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Irán extendió este viernes el horario de votación de las elecciones presidenciales hasta la media noche en una jornada en la que las autoridades pidieron desde primera hora a la población que acudiera a las urnas. «La dignidad y reputación de la república islámica en ... el mundo dependen de la participación», dijo el Líder Supremo al depositar su papeleta.
Los altos cargos, sin ofrecer dato alguno, repitieron a lo largo del día que la participación era «robusta» y «superior a la de 2021», pero existía una fuerte incertidumbre por conocer una cifra que es clave para valorar el apoyo al sistema en un momento tan delicado para la economía doméstica y para una región al borde de una guerra a gran escala a causa de la situación en Gaza. Las dudas sobre la afluencia a las urnas eclipsaron incluso al reñido pulso entre los candidatos aspirantes a suceder a Ebrahim Raisi, fallecido hace un mes en un accidente de helicóptero.
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Mikel Ayestaran
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Pese a la presencia de cuatro aspirantes a la presidencia, en las escuelas y mezquitas destinadas al voto los únicos nombres que se escuchaban eran los de Saeed Jalili, ultraconservador, Mohamed Baqer Ghalibaf, conservador, y Masoud Pezeshkian, reformista. La presencia de este último candidato recupera el duelo clásico entre las dos corrientes de la república islámica y podría animar a que el voto supere ese 48% de las últimas presidenciales. Según las encuestas el escenario más probable es que sea necesaria una segunda vuelta la próxima semana entre los dos candidatos más votados.
En la Gran Mezquita Emamzadeh Saleh de Tajrish, al norte de Teherán, hombres y mujeres votaban separados y bajo unos toldos que les protegían del sol durante la espera. Reza Shahed, productor de documentales de 35 años, vuelve a votar después de dos elecciones presidenciales sin hacerlo y el motivo es que «urge un cambio, que el país gire al reformismo para rebajar la tensión regional y mejorar las relaciones con el exterior, sobre todo en un momento en el que sabemos que puede regresar Donald Trump».
Esta urgencia por el cambio la comparte Azam Musavi, pintora teheraní, quien hasta el último momento no iba votar como señal de protesta contra el sistema, pero luego «he pensado que es mejor hacerlo, aunque nos toca elegir entre lo malo y lo peor, al menos hay que pasar página a la etapa de Raisi y recuperar algunas de las libertades que ganamos con Rohani. Confiamos en la victoria de Pezeshkian».
En Irán el aspecto externo de la vestimenta es una primera señal para saber el destino del voto y Azam y sus dos hijas, con velos de colores a punto de caer sobre los hombros, eran la antítesis de otras mujeres que esperaban su turno de voto cubiertas con el tradicional chador negro.
En el sector conservador el duelo se presenta duro entre Ghalibaf, exalcalde de Teherán, y Jalili, antiguo negociador nuclear y la persona que, según los analistas locales, estaría más próxima a seguir con la línea marcada por Raisi. Desde esta corriente trataron hasta el último momento que uno de los dos se retirara para unificar el voto, pero ninguno aceptó. Navid Farrokhi, empresario con dilatada experiencia en Europa, tiene claro que «necesitamos un plan, una persona con experiencia y capacidad de desarrollar proyectos y aumentar la cifra del PIB y esa persona es Ghalibaf, la clave está en producir de forma más eficiente».
Reza es uno de los seguidores de Jalili y considera la alta participación en las elecciones es «fundamental para mostrar fortaleza y unidad a nuestros enemigos, a mayor número de votos, más poderosos somos». Este joven estudiante de idiomas ve a Jalili como «la persona indicada para hacer frente a la posible llegada de Trump, debemos estar preparados para lo que nos espera. Un hombre duro para hacer frente a otro hombre duro».
El debate sobre los candidatos y sus planes se esfumaba al salir de los centros de voto. Una parte importante de Teherán no acudió a las urnas y lo hizo de forma consciente para mostrar su rechazo al régimen. «No estoy de acuerdo con la república islámica, en los últimos dos años nos han pasado demasiadas cosas malas, sobre todo a las mujeres, y no confío en ninguno de ellos, nunca podría votarles», explica de manera anónima una enfermera de 34 años a quien su madre le pide que baje el tono de voz. Este sector de la población envía su mensaje a la cúpula de poder con su abstención activa, una abstención militante que se juega mucho en un país donde si uno no vota puede tener menos oportunidades laborales en puestos públicos.
Extender el horario de votación es un clásico de Irán, sobre todo cuando afloran las dudas sobre el apoyo al sistema. A las seis de la tarde, hora oficial de cierre, la cola en el centro de voto de Hosseiniyeh Ershad, en la calle Shariati, era la más larga de toda la jornada. Los votantes de esta zona salieron de sus casas al bajar el calor y esperaban sin prisa su turno para depositar la papeleta porque era oficioso que las elecciones no concluirían hasta la media noche. Votaron y se fueron a casa con la incógnita de conocer al ganador en una elección competida y sin un claro favorito.
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