El pastor Daniel Myers reza frente a las cruces funerarias en recuerdo a las víctimas de la masacre cometida el martes en la escuela primaria de Robb, en la localidad de Uvalde (Texas). REUTERS

Uvalde, en duelo por la peor matanza infantil de la década: «¿Qué culpa tenían estos niños?»

Traumatizado, el pueblo texano, en duelo intenta recuperar la fe mientras se preguntan si la policía podría haber hecho más

MERCEDES GALLEGO

Viernes, 27 de mayo 2022, 01:26

En el resto del mundo son titulares. En Uvalde (Texas), la peor masacre infantil de la última década quedará grabada en la memoria de sus habitantes con sonidos. Primero fue el chirrido de las llantas, al salir el asesino derrapando en la furgoneta de su abuela, que no sabía conducir ... . Luego, el estruendo de la ranchera al caer en un dique de cemento. Después, y más inquietante, los disparos retumbando por el tranquilo vecindario más de media hora. Todos escondidos en sus casas, turbados por las sirenas de la policía y el temor a encontrarse al asesino en su porche. Y por último, los gritos y llantos desgarradores de las madres.

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Las noticias les han ido poniendo nombres. «A los niños muchas veces no los conocíamos, nos hemos ido enterando después quiénes son los padres, y de esos sí sabemos, los adultos nos conocemos todos, aunque sea de oídas», explica Laura Zavala sentada en el porche de su madre. No le hacía falta irse muy lejos.

El vecino de al lado perdió a su hija mayor, Amerie Joe Garza, de diez años. El coche está en la puerta, pero en la casa se siente un silencio sepulcral. Nadie se ha atrevido a interrumpir su dolor. Unos jóvenes venidos desde San Antonio han dejado flores en la puerta del matrimonio desconocido al que quiere reconfortar. Los vecinos murmuran desde la distancia y miran hacia la casa con ojos enrojecidos.

Uvalde es un pueblo traumatizado que no volverá a ser el mismo. Salvador Ramos, el asesino, se llevó consigo la inocencia de una vida bucólica. Su gente sencilla y bondadosa vive con las puertas abiertas, sonríe a los extraños y contesta con resignación las preguntas de la prensa, que ha caído casi como una plaga.

«¿Qué le diría usted a los texanos?», le pregunta un periodista local a Beto Gallegos, de 82 años, que vio el comienzo de la masacre al vivir justo enfrente de la abuela de Ramos. Y recordaba cómo le lloró con la cara ensangrentada «¡mira lo que me ha hecho mi nieto!». «Que qué les diría a los texanos, que se deshagan de las armas», contesta sin vacilar. «No las necesitamos. Esto lleva pasando mucho tiempo, no nos hacen falta más armas. Lo que se necesita es a Jesucristo», dice.

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Para eso llegaron los predicadores evangélicos de todo el Estado, para consolarlos y decirles que «Dios los ama», y acogerá en su seno a todas esas «almas pequeñitas» que se han ido. Con la ceremonia religiosa que se llevó a cabo el miércoles por la noche en el rodeo del pueblo vinieron a decirles que «Dios es el refugio y la fuerza» para seguir adelante. «Cuando sientas que ya no puedes más, su gracia te mantendrá», les prometieron, Biblia en mano.

En las gradas había muchos cristianos y católicos, pero también algún sij y hasta musulmanes. Ayer no importaba de dónde venga la fe; lo importante es recuperarla en esa comunidad que siempre creyeron segura.

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«Es como si nos hubieran quitado la alfombra bajo los pies, todo en lo que confiábamos, ahora nos da miedo», confiesa Mika Menchuaca, madre y administrativa en un hospital de San Antonio. «Ahora tenemos mucha ayuda psicológica por aquí, pero pronto se marcharán y nos quedaremos solos». Es precisamente lo que buscaban aquellos que salieron del recinto con los ojos tan rojos como la camiseta granate del colegio que vestían. «Que nos dejen en paz, necesitamos llorar sin que nos graben las cámaras y pasar nuestro duelo solos», pedía Ignacio Castillo, un joven de 17 años que conocía a Ramos y se niega a creer que fuera el demonio que todos pintan.

