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Destrozado, deprimido, pero con la fortaleza que le caracteriza, el cocinero asturiano José Andrés está viviendo estos días uno de los peores momentos de su vida. Hasta el punto de desear que nunca se le hubiese ocurrido la idea de poner en marcha la ONG con la que lleva comida a los más necesitados alrededor de todo el mundo. Los vimos en Haití, en Ucrania, en Puerto Rico, en Canarias y en los propios Estados Unidos de América, esa que le ha valido el Premio Princesa de Asturias de la Concordia, entre muchos otros reconocimientos. En huracanes, incendios, terremotos, erupciones volcánicas y guerras. Pero nunca hasta ahora habían sufrido en primera persona una tragedia como la del lunes. Siete de sus cooperantes fueron asesinados por un ataque israelí mientras repartían comida en la franja de Gaza. «Ojalá no te hubiese conocido nunca. Ojalá no hubiese fundado nunca World Central Kitchen. Estarías viva, sonriendo y haciendo que alguien en algún lugar se sintiese la persona más amada del mundo. Así es como siempre me sentí contigo. Adiós, amiga. Te abrazaré de nuevo algún día, y seguiremos alimentando al mundo juntos», escribió dirigiéndose a Lalzawmi 'Zomi' Frankcom, una de las primeras voluntarias que se sumó a World Central Kitchen, fallecida junto a seis compañeros en el ataque con misiles.
Y es que tal y como escribió el chef de Mieres en el periódico israelí «Yedioth Ahronoth', uno de los más importantes del país, «Las siete personas que murieron en la misión de World Central Kitchen (WCK) en Gaza el lunes eran lo mejor de la humanidad. Lo arriesgaron todo por la actividad humana más fundamental: compartir nuestra comida con los demás. 'Zomi' Frankcom, Damian Sobol, Jacob Flickinger, Saifeddin Issam Ayad Abutaha, John Chapman, James Kirby, James Henderson. Su trabajo se basó en una creencia simple: que la alimentación es uno de los derechos humanos universales».
Trataba en su artículo José Andrés de dirigirse a los israelíes para especificar que el hecho de repartir comida en Gaza no quiere decir que la ONG se hubiese posicionado del lado de una de las partes en conflicto. «Nosotros no preguntamos a qué religión perteneces, solo preguntamos cuántas raciones de comida necesitas. Desde el primer día, hemos alimentado tanto a israelíes como a palestinos», apuntaba. Y recordaba su labor en el propio Estado de Israel. «En todo Israel, hemos servido más de 1,75 millones de comidas calientes. Hemos alimentado a familias desplazadas por los cohetes de Hezbolá en el norte. Hemos alimentado a familias afligidas del sur. Repartimos comida en los hospitales donde los rehenes se reunían con sus familias. Hemos pedido de manera constante, repetida y apasionada la liberación de todos los rehenes. Nos hemos comunicado extensamente con funcionarios militares y civiles israelíes», insistía.
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«Al mismo tiempo, hemos trabajado estrechamente con líderes comunitarios en Gaza, así como con las naciones árabes de la región. No hay manera de traer un barco a Gaza lleno de comida sin hacerlo así. De esa forma hemos podido servir más de 43 millones de comidas en Gaza, preparando comida caliente en 68 cocinas comunitarias donde los palestinos alimentan a su propia gente», detallaba, para después elogiar, a pesar de todo, al pueblo de Israel y reclamar, de nuevo, el fin de los ataques. «Conocemos a los israelíes. En el fondo de su corazón, saben que los alimentos no son un arma de guerra. Israel es mejor que la forma en que está librando esta guerra. Está por encima del bloqueo al suministro de alimentos y medicinas a los civiles. Por encima de matar a los trabajadores humanitarios que coordinan sus movimientos con las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI). El gobierno israelí debería abrir hoy rutas terrestres para alimentos y medicinas. Tiene que dejar hoy de matar a civiles y trabajadores humanitarios. Necesita iniciar hoy el largo camino hacia la paz», les pide. «En las peores condiciones, después del peor ataque terrorista de su historia, es hora de que aparezca lo mejor de Israel. No se puede salvar a los rehenes bombardeando todos los edificios de Gaza. No se puede ganar esta guerra matando de hambre a toda una población», exigía.
«Acogemos con satisfacción la promesa de las FDI y del gobierno de realizar una investigación sobre cómo y por qué nuestra familia de World Central Kitchen fue asesinada. Esa investigación debe comenzar desde arriba, no sólo desde abajo», pedía, para después contestar a las declaraciones del primer ministro Netanyahu sobre el ataque. «Ha dicho: 'Son cosas que pasan en tiempos de guerra'. Pero los ataques aéreos contra nuestro convoy no fueron sólo un desafortunado error en la niebla de la guerra. Fue un ataque directo contra vehículos claramente señalizados cuyos movimientos eran conocidos por las FDI. También fue el resultado directo de la política de su gobierno de estrangular la ayuda humanitaria hasta niveles desesperados», denunciaba. «Nuestro equipo estaba en camino tras una entrega de casi 400 toneladas de ayuda por mar: nuestro segundo envío, financiado por los Emiratos Árabes Unidos, apoyado por Chipre y con autorización de las FDI», recalcaba en el artículo del periódico israelí. «La razón por la que el equipo puso en riesgo sus vidas fue precisamente porque esta ayuda alimentaria es muy escasa y se necesita desesperadamente. No habrían hecho el viaje si hubiese suficiente comida, viajando en camión por tierra, para alimentar a la población de Gaza», explicaba.
«Los pueblos del Mediterráneo y del Oriente Próximo, independientemente de su origen étnico y religión, comparten una cultura que valora la comida como una poderosa declaración de humanidad y hospitalidad, de nuestra esperanza compartida por un futuro mejor», concluía el cocinero, quien explicaba que «Hay una razón por la cual, en esta época especial del año, los cristianos preparan huevos de Pascua, los musulmanes comen un huevo en las cenas Iftar y se coloca un huevo en el plato del Seder. He sido un forastero en las cenas del Seder. He escuchado las antiguas historias de Pesaj acerca de ser un extranjero en la tierra de Egipto, acerca de recordar –con una fiesta ante ti– que los hijos de Israel fueron una vez esclavos. No es señal de debilidad alimentar a un extranjero; es un signo de fuerza. El pueblo de Israel necesita recordar, en este momento tan oscuro, cómo es realmente esa fuerza», les pedía.
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