T. Nieva
Jueves, 18 de mayo 2023
Los militares que buscan a los cuatro hermanos (tres menores y un bebé) perdidos en la selva colombiana desde hace 19 días han recuperado las esperanzas después de encontrar «huellas frescas» en una zona frondosa de Caquetá por donde se supone que han deambulado en ... las últimas horas. Las huellas impresas en el barro han sido localizadas cerca de un riachuelo, pertenecen a uno o varios pies infantiles descalzos y se han visto precedidas por otros hallazgos, como restos de maracuyá, que indicarían que los pequeños continúan recolectando y alimentándose de fruta para subsistir en unas condiciones sumamente adversas. «Esta pista nos llena de energía», ha declarado el ejército en un comunicado.
Publicidad
Los nuevos ánimos insuflados al rastreo alivian, en cierta manera, la desazón reinante en la población colombiana tras el grave patinazo de Gustavo Petro, que el miércoles anunció triunfante que los niños habían sido localizados y se hallaban a salvo cuando todavía la búsqueda continuaba y ni siquiera existían indicios de que estuvieran vivos. El presidente «lamentó» este jueves su desliz y hoy le ha tocado responder a la directora del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, el centro que avisó al jefe del Gobierno del hallazgo de los chicos.
Al parecer, en su momento llegó a precisar que los hermanos gozaban de buena salud, sufrían solo algunos rasguños y permanecían al cuidado de unos indígenas en la selva, pero la responsable ha evitado, en declaraciones a una emisora de radio, profundizar en este error o la manera en que le llegó la información. En cambio, ha preferido centrarse en que el rastreo «continúa» y se mantienen las esperanzas de un desenlace optimista. «Ya quisiéramos saber dónde están los niños. Por eso estamos en operación de búsqueda. Lo que estamos haciendo es no desestimar ninguna información. Ese es nuestro deber», ha explicado la directora también al periódico 'El Tiempo' de Bogota.
Un centenar de militares y decenas de indígenas participan en el dispositivo. Se enfrentan a muros de vegetación, árboles de cuarenta metros de altura, una espesura casi innacesible y unos aguaceros tan impredecibles como intensos. Saben que los niños se enfrentan al mismo terrible contexto, al que se suma la fauna salvaje del bosque, pero en su caso con un bebé de once meses.
Publicidad
Los soldados se ayudan de altavoces, megáfonos, hogueras y bengalas para tratar de que los pequeños se den cuenta de su presencia y puedan orientarse hacia ellos. Buscan que el bosque les devuelva algún sonido. En algún momento se ha manejado la hipótesis de que pudieran haberse topado con un nativo que les hubiera trasladado a su cabaña en alguna parte de la selva. Pero no hay indicios de la presencia de un adulto. La teoría que prima es que continúan solos, ayudándose de sus conocimientos de la naturaleza para sobrevivir.
La familia pertenece a una comunidad indígena dedicada a actividades agrícolas, los muinane, establecida al sur del país, en el departamento del Amazonas y junto al río que da nombre a la selva de Caquetá, lo que proporciona a los menores un buen conocimiento del adverso terreno al que se enfrentan. La etnia se incluye dentro de la población huitoto, aunque se considera independiente, y el significado de su nombre se conoce como 'hombre de la desembocadura del río'. Consta de 547 habitantes y comparten territorio con una docena de clanes. Hasta la década de 1970 se dedicaban a extraer caucho, pero posteriormente su forma de vida ha sido la ganadería y agricultura. Algunos expertos creen que en la posible supervivencia de los niños influye, además del conocimiento de la selva, el dominio en la cultura muinane de las plantas y frutos, y la costumbre de construir sus casas con materiales encontrados en la selva.
Publicidad
Colombia trata de superar así, con novedades que llegan a cuentagotas, la angustia, la tristeza y, sobre todo, la sorpresa después de que su presidente reconociera que se «equivocó» al dar la noticia de que los tres menores y el bebé desaparecidos en la selva amazónica tras un accidente de avión habían sido encontrados ilesos. Gustavo Petro rectificó más tarde en un comunicado donde manifestaba que «las fuerzas militares y las comunidades indígenas continuarán en su búsqueda incansable para darle al país la noticia que está esperando. En este momento no hay otra prioridad diferente a la de avanzar con la búsqueda hasta encontrarlos. La vida de los niños es lo más importante». Este viernes, las críticas a la ligereza del mandatario han continuado.