Muere de un infarto el marido de una de las profesoras asesinadas

El marido de Irma García, una de las profesoras que murió asesinada cuando protegía a sus alumnos de Salvador Ramos, falleció de un ataque al corazón, según confirmaban ayer familiares de la pareja. El matrimonio llevaba 24 años casado y tenía cuatro hijos en común que, en apenas 48 horas, se han quedado huérfanos. «Con el corazón roto y un profundo dolor vengo a decir que el esposo de mi tía Irma, Joe García, ha fallecido debido al dolor. No tengo palabras para describir cómo nos sentimos. Por favor, oren por nuestra familia. Dios tenga misericordia de nosotros. Esto no es fácil», anunciaba John Martínez, un sobrino en redes sociales. Dentro de esta cadena de mensajes recordó, además, que sus tíos se enamoraron cuando estaban en el instituto de secundaria y que dejan cuatro hijos –de 23, 19, 15 y 13 años–. El canal de televisión Fox26 de Houston precisó que García había muerto de un infarto.

Su amiga Alison García iba a jugar con él a su casa de pequeña y le recuerda como «un niño normal», que hablaba y reía como cualquier otro. Fue solo «en los últimos dos o tres años que cambió y se hizo más retraído», asegura, en respuesta a cómo se burlaban de él. Era víctima de bullying. «Debería de haber más gente con la que hablar, no solo los consejeros de la escuela. Estaba solo y no tenía amigos».

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Tampoco hay a dónde escapar en este pueblo seco y polvoriento de 16.000 habitantes en la ruta de los coyotes. La mayoría se dedica a la agricultura (algodón, cebolla, sandías, pepino, repollo). El nombre más común de las mujeres es María y casi todas ofrecen sus servicios para limpiar casas y cuidar ancianos. Apenas unos cuantos establecimientos de comida rápida y hoteles de cadena repartidos en la calle principal, como el 'Wendy' en el que trabajó Ramos brevemente. No hay dónde ir.

Tal vez los evangélicos que han venido a pescar almas en este río revuelto logren devolverles un poco más de confianza en Dios y en sus propios vecinos. Después de cogerse de la mano y rezar juntos, algunos se sienten más seguros. «Me he dado cuenta de que hay más gente buena que mala», razona una de las vecinas de Uvalde, rota por el dolor.

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La labor de la policía, en cuestión

La policía de Texas se enfrentó el jueves a duras críticas, acusada de haber tardado demasiado en intervenir en la escuela de Uvalde durante el tiroteo escolar más mortífero en la década en Estados Unidos.

Según videos y numerosos testimonios, los padres aguardaban desesperados el martes a que la policía actuara mientras el estudiante de secundaria de 18 años, Salvador Ramos, llevaba a cabo una carnicería en una de las clases.

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Ante el aluvión de preguntas sobre la respuesta de la policía, Victor Escalon, del Departamento de Seguridad Pública de Texas (DPS), dijo en rueda de prensa que los investigadores aún estaban trabajando para reconstruir exactamente lo sucedido.

Después de dispararle a su propia abuela, Escalón dijo que Ramos chocó su vehículo cerca de la escuela, disparó a los transeúntes y luego entró al centro educativo por una puerta que aparentemente no estaba cerrada con llave. La policía entró minutos después, pero retrocedió por los disparos y pidió refuerzos. Un equipo táctico con agentes de la Patrulla Fronteriza de Estados Unidos entró y mató al pistolero «aproximadamente una hora después», señaló el jefe policial.

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Mientras tanto, los policías evacuaron a estudiantes y maestros y trataron sin éxito de negociar con el pistolero, quien los detuvo con disparos de rifle, dijo. Escalon también refutó relatos anteriores que aseguraban que Ramos fue confrontado por un funcionario de recursos escolares y dijo que no había ningún oficial armado en el lugar cuando comenzó el ataque.

En un video publicado en redes sociales y obtenido por Storyful, se puede ver a los padres frustrados, instando a la policía a entrar en la escuela. Las imágenes también muestran a un agente empujando bruscamente a una de las personas que se encontraban en el exterior.

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Daniel Myers, un pastor de 72 años, contó a la agencia AFP que llegó a la escuela con su esposa Matilda unos 30 minutos después de que Ramos ingresara. Los padres «estaban listos para entrar. Uno dijo: 'Estuve en el ejército, solo dame un arma, entraré. No voy a dudar. Voy a entrar'», relató.

«Los oficiales respondieron en minutos», aseguró el jefe de policía de Uvalde, Daniel Rodríguez. Además de los 21 muertos, 17 personas resultaron heridas el martes, incluidos tres policías.

Eulalio Díaz, un funcionario local, se encargó de identificar los cuerpos hasta altas horas de la noche, según relató al diario El Paso Times. «Algunos de los niños estaban en mal estado», dijo.

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