. Equipado de serie para acompañar a Trump. Lo tiene todo, según el magnate. Sólo parece sobrarle una cosa:la presencia en el futuro Gobierno de un personaje a quien nadie ha votado en los comicios, Elon Musk. El dueño de Tesla y X se ha quedado con buena parte del espacio que iba a ocupar Vance y se ha convertido en la mano derecha del presidente electo.
Fue Musk quien estuvo al lado de Trump en la reinauguración de la catedral parisina de Notre Dame. Y compartió la primera llamada telefónica entre el líder republicano y el presidente de Ucrania. Volodímir Zelenski le agradeció haber puesto a su servicio la compañía de satélites Starlink. Hace unos días, Musk entrevistó en X a la líder de la ultraderecha alemana, Alice Weidel, a la que apoya de cara a las elecciones germanas de febrero. Los filamentos de su red se extienden por el mundo a través de su enorme capacidad digital. Musk no ha figurado en ninguna lista electoral. Su camino al poder ha sido otro: la aportación de más de 200 millones de euros a la campaña republicana.
En el camino hacia Washingon, J. D. Vance ha quedado relegado a breves intervenciones, apenas unos cameos, mientras el papel protagonista se lo quedaba Musk. El multimillonario sudafricano es hiperactivo. Se le ve tanto o más que a Trump. De hecho, el congresista republicano Tony Gonzales se ha referido a Musk como 'primer ministro'. La demócrata Pramila Jayapal ha ido más allá y le ha calificado como «presidente en la sombra». No es la única. Musk es ya el principal colaborador en la órbita del presidente electo. Siempre ha votado al Partido Republicano y ahora se ha escorado aún más a la derecha. De hecho, no deja de aparecer en fotografías dando la mano a los principales líderes de la ideología ultra, como Javier Milei, presidente de Argentina, y Giorgia Meloni, primera ministra de Italia.
«Para mí nunca se trató de dinero, sino de resolver problemas para el futuro de la humanidad», defiende Musk, el hombre más rico del mundo y ahora asesor íntimo del presidente de Estados Unidos. Su poder no deja de aumentar y, al mismo tiempo, su figura amenaza con tapar al resto de la nueva Administración de Trump, incluido el designado en principio para ser el 'príncipe del reino', J. D. Vance, que sabe adaptarse. El vicepresidente apenas tiene 40 años, edad de heredero. Aunque en el pasado tachó al hoy presidente electo de «idiota» y «Hitler norteamericano», cambió su visión sobre el magnate, que se transformó en su referencia y guía. «Estaba equivocado respecto de Donald Trump», rectificó.
La irrupción de Vance en la pasada campaña supuso un impulso en las filas republicanas, sobre todo, entre la clase trabajadora blanca, que ve en él un modelo de éxito a seguir. Además, en el viaje junto a Trump hacia la Casa Blanca trató de atraer a otros votantes y rebajó el tono que había mantenido en el inicio de su carrera política, como cuando en 2021 dijo: «El país estaba gobernado por un montón de mujeres sin hijos y amantes de los gatos que se sienten miserables con sus propias vidas y las decisiones que han tomado y por eso quieren hacer que el resto del país también se sienta miserable».
Como si tratara de reaccionar y volver a la primera fila, J. D. Vance ha acelerado estos días el ritmo de sus intervenciones públicas. Criticó a la autoridades demócratas de California por su falta de reacción ante los incendios que han arrasado ese Estado. En eso ha seguido la línea oficial, pero se ha desmarcado en el tema del asalto al Capitolio. Trump defiende el indulto para los alborotadores que irrumpieron en la sede parlamentaria el 6 de enero de 2021 en protesta por la victoria de Joe Biden sobre el magnate en aquellas elecciones presidenciales. J. D. Vance cree que no cabe el perdón en este caso.
Esa distancia entre las dos principales figuras del futuro Gobierno de Estados Unidos se ha hecho más evidente en el reciente proceso de designación de altos cargos. Trump ha aparecido casi siempre con Elon Musk, Robert Kennedy Jr., Vivek Ramaswamy e incluso el presidente de la Cámara de Representantes Mike Johnson. Su círculo más cercano. Tras el triunfo electoral de noviembre, J. D. Vance ha permanecido casi invisible mientras Musk ha reclamado todos los focos.
Pero el próximo vicepresidente es un tipo resistente y determinado. Creció con su abuela, una mujer dura que forjó el carácter de aquel niño de barrio en el cinturón industrial de Ohio asesiado por el desempleo y la falta servicios. Vance, que adoptó el apellido de su familia materna, dice sentirse orgulloso de ese pasado, aunque critica a muchos de sus vecinos, que, a su juicio, se conformaron con vivir de la asistancia social. Él, en cambio, salió de ese laberinto y ahora está en la cima de Estados Unidos, justo por debajo de Trump y, parece, de Musk. El lunes en Washington comenzará esta carrera oficial para ser el número dos de Estados Unidos en la que Musk ha cobrado ya una clara ventaja.
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