El fiasco del «milagro» de los niños perdidos en la jungla ha desatado ya algunas reacciones críticas contra la premura de Petro, que lanzó un mensaje de júbilo en las redes sociales inmediatamente después de ser informado por un instituto social indigenista, pero sin la confirmación del ejército y los servicios de rescate. La familia de los menores y la mujer fallecida en el accidente ha emitido un comunicado en el que «rechaza la desinformación y manejo mediático que se le ha dado a la búsqueda, hallazgo y rastros de nuestros familiares». «La salud física y emocional no es un juego que pueda ser borrado y/o fácilmente olvidado» como consecuencia de »las falsas expectativas que se han divulgado« a partir del anuncio presidencial, concluye.
Publicidad
La secuencia que ha desembocado en el mayor desliz social de Petro desde su llegada al Gobierno, y uno de los mayores patinazos de la Administración a nivel internacional si se tiene en cuenta la enorme expectación generada por el falso rescate, queda resumida en cuatro fechas. La avioneta en la que viajaban Magdalena Mucutuy, de 33 años, y sus cuatro hijos (Lesly, de 13 años; Soleiny, de 9; Tien Noriel, de 4 años; y Cristin Neriman, de solo once meses de edad) cayó en la región del Caquetá el pasado 1 de mayo mientras sobrevolaba la ruta entre Araracuara y San José del Guaviare.
El lunes, día 15, los militares pudieron llegar al lugar del siniestro después de abrirse camino penosamente en la selva, castigada por intensos aguaceros. Descubrieron tres cadáveres, los de la mujer, el piloto y el copiloto. De los pequeños, ni rastro. Reiniciaron su búsqueda.
Publicidad
El miércoles, día 17, dos capitanes de Avianline Charter's, la empresa a la que pertenecía la aeronave accidentada, recibieron supuestamente un mensaje de una comunidad nativa informando de que los menores habían sido localizados por dos indígenas en la espesura. Su intención, según estas fuentes, era la de descender por el río Apaporis y trasladarlos a Puerto Cachiporro, una localidad situada en un frondoso paraje del parque nacional de la Sierra de Chiribiquete, a quinientos kilómetros de Bogotá. Al parecer, según precisaron al Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, los niños debían llegar a esta comunidad a las cinco de la tarde de este jueves (medianoche en España). Alguien del centro debió comunicar el rumor a Petro, que a las 16.43 horas del miércoles lo difundió en las redes sociales. Veinticuatro horas después ha llegado su desmentido, una vez borrado el mensaje original de internet.
Esta es la versión más aproximada que se ha ofrecido de la secuencia de hechos, aunque ahora mismo nadie pone la mano en el fuego por su veracidad. La compañía propietaria del avión ha evitado referirse al bulo y la desconfianza se ha instalado en una población cuyas preguntas son: ¿Dónde están los tres niños y el bebé? ¿Es absolutamente fidedigno el relato oficial de la búsqueda?
Noticia Patrocinada
«Lamento lo sucedido», ha escrito el presidente en su mensaje, en el que deja claro que la calificada de modo entusiasta 'operación esperanza' se ha convertido en una pesadilla. Los colombianos habían hecho suya la causa de los pequeños y la incertidumbre respecto a su supervivencia se ha tornado en frustración y amargura. Petro reitera que el rastreo continúa. Estaría desmintiendo tácitamente la versión de que dos indígenas hubieran encontrado y llevado a un lugar seguro a los menores. Y revela también que los militares siguen confusos sobre su paradero.
Un mando de las fuerzas armadas ha explicado que cien soldados peinan en cuadrículas la selva. Se ven obligados a dividirse continuamente. Deben buscar en diferentes direcciones ante la ausencia de pistas fehacientes del rumbo que los niños van tomando según transcurren las horas. Una vez pase esta próxima noche, se habrán cumplido diecinueve días desde el accidente; diecinueve jornadas en las que tres menores y un bebé permanecen perdidos en la selva bajo una meteorología terrible, cuajada de tormentas eléctricas, lluvia y viento. Que se sepa, nadie de esas edades ha afrontado una prueba de supervivencia tan extrema como la que atraviesan estos cuatro hermanos.
Publicidad
Cuando embarcaron en la Cessna en el pequeño aeródromo de Araracuara, la intención de Magdalena Mucutuy y sus hijos consistía en reunirse con su marido, Manuel Ranoque, en San José del Guaviare para posteriormente dirigirse a la capital colombiana, donde la familia pretendía afincarse. En su día, Manuel tuvo que escapar de Araracuara tras ser amenazado por las FARC, lo que le obligó a trabajar en distintos empleos lejos de su localidad natal para reunir el dinero con el que establecerse con su familia a cientos de kilómetros del alcance de la guerrillera.
