El canciller alemán, Olaf Scholz, y el presidente de EE UU, Joe Biden durante su reunión este viernes en la Casa Blanca EFE

EE UU y Alemania intentan coordinar una respuesta si China se involucra en la guerra

Scholz mantiene un breve encuentro en la Casa Blanca con Biden tras las tensiones generadas por el envío de tanques a Ucrania

Mercedes Gallego

Corresponsal. Nueva York

Viernes, 3 de marzo 2023, 22:08

Sin primera dama, sin cuerpo de prensa ni banda de música. Así de serio llegó a la Casa Blanca el canciller alemán Olaf Scholz, que ni siquiera respondió a ninguna de las muchas preguntas con que los periodistas le asaltaron al término de unas escuetas ... declaraciones de cortesía en el Despacho Oval, mayormente de su anfitrión. Si Emmanuel Macron y su esposa encandilaron al matrimonio Biden con una cena sobre el Potomac en un restaurante italiano, el alemán sostuvo que su visita era «puramente de trabajo».

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Tenían el tiempo contado, una hora se habían dado. Tanto Biden como Scholz se habían reunido recientemente en persona con el presidente ucraniano Volodímir Zelenski y, en teoría, iban a poner en común sus impresiones sobre ello, pero todo hace pensar que la cuestión de fondo era otra. El asistente del presidente para Asuntos de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, presente en la sala, había dicho el mes pasado que, prácticamente, el Gobierno alemán les había forzado anunciar el envío de 31 tanques Abrams como condición para que ellos mandaran dos Leopard. El Ejecutivo germano contradecía esta versión y este viernes era su oportunidad de aclararlo en persona.

En realidad los tanques, aún sin llegar a Ucrania, son agua pasada. Lo que importa es el tsunami que se ve venir. Estados Unidos, cuya inteligencia ha brillado en el conflicto ucraniano, está convencido de que China contempla vender armas a Rusia, un paso que considera fatal para el devenir de la guerra y de las relaciones internacionales con el gigante asiático. Su estrategia es la misma con la que intentó abortar el conflicto, al desenmascarar públicamente los planes de Putin, de los que ni su gobierno supo hasta la noche de la invasión. Scholz está de acuerdo en que «como aliados de la OTAN» es importante mostrar a China el enérgico rechazo que ese movimiento provocaría. La cuestión es si está dispuesto a responder con sanciones a una potencia inversora en su país.

Esta es la segunda vez que el canciller alemán visita la Casa Blanca de Biden, siendo la anterior en febrero de 2022, justo cuando se iba a producir la invasión rusa. «Han pasado muchas cosas desde el año pasado, tenemos mucho de lo que hablar», le dijo el presidente estadounidense al recibirle, pero ninguno quiso responder a la pregunta de si China era el plato fuerte de la agenda. «Estoy muy contento de estar aquí para hablar contigo», le dijo Scholz.

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Agradecimiento «sincero»

Biden fue comprensivo frente a las cámaras. Le agradeció su ayuda para mantener la presión sobre Putin y dijo entender presiones políticas que tiene en Alemania con el aumento del presupuesto de Defensa y la diversificación de las fuentes energéticas, más allá del gas ruso. «Se que esto no ha sido fácil para ti. De hecho, ha sido muy difícil», empatizó el mandatario estadounidense, tras agradecerle «sinceramente» la ayuda militar y moral que ha dado a los ucranianos. «Eso ha marcado la diferencia», insistió.

Ahora lo que hace falta, dijo, es mantener la presión y demostrarle a Putin que la unidad trasatlántica no tiene grietas. Si lo suyo es dar una imagen de firmeza, el fiscal general de Estados Unidos, Merrick Garland, trabaja silenciosamente por detrás. Este viernes se supo que había hecho una segunda visita sorpresa a Ucrania, para la que no busca fotos ni flashes. Intenta montar el caso contra Putin por crímenes de guerra y asesorar a los ucranianos sobre cómo preservar las pruebas. Garland participó en la conferencia 'Unidos por la Justicia' a la que se sumó Zelenski, y dijo apoyar las investigaciones que se llevan a cabo en La Haya para perseguir los crímenes contra la humanidad que se están produciendo. Es la segunda visita de Garland a Ucrania en menos de un año y probablemente no será la última.

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