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J. L. GONZÁLEZ
Jueves, 4 de abril 2019, 04:47
Se llama Jim Reynolds y ha dejado al mundo con la boca abierta. Este joven californiano de 25 años que forma parte del grupo de rescate de Yosemite, en EE UU, ha logrado escalar sin cuerda el cerro Fitz Roy, en la Patagonia argentina, ... un impresionante pico de granito de 3.359 metros de altitud que tiene una pared de 1.500. El hecho de subir sin cuerda ya es una proeza, pero no es ese el dato que ha deslumbrado al mundo. Lo más impactante de su hazaña es que descendió después por la misma vía, de nuevo sin usar cuerdas.
La proeza de Reynolds llega cuando aún suenan los ecos del premio Oscar que se llevó 'Free solo', el documental que narra la aventura de Alex Honnold, quien escaló por primera vez en la historia sin cuerda una de las paredes más difíciles del mundo: la del Capitán, en Yosemite. La cinta que dirigen Jimmy Chin y Elizabeth Chai Vasarhelyi narra no solo la proeza deportiva, sino también el proceso de preparación y las dudas que genera tanto en el propio protagonista como en el entorno del mismo.
El debate ahora está en cuál de las dos aventuras tiene más méritos y los expertos parecen decantarse por esta de la Patagonia. En la escala de dificultad que se aplica a la escalada, la pared de Yosemite gana. Pero la ascensión de Reynolds incluye dos elementos que la hacen, a ojos de los escaladores, más difícil si cabe: tras alcanzar la cumbre bajó sin usar cuerdas y lo hizo además en una zona de alta montaña azotada por las inclemencias meteorológicas.
La ascensión se produjo el pasado 21 de marzo, pero no fue hasta esta semana cuando se supo la noticia, que publicó 'National Geographic'. En su relato a esta publicación el escalador explica que tardó tres meses en preparar la aventura, acostumbrándose a las paredes de la zona. De hecho, escaló y destrepó las agujas Rafael Juárez (2.450 metros) y St. Exupéry (2.558) antes de intentarlo con el Fitz Roy.
Cuando se sintió dispuesto encaró la mítica montaña de la Patagonia para enfilar la vía abierta en 1979 por Jean y Michel Afanassieff, conocida como Filo Noroeste o vía Afanassieff. La dificultad de la ruta no es extrema, pero quien se atreva a afrontarla debe saber que hay varios tramos con piedras prácticamente lisas y secciones en las que puede haber hielo o nieve. A las 8.30 de la mañana, Reynolds comenzó una aventura que le llevó a la cima siete horas más tarde, no sin antes tener que alterar la ruta por un muro desplomado ante el miedo a que un trozo de hielo le golpease en la cabeza. Apenas se detuvo en lo alto, consciente de que aún quedaba lo peor: bajar sin usar la cuerda que llevaba consigo por si tenía que afrontar una emergencia. Tampoco podría haberle sacado mucho partido ya que reconoció que se había «olvidado» los utensilios necesarios para poder rapelar la pared en el descenso.
Para poder orientarse en la bajada, Jim Reynolds había dejado una suerte de camino de migas de pan en la pared. Valiéndose del magnesio, el polvo blanco que usan los escaladores para secar el sudor de las manos, marcó los agarres que se iba encontrando en la subida. A la hora de bajar, la duda era si esas marcas no se habrían borrado ya por la humedad. A la dificultad de ver los apoyos en pleno descenso en una pared vertical se sumó que parte de esta travesía de regreso se realizó ya por la noche. Solo la luz de su frontal le ayudó a guiarse hasta llegar sano y salvo a la base. «Deseaba vivir porque hay más cosas en mi vida al margen de la escalada, pero no quiero que el miedo arruine mi amor por este deporte», declaró el escalador. Un miedo que no le impidió culminar una de las grandes hazañas logradas en este deporte. Un desafío a la muerte.
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