A las siete y media de la mañana del 1 de mayo, la avioneta sobrevolaba la región de Caquetá. Sufrió una avería y se precipitó en medio de la selva, a casi 200 kilómetros de su destino. El aparato se quedó enganchado en las copas de los árboles y después cayó al suelo en vertical. Tanto la madre como el piloto y el copiloto fallecieron en el impacto. El primero de ellos, Hernando Murcia Morales, pudo dar la alerta de que se había producido un fallo en el motor antes de estrellarse. La tercera víctima mortal es Herman Mendoza Hernández, director de la fundación indígena Yetara. Sus cadáveres han sido trasladados este viernes a un hospital de San José del Guaviare. Ocupaban la zona delantera de la cabina, que quedó completamente destrozada al chocar contra el suelo.
Publicidad
Desde el momento en que el piloto informó del fallo y la comunicación con la avioneta quedó interrumpida, las autoridades comenzaron la operación de salvamento. Han sido necesarias dos semanas para que los militares y los servicios de aviación civil localizaran el punto exacto de la caída y pudieran llegar hasta él atravesando la selva.
De los niños, se habrían encontrado varios indicios, según se desprende de la información suministrada por las fuerzas armadas y las imágenes que han colgado en Twitter. Una tetera, fruta mordida, coleteros de pelo y lechos de ramas donde se presume que los cuatro hermanos han conseguido refugiarse de noche.
Publicidad
El descubrimiento de todos estos indicios señala a un episodio extremo de supervivencia, aunque de final incierto. Este jueves se desconocía si las jóvenes víctimas han subsistido. Los rescatistas opinan que las dos hermanas mayores se han encargado de cuidar de los más pequeños y han improvisado refugios con ramas y hojas durante todos estos días. El hallazgo de restos de fruta indica que también han recolectado alimentos, siempre según la versión oficial. Al parecer, la familia pertenece a una comunidad indígena dedicada a la agricultura por lo que los hermanos conocerían bien los cultivos salvajes de esa zona de Colombia.
Los militares afirman haber hallado además prendas de vestir, un biberón, coleteros e incluso unas tijeras infantiles. Los accesorios que nutren la esperanza. Según ha explicado un mando del ejército, es probable que las víctimas hayan ido dejando algunas de estas pertenencias a posta para crear un rastro posible de seguir por los rescatistas. «Los objetos nos reconfirman la situación de que ellos se encuentran todavía con vida. Continuamos los esfuerzos y esperamos que estemos en la dirección correcta», ha señalado el coronel Juan José López, director de Operaciones de Aeronáutica Civil. La principal dificultad, según ha añadido, radica en la amplitud del área a cubrir, la intensidad de las tormentas que enfangan la tierra y la imposibilidad de saber si los chavales han realizado algún giro en su camino.
Cuando están a punto de cumplirse tres semanas desde el accidente, la urgencia del dispositivo queda plasmada en el despliegue de medios técnicos que acompaña a los soldados y a los indígenas. Como buenas conocedoras de la selva, varias comunidades nativas se han sumado al dispositivo. Un avión sobrevoló esta madrugada pasada la espesura disparando bengalas con el fin de orientar a los rescatistas, pero también a los niños perdidos en caso de que pudieran verlas. Los militares han desplegado además sistemas de sonido y prenden hogueras, mientras otras aeronaves emiten por medio de potentes altavoces mensajes grabados por la abuela de los menores donde les pide que «no se muevan» en medio de la jungla, ya que de ese modo dificultan el rastreo. La ausencia de respuesta a todos estos estímulos hace decaer, sin embargo, las ilusiones de los socorristas.
Esta mujer, llamada Fátima y cuya hija ha fallecido en el siniestro, ha mostrado su malestar y «angustia» ante el escaso contacto de las autoridades con la familia. Otro allegado, Fidencio Valencia, ha señalado en el digital 'Semana' que «hasta que no tenga una foto donde pueda ver a los cuatro niños vivos, no puedo salir de la duda». Tío de Magdalena Mucutuy, ha recordado que «ella era una mujer trabajadora, dedicada a la agricultura. No comía por estar trabajando. Y era como una hija para mí», motivo por el que la relación con sus hijos «es muy estrecha».
3 meses por solo 1€/mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.