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Ya han pasado 10 años desde que un grupo de 33 mineros quedaron atrapados durante 69 días a 700 metros de profundidad en el fondo de la mina San José, en el norte de Chile. Hoy, muchos de ellos, bautizados como los «33 ... mineros de Atacama», se sienten héroes caídos en el olvido.
Afirman que muchos ganaron dinero a expensas de su tragedia, aunque ellos siguen a la espera de una indemnización por parte del Estado.
Su inédito rescate fue visto por millones de personas en todo el mundo. Tras su odisea se convirtieron en héroes y fueron invitados a programas de televisión en Chile y el extranjero, recorrieron países de Europa, América y Medio Oriente, pero después del paso del tiempo sólo se les recordaba para el aniversario de la tragedia: el 5 de agosto de 2010.
Viven de una pensión que reciben y que es equivalente a 520 dólares en un país en que el sueldo mínimo es de 420.
Los mineros ganaron hace un par de años una demanda por indemnización contra el Estado chileno -cada uno recibiría unos 100.000 dólares- pero el Consejo de Defensa del Estado apeló y la pandemia pospuso el proceso judicial.
Los dueños de la mina San José —a 800 kilómetros al norte de Santiago— no pagaron ni un peso a los mineros porque otro juicio no encontró antecedentes suficientes para demandarlos por el derrumbe que afectó para siempre sus vidas. Eso sí, todos recibieron atención psicológica.
Aquel 5 de agosto de 2010 se produjo un derrumbe en la mina de San José y el grupo de 33 mineros logró ponerse a salvoen un refugio en el fondo del socavón que solo tenía algunas conservas de pescado, galletas reblandecidas y unos litros de leche. Tras quedar atrapados, racionaron al máximo porque albergaban las esperanza de un pronto rescate, aunque no había ninguna comunicación con el exterior.
La presión de sus familiares, que desde el comienzo se instalaron a unos metros de la boca de la mina, obligó al gobierno de Sebastián Piñera, en su primera gestión 2010-2014, a intensificar la búsqueda que había cesado poco después de su inicio.
Varias sondas se introducían a diario en la tierra del desierto de Atacama, el más árido del mundo, hasta que 17 días después de la tragedia uno de los fierros regresó a la superficie con una hoja de papel en la que se leía: «Estamos bien en el refugio los 33».
El mensaje fue escrito por el minero José Ojeda, ahora de 57 años, quien vive con una pensión que les entregó el Estado, de unos 350 euros, y agobiado por daños sicológicos, alteraciones del sueño y una diabetes avanzada que le dificulta caminar.
Tuvieron que esperar hasta el 12 de octubre de 2010 para que una cápsula especial pudiera descender por un estrecho túnel cavado en las cercanías de la boca del socavón y llevarlos de regreso a la superficie.
El rescate fue transmitido por televisión en directo a una audiencia de 1.200 millones de espectadores en el mundo y comenzó una historia que muchos de ellos prefieren callar: giras por el mundo, programas de TV, contratos para un libro que nunca se escribió y hasta una película hollywoodiense de escaso éxito, 'Los 33', protagonizada por Antonio Banderas. Pero muy pocos recibieron ayuda y dinero, la mayoría volvió a sus vidas de pobreza.
Ninguno de los proyectos colectivos que se propusieron –como crear una fundación– tuvo éxito. Casi no se hablan entre ellos y hoy viven, si no en la pobreza, casi rozándola.
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