De niños de la paz a jóvenes en la guerra
Conflicto saharaui ·
Muchas familias asturianas ven cómo sus pequeños, a los que acogieron varios veranos en la última década, batallan por su territorio ocupadoSecciones
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Conflicto saharaui ·
Muchas familias asturianas ven cómo sus pequeños, a los que acogieron varios veranos en la última década, batallan por su territorio ocupadoQuizá cueste entender, desde la comodidad del sofá y cualquiera de las ventajas del primer mundo, las palabras de Feilah Bujari: «Me gustaría que me pusieran un avión para estar ahí, para cocinar o lo que haga falta». El «ahí» es el Sáhara Occidental, un territorio ocupado por Marruecos desde hace décadas y que ahora vive una nueva escalada de tensión y violencia. Feilah tiene 35 años y ya lleva 14 en España, primero en Murcia y ahora en Grado. Actualmente trabaja cuidando a una señora mayor en La Mortera (Candamo), aunque su verdadera vocación era trabajar en una guardería. «No me aceptaron por llevar pañuelo», nos cuenta. Ahora, poco importa todo. Tampoco que desde 2018 vive en Asturias con sus dos hermanas y su sobrino. Porque las últimas semanas solo vive pegada al móvil. Su cabeza está allí, en la tierra de donde partió hace más de una década. «Siempre estoy con mi país, nadie quiere una guerra, pero no nos dan más opciones. Tiene que ser así, no tenemos otra solución», lamenta.
Están siendo noches de insomnio que también padecen muchas familias asturianas, aferradas a cualquier noticia que llegue desde los campamentos de refugiados. Ya sea en las noticias, o directamente, a través de esos chicos, ahora ya jóvenes, que año tras año acogieron en sus casas durante el programa Vacaciones en Paz. Rosa Menéndez nos enseña la última conversación que tuvo, mediante Whatsapp con Handy Mohamed. Él le acaba de mandar una foto donde, junto a otros compañeros, hace el signo de la victoria. Van a la guerra. «Ya vamos de marcha, cuídate y un saludo a todos. Luego te hablo», le escribe. «Mucha suerte, hijo mío, no te olvides de que te quiero mucho», le contesta Rosa. Su «hijo», como ella le llama, forma parte de ese Ejército que, hace poco más de una semana, cuando el Frente Polisario decretó el estado de guerra al considerar roto el alto el fuego con Marruecos tras el ataque sucedido el 13 de noviembre en el paso fronterizo de Guerguerat, se unió a filas.
Marruecos, por su parte, optó por el silencio en las primeras horas tras la difusión del comunicado, y los medios oficiales marroquíes minimizaron e incluso desmintieron cualquier ataque saharaui a las Fuerzas Armadas Reales (FAR) en el muro de defensa levantado por el reino de norte a sur del Sáhara Occidental. «No estoy esperando el mensaje al móvil todos los días, se qué hay que tener paciencia, que allí no hay cobertura ni donde cargar el teléfono pero, si todo va bien, dentro de un mes, cuando les den un relevo o vengan a descansar, me escribirá», cuenta Rosa.
«Se van mis hijos a la guerra, porque son como mis hijos, de hecho, ellos me llaman 'su mamá de España'», relata Belén Cuevas. Como Rosa, lleva años acogiendo a niños saharauis todos los veranos. Y, también como ella, ansía que la pantalla del teléfono se ilumine. Es el momento que más alegría le produce a lo largo del día. Justo antes de que estallara esta nueva escalada de violencia en los territorio saharauis, Belén ya tenía preparada la carta de invitación para traer a su «niño», ahora un chaval de 23 años, «Él quiere venir a ver la tumba de su padre –su marido– y no se cansa de repetirme que su madre, por mí, no está sola». Belén es una de las veteranas. De las que llevan formando parte de ese programa solidario prácticamente desde el inicio. Su implicación no acaba ahí. Todos los meses de febrero, visita los campamentos saharuis. «Allí te hacen sentir como una reina», explica.
Sumamos otra voz a esta conversación. La de Alberto Suárez, presidente de la Asociación Asturiana de Solidaridad con el Pueblo Saharaui. Sabe perfectamente de lo que estamos hablando. «Hay familias que tienen hijos en la guerra, se crean un enganche emocional tremendo con esos críos, porque muchos siguen siéndolo, aunque ahora estén en la batalla». Él mismo apunta que Asturias es la quinta comunidad española que mayor número de niños saharauis acoge por habitante. «¡Llegamos a traer a más de 300 antes de la crisis!». Esas vacaciones en paz tienen una doble vertiente. Por un lado, el más evidente: darles la cobertura y cuidados sanitarios y alimenticios que necesitan. Por otro, el de componente más político, la sensibilización de la sociedad asturiana ante el conflicto, gracias al efecto multiplicador durante los meses que los niños residen en la región. Dicho de otra manera, son una especie de embajadores de la causa saharaui sin ni siquiera ellos saberlo.
A veces, esta acogida pasa de generación en generación. «Empezó mi abuela, después mi madre, y ahora yo; me gusta pensar que he sido nieta, hermana y madre de estos pequeños», cuenta Dylsia de la Cera, vecina de Las Regueras. «Estoy esperando noticias todos los días y, si no las tengo, llamo a los campamentos o pregunto a sus hermanos». ¿Y qué os dicen cuando hablas con ellos?, le preguntamos. «Solo nos cuentan que todo está bien, que todos están bien pero sabemos que la mitad no está allí, buena parte de los campamentos fueron a la guerra», responde Dylsia. Lo hace con angustia. Ella misma reconoce ese sentimiento a pesar de su voz firme y reivindicativa. «Estoy deseando que esto pase, que hagan lo que tengan que hacer, pero que pase pronto».
El conflicto volvió esta semana al ruedo político. Lo hace de forma recurrente sin que, desde el año 1975, se haya resuelto. Fue el PNV quien registró una proposición no de ley con el fin de apelar «a la retirada de las tropas marroquíes de la franja de Guerguerat restituyendo el área a la situación previa al ataque del 13 de noviembre». Unidas Podemos también promueve que el Gobierno solicite a Naciones Unidas que se organice un referéndum de autodeterminación del Sáhara Occidental, con «calendario», un censo justo» y «garantías» para el cumplimiento del resultado de la consulta. De hecho, una publicación en redes sociales del vicepresidente Pablo Iglesias sobre este asunto ha valido para que se agitase el árbol de nuevos desencuentros en el Ejecutivo. «No es un conflicto olvidado, sino silenciado, hay intereses de no molestar a Marruecos», recalca el prsidente de la Asociación Asturiana de Solidaridad con el Pueblo Saharaui.
Entre tantas palabras, cae la noche. A Feilah no le importa a la hora que la interrumpamos. «Me cuesta dormir». Y esto quizá tampoco sea fácil de comprenderlo desde ese mismo sofá de nuestra casa: «Mi sobrino está luchando y mi propia madre, ya mayor, se ha ofrecido para ir a lavar y cocinar a los militares».
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Mikel Labastida y Leticia Aróstegui (diseño)
Óscar Beltrán de Otálora y Gonzalo de las Heras
José A. González y Álex Sánchez
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